Capítulo 01: ¿Cómo te llamas?

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Advertencia: no leer este libro, está mal estructurado y con muchas lagunas.

*****

Ebba

Mi espalda chocó contra la blandura del colchón. Pensé que tal vez el alcohol había afectado mis acciones, pero luego recordé lo bien que me sentí en los brazos de ese hombre en la barra. Solo sería esta noche. Nada más. Lo necesitaba.

¿Pero él estaba bien? Lo había visto tomar un vaso lleno de whisky tras volver de decirla a Kendra que me iría. No quería tener malos entendidos, por más que hubiese sido él quien me hubiera traído a este hotel; por lo que apoyé las manos en la cama y me impulsé hacia arriba. El tipo se hallaba al pie de la cama y no podía verlo bien.

-¿Estás en tus facultades? -exploré mientras trataba de ver su rostro.

La habitación del hotel barato se encontraba apenas iluminada por una pequeña lámpara al lado de la puerta y esta noche había decidido salir sin mis lentes. Mala decisión, sin duda. No podía ver bien el rostro del hombre con el que iba a acostarme. Y en el club lo único que había podido percibir de él es que tenía un aroma delicioso y unos profundos ojos azules.

-Lo estoy.

Un cosquilleo me recorrió la columna al escuchar aquello voz grave de nuevo. Me encantaban los hombres de voz grave. ¿Una cuenta de banco grande? Mil veces un hombre con las cuerdas vocales gruesas.

Percibí en medio de la penumbra como el hombre del que no sabía su nombre, comenzaba a desabrochar su camisa y se la sacaba de un tirón. La tela era tan fina que no la oí caer al suelo de manera. Fue casi como una pluma.

En la poca y borrosa visión que tenía, me complació lo que vi. Era grande. La luz de un coche golpeó la ventana entre abierta y alumbró momentáneamente la habitación. Me mordí el labio inferior ante el fugaz vistazo de su piel bronceada y un pecho perfecto. Era musculoso y su piel era lisa, sin pelo.

-Mierda -mascullé entre dientes.

La luz se desvaneció. La silueta oscura de su cuerpo ocupó lugar frente a mí. La visual en estos momentos era perfecta para un infarto. Mañana le agradecería a Kendra por haberme llevado a aquel club.

-¿Disfrutando? -inquirió risible.

-Como no tienes una puta idea -farfullé sin apartar la mirada de su cuerpo.

Me había percatado en el fugaz vistazo los seis cuadritos que adornaban su vientre plano. Sus brazos eran enormes y musculosos. Tenía el pecho amplio. Al bajar la mirada y entrecerrar los ojos con fuerza, pude ver una delgada línea de cabello negro desde su ombligo hasta el primer botón de sus pantalones.

Levanté la mirada cuando él se agarró la parte delantera de sus pantalones y abrió el botón superior de los estos. Mi boca se abrió ligeramente, una exhalación escapó de mis labios cuando su mano bajó para abrir la cremallera. Alzó la cabeza hacia mi cara.

-¿Por qué no traje mis lentes? -me recriminé y mentalmente me di un golpe.

-¿No me estás viendo? -preguntó y ladeó la cabeza.

-La oscuridad no ayuda. Tu rostro es borroso -solté y apreté los labios-. Y no, no es por el alcohol.

-La oscuridad no ayuda. Tu rostro es borroso -dijo con burla-. Y sí, si es por el alcohol.

Me reí.

-¿Y si lo estás por hacer con una señora de sesenta años? -pregunté con burla en mi voz.

El contrato de mi vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora