8. Helado.

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Edward Walton

Caminábamos en dirección a la salida del enorme edificio, todo iba en cámara lenta, desde abogados con maletines de cuero hasta el personal de limpieza. Podía oír como una empleada es agredida verbalmente por su superior, y también como alguien usa su persuasiva voz para conseguir algún negocio importante. El vestíbulo de este lugar esta congestionado, demasiadas personas enfocadas en cosas diferentes hacían que chocaran unos con otros, alguien intentó saludarme por ser el conocido hijo de mi padre, pero lo esquive con agilidad, el número de personas en este lugar me estaba sofocando, o tal vez era el ambiente que lo hacía.

En otras circunstancias, quizás para otra persona como un niño, podría ser de admirar este lugar, con sus enormes paredes de un blanco brillante y tonos grises que le daban ese toque empresarial, su fachada constaba de múltiples ventanas de vidrio que permitía la entrada de luz solar, lo que le hacía parecer alguna especie de diamante enorme en medio de la ciudad. Para cualquier otra persona podría ser una vista magnífica, para mi representaba opresión, sistema, un brillo engañoso que te envuelve en las trampas del dinero.

Comenzaba a faltarme el aire.

Mis pasos se aceleraron seguidos por los de mi hermana al oír la puerta del ascensor y el sonido de los inconfundibles tacones de mi madre, junto a los gritos de mi padre en un intento de que me detenga.

Todo se volvía borroso.

Salimos del edificio y el aire caliente de la agitada ciudad golpeo mi rostro. No es el aire que necesito, este no logra entrar a mis pulmones.

—¿Edward? — Me pareció oír la voz de mi hermana, pero mi cuerpo estaba inmóvil— No es momento para un ataque de pánico —. Los pasos de mis padres estaban cada vez más cerca— Escúchame, estás bien —. Ella comenzó a frotar mis brazos en un intento de desviar mi atención a ese contacto.

—Están cerca… No puedo respirar.

—Si puedes, por favor respira conmigo —. Hice un enorme esfuerzo, eché la cabeza hacía atrás para conseguir un aire más fresco del que me ofrece la ciudad. Ella seguía frotando mis brazos y concentré mi mente en eso.

—Bien, estás bien —. El alivió fue evidente en su voz al darse cuenta de que pude enfocar la vista y que mi respiración se había normalizado—. Aquí vienen Edward — Nos volteamos en dirección a los gritos que provenían de nuestras espaldas.

Este traía en sus manos una carpeta que usaba para apuntar en mi dirección, mientras me recordaba todas las razones por las que era un mal hijo. Él siempre había dicho que yo era un mal agradecido, que no sabía todo el sacrificio que había representado mi crianza para mamá y para él, que si no hubiera sido por su cobertura financiera no tendría nada en esta vida, que él me había dado las oportunidades que en su juventud nunca tuvo, y que yo no las valoraba, me amenazaba constantemente con borrarme del testamento si no comenzaba hacer las cosas bien, lo que en su lenguaje quería decir que debía hacer todo lo que él quisiera, decía que no tenía lo necesario para manejar negocios, que siempre me iban a estafar por mi falta de madurez, que por esto quería darme un negocio fácil, para que al menos tuviera con que tener una vida decente. No pudo evitar mencionar la ocasión en la que tuvo que comprar mis notas en la universidad, ya que estuve internado en una clínica por semanas… Esto había sido su culpa, y él no lo acepta.

—Papá, las personas nos están mirando —. Es la segunda vez que mi hermana intenta detener el humillante discurso, pero el solo la ignora amenazando con que la próxima agredida sería ella.

A veces me pregunto ¿Qué sería de mí, si hubiera estudiado en una universidad pública con habitación compartida, y trabajo de medio tiempo? Sin la presión de complacer a mis padres ¿Hubiera sido más valiente? Por el momento, solo hago lo de siempre, mantener la cabeza gacha para evitar problemas mayores.

Uno De TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora