2. La casa del lago.

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Edward Walton

 
Esto es increíble, la alegría en mi pecho es inmensa. Había cumplido mi sueño y estaba llenando de orgullo a mi familia. Ellos me esperaban a las afueras del auditorio luego del acto ceremonial de mi graduación, había decidido estar solo aquí por unos minutos, para ver pasar ante mis ojos todos esos momentos buenos y malos por los que pase para llegar a tener este papel en mi mano.

 Diseñador Industrial Edward Walton

Vale la pena el enorme esfuerzo, las lágrimas y el cansancio. Muchas veces quise renunciar, pero aquí estoy y no me arrepiento de haberlo intentado. Estoy de pie sobre el escenario del auditorio, recordando todas las veces que estuve aquí exponiendo diferentes temas y diseños, debates e hipótesis, y que en cada una de esas oportunidades solo me imaginaba con este papel en mi mano frente a muchas personas aplaudiendo. Baje del escenario y camine por los pasillos de la institución en dirección a la salida, pero antes me detuve en el salón donde hacíamos los planos en digitales, con esas enormes pantallas como escritorios, donde teníamos que plasmar ideas, números, planos, medidas y estadísticas. Admito que fue la materia que más odie por el estrés que me causaba, pero hoy soy el mejor en ella. Las paredes de este pasillo están repletas de trabajos hechos por alumnos ejemplares, y me enorgullece decir que muchos de mis trabajos están plasmados allí. Solo puedo agradecer, agradecer por tantas oportunidades que tuve aquí, por tantos tropiezos que me enseñaron y por tan bonita experiencia.

Mi familia se encontraba junto a mi auto de colección, un Mercedes 300 SL roadster de los 60s. Tengo varios modelos, pero este en especial es mi favorito, y había decidido salir graduado manejando este modelazo.

—¡Estoy orgullosa de ti mi pequeño! — Mamá corrió hasta mí y me abrazo, beso mi cara por todos lados como lo hacía siempre que algo la emocionaba.

—¡Déjame ver a mi muchacho, mi empresario! — Papá prácticamente me arrebató de los brazos de mi madre, y me abrazo firmemente con varias palmadas en la espalda.

—¡Estoy orgullosa de ti cabeza de piña! — Mi hermanita menor se acercó con los ojos cristalizados, su abrazo fue muy suave y estaba lleno de ternura.

Me separé un poco de ellos y fui el centro de atención por unos minutos, todos me miraban con mi título en la mano como si fuera la más grande maravilla del mundo.

—Gracias familia, los amo tanto —. Mi voz se quebró, todos aplaudieron y dieron voces de jubiló—. Para celebrar, esta vez conduciré yo y les invitare el almuerzo—. Subí al carro, pero papá me detuvo.

—No hijo, déjame invitar yo, te tengo un regalo y empieza desde el almuerzo.

—Oh bueno, lo acepto, pero debo conducir yo —. Afirme.

—Si papá, porque ya es demasiado que nos esté dejando subir a su reliquia de carro viejo y anticuado—. La pequeña morena puso los ojos en blanco.

—Vamos a ver si dices lo mismo cuando me pidas que te lleve a eventos de etiquetas y fiestas. “No Edward, yo no voy a llegar en un escarabajo de carro, llévame en el descapotable”—. Imité su voz, y de inmediato recibí un golpe en la parte posterior de mi cabeza.

—¡Yo no hablo así!

—Niños basta, hoy no es día para discutir—, mamá toco el puente de su nariz buscando conservar la calma— niño de 24 y niña de 16 —. Dijo por lo bajo.

—Yo no soy un niño —. Mencioné con recelo, e hice rugir el motor de la belleza en mi poder, y comenzamos a avanzar por la larga carretera en busca de un lugar para almorzar.

¿Sabes todas las veces que sueñas con un momento? Te imaginas una y otra vez en esa escena, mantenido tu enfoque en ella porque nada te detendrá. Pues lo logré, ¡Yo lo logré carajo! ¡Soy el puto diseñador industrial que va voltear la industria!. Fuimos a comer en un restaurante donde solo servían pastas, todo tipo de pastas, como las puedan imaginar. A mamá le encantaba estos platos, y podía entender la razón. No solo te servían platos excepcionales, sino que además te contaban su historia, se encargaban de enseñar la historia detrás de la pasta. Mis respetos para la persona a quien se le ocurrió imprimir letras, en un plato de comida, con la intención de contar una historia sobre el platillo en cuestión.

Uno De TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora