El pesado aire de la sala ha quedado atrás y, al igual que Sara, respiramos profundo al salir de allí.
Los pasillos atestados de personas abren paso y nos dejan el camino libre, todos mostrándose respetuosos o obligándose a hacerlo ante lo acontecido de esta mañana de lunes, un día donde se hizo historia, donde Sara se volvió leyenda. Aún se encuentra un poco enojada, no obstante, no me aparto de ella, tomada de su mano, este par de mujeronas le da a conocer al mundo que somos imparables.
El derrotado coronel Izei tomó un camino diferente al abandonar la sala, viéndonos ir con su sangre aún hirviendo se pierde de mi campo detector.
¡Oh, qué maravilloso día!
Lo recordaré incluso en mi lecho de muerte.
No es necesario abrir nosotras mismas la enorme puerta de la cafetería, dado que se abre ante la realeza o tal vez se debe a que nunca hubo puerta. No importa, la Reina Sara, acompañada de su princesa, nos adentramos imponentes, los vasallos nos observan y callan, ¿andaban chismeando? Eso es seguro. Sara no parece importarle, en cambio yo ando sumamente exuberante.
— Daniela, despierta — el chasquido de los dedos de Sara me hacen volver a la realidad, a la grandiosa realidad — siéntate, voy por algo de comida.
Como niña buena, acato su orden. Reposando mi cabeza en mis manos, permanezco atenta a los movimientos de los presentes.
Como es debido Sara camina hasta el final de la fila, pero algo maravilloso vuelve a suceder, todos ceden su turno, Sara, dando gracias sin ánimos, se encuentra de primeras.
— Come, no has probado alimentos desde la mañana — colocando enfrente de mí una charola con un sándwich de jamón y queso, una manzana roja y un jugo de mora. No aparto mi risueña sonrisa de ella — ¿qué ocurre? — inquiere extrañada.
— No ves, eres una celebridad — chillo emocionada. Pero no grito, hay que conservar la humildad.
Sara mira a sus costados, está acaparando la atención.
— ¿Qué sucede? — les pregunta. No se encuentra nada contenta — ¿necesitan que les ayude en algo? — vuelve a inquirir con dureza.
Agachadas las cabezas, se sientan en sus respectivas sillas y almuerzan en silencio. Mirándome, también me intimida rápidamente tomo el sándwich y le doy un gran mordisco.
— ¿No vas a comer? — consulto con la boca llena al darme cuenta de que no trajo nada para ella.
Mirando la manzana, la toma y le da un mordisco, haciendo mal gesto, la deja de nuevo en la charola.
— Estoy enojada, no me pasa la comida — responde recargada en su mano.
Sara se siente acongojada, se siente miserable por perder los cabales. Ya era hora de que Sara sacara lo que tenía acumulado en su interior, sin embargo, no se siente bien.
— Perdóname, Sara, siento que en parte también es mi culpa — le menciono con pena.
— Bebé, no estoy así por mi pelea con el coronel.
Se estira y recargada en el respaldo de la silla, pronuncia decaída: — estoy así por — guardando silencio, la miro en espera de su respuesta — olvídalo, amor, come, aún falta para que esto termine — suspira con pesadez.
Hago caso a su tarea y me formuló preguntas que podrían conducir a saber qué le ocurre. Tal vez fue la presión de los viejos o el que la señorita Jennifer haya dado a conocer un nuevo trastorno, lo que sea, la tiene muy cabizbaja y a la vez pensativa.
Aún no le pregunto por qué estaba intranquila anoche, sus pisadas eran constantes y resonantes. ¿Debo consultarle?, es mala idea hacerlo y un suicidio a la vez. Pero si eso ayuda a entender lo que le molesta, me arriesgaré.
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El Orígen De Mí Destino
AcciónCuatro deseos: - Ser la hija de su madre. - Eliminar a sus demonios. - Ser la esposa del nieto del general que su padre asesinó, y con quien la tendrán difícil debido a los prejuicios de sus familiares. - Convertirse en una chef de renombre.