Desfallecer No Es Una Opción

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SARA

Escucho la puerta de la habitación de Daniela abrirse. Salgo de la cocina y la veo bajar por las escaleras. Sonrío al verla tan bonita y el que se haya arreglado me demuestra que no está dispuesta a dejarse desfallecer. Le he enseñado bien, aunque la vida no se canse de colocarnos obstáculos en el camino, no quiere decir que debemos rendirnos. Cruzaremos esos obstáculos y le demostraremos a todos de qué estamos hechas, las mujeres Cooper.

— ¿Y esa pinta? ¡Ay no! — me tapo la boca provocándole confusión —. Al fin decidiste darle una oportunidad al chico Nicolás.

Ese joven ha querido pretenderla desde que la conoció, siempre mirándola con ojos coquetos, provocándole enojo a Daniela.

— ¡No, Sara! — exclama sobresaltada —. Pérez es muy molesto — gesticula un puchero.

— ¿Entonces para quién te vestiste tan bonita?

— Para mí — contesta empoderada  —. No hay ningún hombre que merezca mi belleza —  responde con sarcasmo.

Daniela nunca se ha considerado una niña linda, así se lo diga todos los días. Ella cree que es por el cariño que le tengo y por eso no se enoja. Sin embargo, es distinto cuando alguien diferente se lo dice. Daniela lo toma de mala manera y aunque no responde a esos comentarios con palabras severas, sí los mira con desprecio al considerar esos halagos como actos de burla. Sigo manteniendo la fe de que haya algún chico por ahí en alguna parte del mundo que le haga desarrollar confianza

— Sabes que esas cosas no me interesan.

— Aún — contesto. Sé que no debería dejar que un chico le haga cambiar de parecer, pero si la hace feliz, le estaré eternamente agradecida.

— No molestes — se enoja — voy a preparar unos waffles.

— Ya los preparé — respondo rápido entre risas. Conozco a Daniela, los waffles son su platillo favorito y no le puedo decir que no —. También corté fresas, solo tienes que servirte.

— Está bien — contenta se dirige a la cocina.

Daniela ha superado el amargo momento de anoche. Llenando los platos planos con el desayuno, mientras tararea la música que hace enojar a los soldados por su alto nivel de ruido. Comprendo que se ha trazado una meta. Daniela es astuta, sin una pizca de tonta y por ello confío en que no cometerá traición. Sin más, no permitirá que los superiores ganen, les hará  inclinarse y humillarse. El solo imaginarme ese acontecimiento hace que no pueda evitar sonreír con malicia.

— ¿Qué sucede, Sara? — pregunta, al dejar los platos sobre la mesa, chupándose los dedos llenos de chocolate y me mira con curiosidad.

— Nada, solo estaba pensando en el afortunado que se ganará tu corazón — bromeo para verla enojada, es gracioso cuando hace pucheros.

— Ya basta, ¿por qué sigues hablando de eso? Ya te dije que esas cosas no me interesan.

— Y yo dije que aún no te interesan — tomo asiento al costado de la mesa, quedando frente a ella — creo que es momento — digo muy seria, entrelazando los dedos.

— ¿Para qué? — arquea la ceja.

— Para tener la “conversación” — menciono la palabra más incómoda y temerosa para cualquier padre.

— Ya la tuve — responde muy francamente.

— ¡¿Con quién?! — ¿Es que acaso ahora están impartiendo una nueva clase y no me he dado por enterado?

— Con esas novelas tuyas — contesta avergonzada, sonrojándose un poco, río muy fuerte, lo que hace que me duela el estómago.

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