Capítulo 06: Vivirás en el infierno

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Ebba

Alicia Franklin había sido la mejor amiga de mi madre desde que ambas tenían cinco años. Ella fue una vez considerada para mí como la mejor tía que podría haber tenido. Evan Sielberg había sido el amor de mi madre desde que ambos tenían quince años. Él fue una vez considerado como un buen padre. Pero entonces, un día los encontré juntos y todo el amor que podía sentir por ellos se esfumó tan rápidamente que una vez llegue a pensar si en verdad los había amado algún día.

Mi respuesta fue rápida: si los había amado. Por mucho tiempo fueron indispensables en mi vida. Ambos ayudándome cuando más lo necesitaba, ambos regalándome lo que más quería, pero entendí que el amor que tenía por mi madre iba más allá de lo que podría sentir por ellos dos juntos.

Un día, hace nueve años, mi madre murió. Tres días después de su entierro, mi padre trajo Alicia y sus hijos, Nataly y Elliot a vivir con nosotros. Cinco días después de su muerte, mi padre me quiso obligar a llamar madre a Alicia. Por aquello fue nuestra primera pelea, la primera vez que mi padre me golpeó.

-¿Por qué estás aquí? -pregunté mordaz.

Lo examiné con la mirada. No lo había visto desde hace seis años. Seguía igual de alto, igual de delgado y con aquella sonrisa engreída en su estúpido rostro. Pero el tiempo no lo había perdonado. Su piel pálida estaba cubierta de arrugas. Solo tenía cuarenta y ocho años, pero supongo que ser una mierda era lo que hacía que envejeciera tan mal.

-Mi hija va a casarse, ¿por qué no estaría aquí? -preguntó mientras subía una pierna sobre la otra e inclinaba su cuerpo hacia atrás en la silla. Se veía tan afable que me causó repugnancia el solo verlo de ese modo-. Tengo que llevarla al altar.

-Sí, púdrete -escupí abrupta.

-¿Por qué me tratas así? -Las patas de gallos aparecieron en las comisuras de sus ojos cuando sonrió. Era cínico, de aquellos que deseabas golpear al verlo salirse con la suya. Arrastró sus dedos por su cabello castaño salpicado de canas hacia atrás-. Hice todo por ti después de la muerte de tu madre, Ebba.

¿Hizo todo por mí? Torcí la nariz con asco. Viví un año con él después de que mi madre murió. No solo priorizó a su nueva familia, sino que hizo lo posible para hacer cada segundo de mi vida en esa casa un infierno, poniéndose del lado de Alicia cuando tenía una disputa, por la más mínima que fuera; castigándome cuando Elliot destruía mis objetos por el simple hecho de quejarme cuando dejaba sucio el baño.

En retrospectiva, Evan Sielberg nunca fue un gran padre. Sí, siempre estuvo presente, pero no había intentado relacionarse conmigo, pues nunca dejaba de mirar el celular. Me traía muchos regalos, pero nada era algo que me agradaba. Sin duda, toda su mierda se agravó cuando por fin pudo dejar de mentir cuando mi madre murió.

-Tú arruinaste mi vida -mascullé y pude escuchar el odio que cargaba mi tono de voz.

-¿Cómo lo hice? -preguntó inocente y cabeceó.

-Te acostaste con Alicia mientras mi madre se estaba muriendo -escupí furiosa.

-¿Eso en que te afecta a ti? -cuestionó mientras se ponía recto en la silla-. Cómo tú misma lo dijiste: tu madre estaba murieron. Alicia estaba para mí. Estuvimos para ti.

Respiré y me dije que no debía exacerbarme con él, no porque no quisiera, sino porque no podía levantarme y hacer lo que tanto había querido hacer desde que lo encontré con Alicia: golpearlo. Aquel sueño había sido frecuente en mi vida desde que lo descubrí engañando. No sabía si era normal el deseo de arremeter contra mi padre, pero la simple idea de hacerlo, hacía que mi corazón se acelerara, y no de miedo.

El contrato de mi vida ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora