Uno De Tres

13. Sospechas.

Melissa Dagger

No esperé que Luis abriera mi puerta para bajar del auto, salí con urgencia hacía mi habitación. La casa está sola a excepción de los vigilantes, el resto del personal de seguro ya duerme. La privacidad de mi habitación me permitió sentir con intensidad un nerviosismo que conozco bien, tanto que la pañoleta en mi cuello comenzó a cortar mi respiración, así que la arrebate de su agarre con fuerza y la tire al suelo, lo mismo hice con el cinturón que me quita la tranquilidad al moverme con su fuerte agarre, del mismo modo los tacones quedaron en un extremo de la habitación a causa de mi fuerza al deshacerme de ellos.

Alejé mi piel de todo contacto con cualquier prenda de cuero que la aprisiona, hasta quedar en ropa interior y poder recibir una suavidad similar a los abrazos de mi abuelo, pero en el pijama beige diseñado especialmente para mí. Deje caer mi peso sobre la cama, cerré los ojos y me concentre en sentir como mis pulmones se llenan de aire y lo expulsan con cada respiración. Un vacío en mi interior que siempre ha estado, me dice que no podre dormir esta noche, porque debía llenarlo, aunque no sepa con que, un vacío que es puntual luego de cada trabajo en el mundo que me enseño mi padre. Estoy agotada y nunca me he permitido aceptarlo.

Alguien tocó a la puerta y más que sorpresa me causó molestia por la imprudencia que significa la hora, pero al abrir note que era mi querido amigo con dos vasos de leche caliente.

—De seguro no logrará conciliar el sueño después de lo agitada que estuvo esta noche, así que le traje leche caliente para que se relajé un poco —. Sonreí de labios con ternura y lo hice pasar.

—Gracias, un gesto muy oportuno de tu parte —. Tomé mi vaso y me senté sobre la cama, mientras él toma asiento frente a mi bebiendo de su vaso.

—Descansé, a primera hora debe terminar los preparativos de su línea de ropa —. Me recordó, pero yo no levanté la mirada si no que la mantuve en el fondo de mi bebida.

—¿Me permite decirle algo? —. Pregunto mirándome a los ojos. Asentí.

—El desorden de sus prendas en el suelo, me dice que algo volvió afectarla esta noche, y no creo que fuera el accidente, es más bien eso que usted no logra identificar pero que la mantiene tan inquieta.

—Estoy bien.

—Melissa — Pronunció con suavidad al levantarse en dirección a la salida—, como quisiera que me escucharás más, no sabes que soy el único que puede notar como pides auxilió en silencio, ni que soy quién puede ayudarte… Soy lo único que te dejó tu madre.

—No tienes derecho de nombrarla —. Advertí.

—Estaré cuando decidas aceptarme como ayuda, así como llegaré siempre hasta donde tú me lo permitas. Te dejó descansar —. Salió de la habitación sin decir más, pero con lo que me pareció que era angustia en sus ojos.

La leche caliente poco a poco fue disipando la inquietud en mi pecho causada por el recuerdo de me había traído el accidente de esta noche, donde una pequeña yo temblaba de miedo en los asientos traseros de un auto que era participe de mi secuestro, y que corría sin control para huir de mi padre que intentaba rescatarme, pero causando todo tipo de accidentes en el camino para el horror de mis ojos. El último sorbo de leche terminó con este recuerdo, pero en su lugar trajo consigo la duda a causa del comportamiento de Luis, quien me sorprendió por ser tan oportuno, pero también me hizo molestar por nombrar a mi madre con tal atrevimiento. Tiene razón en decir que es lo único que me dejo mi madre, porque su padre tenía años trabajando en los negocios de mi madre, y muchas veces Luis y yo fuimos compañeros de distracciones mientras su padre y mi madre trabajaban juntos, tanta fue la cercanía que pedíamos ir a la casa del otro para jugar, fue de los pocos niños que conocí en mi infancia y el único que permaneció a mi lado a pesar de la muerte de mi madre, suceso que dio lugar a una vida triste y sola, dónde Luis es lo único bueno que permanece.