7. Pinturas y carreras.

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Melissa Dagger

Mi habitación se asemeja a una exposición de arte, sobre sus paredes blancas yacen pinturas y diseños que había hecho en el transcurso de mi niñez. En un principio fue una forma de escapar de todo lo que estuviera relacionado con mi padre, dado que no era nada menos que discusiones con mamá, drogas, mujerzuelas y enfrentamientos con rivales. Posteriormente, descubrí que los colores y el lienzo eran lo mío, mis obras se volvieron más elaboradas, su esencia no emergía de mi inapropiada niñez, si no que fue siendo evidencia del talento que me heredado mi abuelo, donde poco a poco se definía un estilo propio.

Un día en mi inocencia, invité orgullosa a mi abuelo para que mirara el nuevo vestido que le había pintado a una de las princesas encuadradas en mi habitación, la sorpresa en sus ojos causo que ese momento se convirtiera en uno de mis más valiosos recuerdos. Lo único que pronunciaron sus labios mientras observaba el cuadro fue: ‘Mi niña, si esta obra de arte es solo con tener 6 añitos, estoy seguro de que serás una gran diseñadora de moda.” Desde ese preciso momento mi abuelo y mi madre, se encargaron de introducirme en el mundo de la moda, me llevaban a cada pasarela del país por más pequeña que fuera solo con la misma intención que yo lo hacía, para hacerme escapar del agitado mundo que nos ofrecía mi padre. Todos menos mi padre que mostraba una actitud indiferente, trataron de conservar cada una de mis pinturas y dibujos por lo que tenía cada uno de ellos en mi habitación ordenados desde el más antiguo hasta el más reciente, era como una línea de tiempo donde se podía ver la evolución de mi talento.

La diversidad entre los cuadros dividía la habitación en dos ambientes muy distintos, donde en una parte se podía palpar la pesadez de la vida ofrecida por mi padre, y en la otra se sentía la ligereza del talento que me había heredado mi abuelo. Usaba esta diferencia según la necesitará, por el momento debía leer la investigación sobre los dos nuevos clientes que me había entregado Luis, entonces me dirigí a la parte de mi habitación que coincidía con este trabajo. Al leer cada página puede evidenciar que en estos hombres no había nada de sospechoso, sin embargo, los tendría en lista de espera para ponerlos a prueba.

Me levanté en dirección a la puerta para salir en busca de Luis, teníamos que renovar las rutas y estrategias de trabajo, pero este llamo antes de que yo pudiera llegar a ella.

—Señorita, le traje de merendar mientras hablamos de los cambios que hay que hacer —. Lo  hice entrar a lo que el tomo asiento en el sillón frente a mí.

Este traía en sus manos un recipiente con frutas troceadas en cubos, entre ellas manzana, piña, fresa y kiwi. Al instante se me hizo agua la boca y le quité el recipiente de sus manos.

—Oh por Dios —, puse varios trozos en mi boca— como amo estas cosas —. Cerré los ojos mientras disfrutaba de aquel plato.

—Sabía que le gustaría — Dijo complacido— ¿Podemos empezar con los cambios? — Se recostó en el asiento confiadamente.

—Por supuesto, pero me gustaría que… — Me distraje con un trozo de kiwi y otro de fresa juntos.

—¿O prefiere terminar de comer? — Soltó una risita.

—No no, puedo concentrarme —. Tome seriedad, erguí mi postura y hable mirándole a los ojos— Me gustaría que me dieras un resumen de las últimas rutas y sus resultados, de esta manera podemos decidir que conservar y que no.

Luis buscó en la libreta que traía los registros y los leyó en voz alta.

—Durante los últimos dos meses hemos estado trabajando por vía terrestres en horas de la madrugada, con cargamentos de mercancía distribuidas entre 200 kilos en cada recado —. Hizo una pausa inclinándose en mi dirección para revisar que le estuviera prestando atención, a lo que yo asentí mientras disfrutaba un trozo de piña— Entre las 2:00 am y 4:00 am de un día se reciben entre 1.800 y 2.000 kilos, lo que a la semana nos da unos 14.000 kilos.

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