6. Pétalos rotos.

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Winston Hill

 
Guarde los documentos que me parecían relevantes en mi maletín, ordene un poco el desorden en el escritorio y salí de esa sucia oficina. Lo primero que note al salir fue el cambio en el aire, porque en verdad esa oficina apesta, lo segundo fue que la agencia estaba vacía a exención de la bonita mujer que es mi asistente quien permanecía sentada en uno de los escritorios del lugar, leyendo algún mini libro hasta que se percató de mi presencia.

—Jefe, disculpe mi descuido —, se bajo del escritorio apenada por cómo estaba sentada— esperaba por usted.

—No era necesario Susana, eso ya lo hemos hablado —. Le quité importancia y fijé mi atención en lo vacío que estaba el lugar— ¿Acaso aquí nadie hace turnos?

—No jefe, justamente eso quería hablar con usted. Esta agencia no tiene un cronograma de turnos y por lo que pude observar, tampoco cuentan con el personal capacitado para cubrir un turno nocturno —. Volví a pasarme las manos por mi corto cabello en señal de estrés.

—Avisare de inmediato a la agencia más cercana para que nos respaldé en terreno o cualquier otra emergencia. Además, emite un reporte a los noticieros informando que esta agencia de policías no está operativa, así evitamos que la comunidad cuente con esta pocilga hasta que yo logre colocar todo en su lugar.

—Como usted ordene jefe. ¿Ha pensado en pedir refuerzos de oficiales de otras agencias? Si lo hace, reduce la inactividad y puede implementar más presión en los oficiales que están aquí —. Tiene razón, yo solo no puedo hacer funcionar este lugar, me tomaría mucho tiempo y gastaría energías de más.

Deje que ella se encargara de conseguir el apoyo, luego ambos salimos de aquel lugar cerrando todas las puertas para dirigirnos a nuestras casas. La verdad es que podría acompañarla a la suya, pero quiero evitarme más problemas de los que ya tengo, porque amo mi profesión, pero de alguna manera esta me había quitado mi vida personal y ya no sé cómo recuperarla. Susana me miraba con nostalgia mientras marcaba el numero de un taxi, le estaba costando demasiado esta frialdad entre los dos, la admiro y estoy agradecido con ella por hacerme este favor, pero no niego que a mí también me duele. Nos despedimos formalmente, luego emprendí mi camino a casa.

Camino a casa que muchos encuentran reconfortante, pero yo… Yo lo encuentro vacío, yo lo desconozco. Porque todo lo que se debería sentir como un hogar ya no está, ya no hay de esa calidez cada mañana con un buen café, ni las risas por las tardes de mi pequeña versión… Y ya no hay una mujer que adorne el lugar cuando llegue, ni que me reciba con un abrazo suave al entrar a casa porque se ha ido. En su lugar, en lugar de todo esto solo queda lo rutinario, el frío silencio de cada mañana antes de la rutina, el vacío en la habitación y una mujer ausente.

Normalmente iría a 90 kilómetros por hora en dirección a casa, pero más que velocidad necesito paz, paz que de alguna manera busco conseguir en el lento andar de mi moto. O quizás solo busco reunir las fuerzas para enfrentarme a mi casa, o ensayar mentalmente lo que voy a decir o hacer mientras estuviera en ella, para intentar hacer todo más llevadero. Deje la moto en del garaje y atravesé la puerta dentro de el en dirección a la sala de estar, y como siempre, me hizo falta esa delicada mujer que me recibiera al encuentro. Las luces estaban apagadas a excepción de la de nuestra habitación y deduje que ella estaba ahí. Divague antes de tocar la puerta.

—Pasa Winston —. Dijo con fatiga. Observé a su alrededor y pude notar que casi nada había cambiado desde el día anterior cuando me fui. No había demasiado desorden, solo unas almohadas fuera de lugar, algunos platos sucios y envolturas de dulce.

—¿Puedes dejar por favor de inspeccionar la habitación como si no fuera tuya? — Desde un tiempo para acá su voz había dejado todo brillo y entusiasmo, e incluso no había mínimo rastro de su natural dulzura.

—Lo siento —. fue lo único que supe decir mientras me quitaba la ropa para irme a la ducha. Ella solo le quitó importancia.

—Si tienes hambre, en el horno hay lasaña —. Por un momento eso me tomo por sorpresa, pero luego recordé que pudo ser su madre quién la preparará.

—¿La has preparado tú? — No hice esfuerzo por ocultar la ilusión. Ella solo me dio la espalda y se cubrió con las sábanas.

—Estoy cansada, hoy ha sido un día largo para mí y supongo que para ti también.

La extraño tanto…

—¿Sabes dónde está mi blusa para dormir? — Su voz sonaba cansada, pero no dejaba de ser dulce.

—¿La que era mía no? — Deje lo que estaba haciendo para acercarme a ella, pero al verla no pude evitar reírme a carcajadas.

—¿De qué te ríes? Quiero dormir.

—Amor, la tienes puesta —. Inmediatamente su rostro se cubrió de vergüenza.

Siempre me hacía reír con cosas muy simples…

Estaba envuelta entre mis brazos como si buscara refugiarse de algo, mientras yo no me siento capaz de cuidarla de eso a lo que ella le huye.

—¿Recuerdas el día que nos conocimos? Tomaste mi turno para comprar el boleto de avión por accidente y estabas muy avergonzado —, hizo una pausa para tomar aire y yo iba a responderle, pero ella siguió hablando— lo que nunca te dije, es que dejé que lo hicieras porque me iban siguiendo y necesitaba crear una distracción. Empezaste a conversar conmigo y me salvaste de un posible secuestro —. La tome del rostro buscando una explicación— Gracias por ayudarme cuando mis ojos gritaban auxilio, gracias por mostrarme desde el primer instante lo grande que puede llegar a ser tu corazón. Eres todo lo que siempre me falto y prometo ser todo eso para ti.

Me robo el corazón en un instante…

 —¿Puedes ver la diferencia entre mi departamento anterior y este? ¿Ves cómo es más bonito y cálido? Todo eso lo hiciste tú, te encargaste de llenar de calidez y ternura cada rincón de mi oscura vida, me ayudaste a sanar tantas cosas… Lucy, te prometo que serás la única reina de este lugar y de mi corazón, porque nadie más lo merece.

Es tan hermosa en todos sus sentidos…

—¿Quieres casarte conmigo?— Mi rodilla estaba sobre el suelo cubierto de pétalos de rosas, esperando su respuesta, aunque estoy seguro de cual será porque estaba completamente enamorada de mí.

—Claro que sí, te elegiría una y mil veces más —. Me dio su mano y coloque el anillo de compromiso en el dedo adecuado, me levante y la bese de la manera más tierna que pude.

Extraño tanto esos días cuando solo éramos nosotros y la felicidad, nosotros y las caricias junto al amor.

Salí de la ducha y me coloque un short para luego divagar entre dormir en el sofá como ha sido costumbre las últimas semanas, o dormir junto a mi esposa. Me costó un poco, pero tome la fuerza de voluntad para entrar bajo las sábanas junto a ella, la abrace por la espalda, pero estaba dormida y fría… Me prometo luchar para que vuelva la calidez entre nosotros, lo prometo.

Uno De TresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora