Extra 06: Mi amor eterno

274 34 44
                                    

Maxwell

Me parecía que llevaba siglos durmiendo, me sentía como si nunca más pudiera volver a despertar. Me pasaban los ojos y me dolía todo el cuerpo. Escuchaba un retumbar en la cabeza que no me dejaba tranquilo. 

—Papi, despierta —susurró la pequeña voz de mi niña, Lizzie—. Por favor, no duermas más. 

Intenté abrir los ojos al oírla, pero no pude, era como si una fuerza mayor los mantuviera cerrados. Estaba consciente, podía escucharla bien, sin embargo, no podía separar los párpados.  ¿Qué me pasó? Lo último que recuerdo es haberme levantado de la cama, dar tres pasos y caer al suelo con un golpe seco. Recuerdo haber escuchado el grito de Ebba, pero nada más después de eso. ¿Estaba en mi cama? ¿Dónde estaba?

—¿Qué dijo el médico? —preguntó la voz de Alessandra con un tono preocupado.

¿Ella estaba aquí? ¿No debería estar en París visitando a Marti? Se suponía que todas mis hermanas se habían ido de viaje hace unos días. Ellas y mis padres. 

—¿No deberíamos llevarlo al hospital? —le preguntó la voz de Marti.

¿Qué hacía Marti aquí? ¿No debería estar en su casa? ¿Había venido a Ciudad Vieja de vacaciones? ¿Por eso Alessandra también estaba aquí? 

—No llores, Julie —dijo Kendra—. Tu padre va a estar bien. Te lo prometo. Vamos, niñas, las llevaré a tomar un helado. 

¿Mi pequeña y fuerte Julie estaba llorando? Tenía que abrir los ojos para asegurarle que estaba bien. No podía dejar que las niñas sufrieran por mi culpa. No obstante, al intentar hacerlo, una fuerte punzada de dolor me golpeó la cabeza. 

—El médico dijo que es una gripe fuerte, que no es necesario ir al hospital por ahora, pero que estuviera en reposo después de despertar —dijo la voz dulce de mi preciosa mujer—. No sé... Estoy preocupada igual. ¿Por qué no debería ir a un hospital? No está despertando. 

—Es un cabezón —dijo la voz dura de Olive—. No le pasará nada malo. Está recargando pilas. Verán como mañana despertara bien. 

Sí. Ella tenía razón. Tal vez nada malo me pasaba. Solo era un fuerte resfriado del que me recuperaría mañana después de recuperar fuerza. ¿Pero cómo las había perdido? ¿Qué me había drenado la energía?

—Tengo miedo, Alessandra. —Esta vez, la voz de Ebba era aguda y tenue. ¿Estaban susurrando? «Todavía podía escucharlas», quise burlarme—. ¿Si está así por lo que le dije? 

«¿Qué me había dicho?»

—¿Qué le dijiste? —consultó Alessandra. 

—Le dije que había formalizado mi relación con Ethan —respondió mi mujer. 

Tras escucharla, la oscuridad giró vertiginosa a mi alrededor. Sentí cómo caía en un pozo oscuro, girando sin rumbo, para después ser expulsado de manera violenta en el recuerdo que había tratado de olvidar con fuerza. 

—¡Papi, otra vez! —gritó Lizzie desde las hamacas, con sus rizos negros largos agitándose por el viento y sus ojos dorados brillando mientras reía.  

—¡Yo la empujo, papá! —chilló Julie corriendo después de bajar por la resbaladilla, con su cabello corto saltando y sus ojos azules refulgiendo. 

El contrato de mi vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora