Emili.
Estoy sentada cruzada de brazos en el pasillo de mi preparatoria, esperando a mis padres que están recogiendo mi último boletín de notas de mi último año de preparatoria. Estoy feliz, por fin me iré de aquí y no los volveré a ver. Pero claro de lo mucho que han podrido mi corazón, por mi cara ni se asoma la sombra de una sonrisa.
La puerta de mi aula se abre y mis padres salen sin ninguna expresión en el rostro.
—Levantate y camina, nos vamos.— dijo mi padre como si yo hubiese echo algo muy malo. Y al estar acostumbrado a esto hago lo que me dice, mientras su expresión...
Me importa una mierda...
Nos vamos al auto y mi madre de simpática me tira en el pecho mis calificaciones, otra cosa que:
Me importa una mierda...
Subo en la parte de atrás del auto, y mis padres obviamente adelante. Miro mis calificaciones...
Todas por encima de 96...
Sonrió de lado, ya que se que cuando tengo un logro mis padres guardan total silencio, así que tengo aseguro que en el camino no dirán ni una sola palabra.
Al llegar a mi casa, salí a buscar trabajo en una casa donde me recomendó una conocida, esta es mi oportunidad de liberarme de mis padres y fastidiosas hermanas.
—Buenos días.— digo una vez que me abren la puerta de la enorme casa.
—Buenos... Días...— dijo una señora muy elegante mirándome de arriba a abajo con una gran sonrisa, sonrisa que se le borró al ver mi fría expresión y mi ropa.
Visto con ropas oscuras y poco reveladoras... Nada llamativo...
—¿Vienes por el trabajo?— preguntó sonriendo nuevamente.
—Eh... sí.— le respondí asintiendo y me dejó pasar.
La casa era grande; pero nada que no pudiese manejar, me llevó a algo que parecía ser un despacho o oficina en el primer piso, para discutir sobre el empleo.
—Y... dime, ¿Por qué quieres el empleo?— preguntó tomando un cuaderno y un lapicero.
—Estoy por entrar a la universidad y tengo que pagar mis gastos, tanto personales como universitarios.— respondí restándole importancia.
La mujer hizo un tipo de anotación en su cuaderno asintiendo.
—¿Tienes algo para decir?— preguntó la mujer expectante.
—Sí, primero: no hago trabajos pesados mientras estoy menstruando, segundo: no voy a permitir maltratos ni físicos, ni verbales, y tercero: no me hago responsable sobre problemas que tenga con personas de esta casa o invitados; si alguien me hiere voy a responder.— respondí como si no fuese yo la que necesite el trabajo. Si hay algo que me caracteriza es mi honestidad.
La mujer quedó boquiabierta, mirándome como si no me creyera lo que acaba de decir. Después de salir de su trance sacó un contrato de un cajón y me miró pasandomelo junto a un lapicero.
—Este sería tu contrato claro, si estás de acuerdo a firmarlo. El contrato tiene varias cláusulas, algunas de ellas son; que tendrás un sueldo fijo pero, se te pagará la universidad y se te cubrirán todos tus gastos universitarios. Otra de las cláusulas es que tienes un horario de trabajo que comienza media hora después que sales de la universidad y termina a las diez p.m., pero tienes que preparar el desayuno todos los días.— dijo la mujer señalándome con su lapicera los lugares donde se encontraban las cláusulas.
Luego de leer atentamente el contrato firmé.
—Soy Mery Jhonson y será un placer tenerte aquí.— dijo extendiendome su mano, la cuál recibí.
ESTÁS LEYENDO
Mi negro Corazón.©[En Edición]
RomansaSi crees que un corazón dañado solo se puede arreglar con un corazón puro y bueno... Estás muy equivocado, porque mi corazón dañado lo arreglo un idiota; un tremendo idiota... Emili: toda su vida la hicieron sufrir por algo de lo cual ella ni siquie...