Miedos

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DANIELA

— Acepto su disculpa y, si no lo extraña a pesar de haber sido su padre, ¿tampoco extrañará a la capitana Sara si llegase a separarse de ella? — lo miro asustada; él sonríe victorioso.

¡Maldita sea, ¿qué he hecho?! Estaba tan enojada cuando lo menciono, que hablé de su padre sin querer y ahora se está empeñando con más fuerza en apartarme de Sara. El carácter que demostré fue en vano, soy débil al sacar mis verdaderas emociones. El coronel es astuto, sabe de mis debilidades, es inútil tratar de ocultar las. Al no tener a Vayolet, soy un libro abierto, fácil de leer. He caído como estúpida en su trampa y ahora, ¿qué hago con toda esta vulnerabilidad que le estoy mostrando? Debo encontrar una excusa para retirarme y pensar cuidadosamente en una estrategia que no me haga condenar más.

— Iré por más té — me levanto y me dirijo a la cocina, evito todo contacto al pasar por su lado.

Recargando mis manos en el bordillo del mesón  recupero el aire. Mi corazón late con desenfreno, mi boca se ha secado y mis piernas se han congelado.

Limpiándo rápidamente con mi antebrazo mi frente sudorosa, me apresuro. No puedo demorarme mucho aquí, ya que ocasionaría que el coronel se acerque y eso sería peor dado que aún no me he recuperado de sus amenazas. Saco de la alacena una caja nueva de té, tomo el cuchillo, corto el sello y vierto el líquido en los vasos. Observando sin apartarme ni un segundo, el coronel no se ha movido, permanece allí de espaldas. ¿Estará pensando cuántas balas tiene su cargador? Creí que era mi fin cuando la tomó, tuve que cruzar mis piernas y apretarlas fuertemente con mis manos para evitar saltar de la silla y cubrirme de su ataque. Tuve suerte de que desistiera de su intención de asesinarme. El querer salir por la ventana también habría sido un error, sus hombres me habrían acribillado ahí mismo. Las cattleya que tanto he trabajado para que florezcan, como agradecimiento para Sara, se habrían manchado de tinta roja. No quiero imaginar la expresión de Sara al verme allí, sacudiendo mi cabeza. Echo varias bolsitas al agua, de nuevo miro al coronel y me giro, quedo extrañada debido a que el agua no luce verde, está roja. Me equivoqué de caja, no, eso es imposible, solo tomamos té verde en esta casa.

— ¿Por qué está así? — dudosamente me cuestiono. Tomo el vaso para verlo más de cerca y encontrar una explicación, hasta que un líquido caliente y espeso baja por mis dedos hasta mi codo. En mi reacción, suelto el vaso de cristal, haciéndose añicos en el suelo, al igual que mi estabilidad física.

CORONEL ZAHARIE

Me dirijo a la cocina al escuchar un cristal estallar y sonrío de satisfacción al ver al demonio en el suelo, manchada de sangre.

— ¿Qué le sucedió, pequeña? — me inclino, luce dispersa, blanca, espantada, con dificultad para respirar y parpadear, parece que se ha cortado. Su mano izquierda, de donde brota su asquerosa sangre, permanece sobre su regazo. Debo admirar la fuerza de voluntad que posee al querer ocultarla detrás de su espalda, faltando poco y antes de que su mano desaparezca. La tomo fuerte por la muñeca y se la coloco enfrente de sus ojos para que observe muy bien —. Tiene miedo — exclamo intimidante. Su boca, sus brazos, como el resto de su cuerpo, se vuelven un sinfín de nervios disparados —¿Sabe por qué le tiene miedo a la sangre? — sacudo fuerte su mano, salpicándola en su rostro y ropa — este miedo que usted le tiene es por el karma que ha caído sobre usted, todas sus víctimas se están vengando desde el más allá.

— No, no... podía evitarlo – balbucea.

— Deje de hacerse la víctima, solo la capitana se dejó engañar — me acerco a su oído — pero yo sé cómo es usted en realidad, un demonio maldito que no merece vivir en este paraíso.

— Lo siento tanto...

— Sus disculpas como sus lágrimas son una mentira — la suelto y me incorporo, dirijo mi vista hacia la puerta al escuchar que se abre abruptamente.

El Orígen De Mí Destino Donde viven las historias. Descúbrelo ahora