11. Indefensos.

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Edward Walton

La cercanía fraternal en el suelo de su habitación nos retuvo algunas horas, como una forma de posponer la lucha que tenemos en frente, tratando de recargar fuerzas, quizás, o buscando que la calidez de nuestro abrazo transforme la realidad en un entorno de paz y sin heridas. Pero el impulso producido por el mismo dolor e impotencia nos obliga a salir de nuestra comodidad, nos obliga a demostrar nuestro desacuerdo con lo impuesto en nuestro entorno, a demostrar que podemos ser más fuertes y desafiar a quienes nos someten aun cuando esto represente un sacrificio para nuestra propia persona… Por esto, nuestros pasos al salir de su habitación son tan sigilosos como de quién no quiere ser descubierto en una misión secreta, y eso es, una misión secreta. Subimos al último piso en dirección a una de las últimas habitaciones de invitados, dónde está el error de construcción más perfecto que puede existir, dónde desde hace algunos años mi hermana y yo comenzamos a juntar dinero, para que en un momento como este nos fuera de ayuda. Ella fue quien entró detrás del armario por la ventaja que le brinda su estatura, usando sus cuatro extremidades de soporte cómo cual niño que se moviliza de esa manera. El dinero estaba dentro de una lonchera vieja, llena de polvo por el abandono del pequeño pasillo, Sofía la empujó hacía mí y cuando pensé que sería su turno de salir se regresó.

—Ey, sal ya —. Ordené, y tras un par de minutos ella salió con una pequeña muñeca de cabello rubio empolvado, y vestido rosa un poco rasgado.

—En ese lugar hay demasiados recuerdos —, el negro de sus ojos volvió a ser brillante, cómo cuando la luna se refleja en el mar, por causa de las húmedas lágrimas que amenazan con abrirse camino en sus mejillas— aún permanecen nuestros juguetes, quisiera llevarlos todos, pero sé que no puedo, así que me llevo a la princesa Sofía, como solía decirle —. Se levantó temblorosa sacudiendo la suciedad de su ropa con la mano libre.

—Volveremos, ese pasillo será la evidencia de nuestro encierro —. Dije esperanzado.

Bajamos las escaleras de nuevo, pero esta vez en dirección al cuarto de cámaras en planta baja donde se encuentran los registros de las grabaciones, desde nuestra niñez hasta la actualidad. Mi hermana volvió a usar sus habilidades con los ganchos de cabello para abrir la puerta, esta sería la parte más difícil del plan, ya que lo único que nos separaba de nuestros padres es una pared a la derecha, donde se encuentra su habitación. Al entrar, imágenes de todos los ángulos de la casa invadieron nuestros ojos, desde las múltiples pantallas que las transmiten, de inmediato nos dirigimos a la estantería con el registro más antiguo, empezando a guardar las grabaciones en nuestros bolsos, tratando de obtener la mayor cantidad posible de evidencia sobre nuestra niñez.

Evitamos hablar, nuestra comunicación se limitó a miradas y señas para hacer el menor ruido posible para no despertar a nuestros padres, pero cuando tome la última grabación se escuchó lo que parecía ser un choque de autos desde la avenida. Mi corazón comenzó a latir veloz, en el rostro de Sofía había terror puesto que el ruido pudo dificultar las cosas, así que tomamos nuestros bolsos rápidamente junto al dinero en la lonchera, la muñeca de mi hermana y mi regalo de cumpleaños para salir de allí, pero una explosión nos detuvo antes de que pusiéramos un pie fuera del cuarto de cámaras, seguido; un grito de mi madre confirmando que ya no estaban dormidos. La suerte ya no estaba de nuestro lado. De inmediato nos escondimos detrás del último estante, donde hay unas cajas que servirán de obstáculo visual desde la puerta y así evitar ser descubiertos en caso de que entren. Desde la avenida se oía el alboroto de las personas a causa de la explosión, observamos a través de las pantallas como nuestros padres salen de la casa preguntándose que pasaba.

—Edward, ¿Dónde estacionaste el auto? —. La respuesta a esa pregunta me inquietó, ambos la sabemos.

—Esta en la calle de en frente —. Respondí con lentitud. Mi auto no pasa desapercibido, así que sabrán que estamos aquí.

Uno De TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora