Crónicas de un criminal. La danza de la muerte (3)

Capítulo 10

Ryuu

1987

-Entonces... no hay modo de repararla ¿cierto? -le pregunto Ryuu con decepción al herrero, quien miraba la espada rota entre sus manos, como si fuera algún animal herido que le inspiraba compasión.

-Es una gran espada Ryuu -comenzó a decirle Atsuji-, pero me temo que no hay nada que hacer por ella, esta partida de una manera brusca y sucia; no es como si una espada la hubiera cortado ¿con qué dices que fue que se rompió?

-Con una tonfa... de metal -le contestó, haciendo una mueca al recordar ese momento.

-Bueno, por eso mismo, es muy difícil poder volver a unirla. La verdad es que no me arriesgaría a desperdiciar material en tratar de salvarla. Es un arma muy bella, no te mentiré; se nota el método tan tradicional que usaron al crearla. Pero si te soy sincero, quitando todo eso de la cultura y la tradición... las espadas hechas de ese método no salen muy eficientes. De hecho, me sorprende mucho lo tanto que te duro ¿Cuántos años dices que la usaste?

-Eso no importa, solo... ¿de verdad no hay nada que puedas hacer? -le volvió a insistir Ryuu, casi desesperado.

-Podría tratar de soldarla, pero solo serviría como mera decoración; si trataras de dar un golpe con ella, por más ligero que fuera, la espada volvería a partirse por la mitad, e incluso ni siquiera sería capaz de cortar lo suficiente como para que el golpe fuera letal. Olvídate de volver a utilizarla en la batalla Ryuu.

-No quiero utilizarla en batalla, para eso ya tengo la otra espada... -comentó, casi con desprecio, desviando la mirada-; es solo que... tengo que llevarla a un lugar, y no quiero que se vea toda rota y dañada ¿entiendes? No me importa si solo sirve para decoración o lo que sea, solo no quiero que se vea... así.

-Bien, en ese caso, creo que, si la soldó por medio de la forja, podría unirla.

-¿Qué pasa? -Kazuma interrumpió al herrero y al muchacho, tomándolos de sorpresa al entrar a escena, haciendo que Atsuji se entumeciera, bajando la mirada-, Ryuu ¿Por qué carajo sigues aun aferrado con ese trozo de chatarra ¡olvídate de ella ya y tirala a la basura! -le comenzó a decir al muchacho, de manera burlesca-. Cielos, hasta parece una ex novia de la que no te quieres deshacer.

-No lo entenderías -se limitó a contestarle Ryuu, a lo que tomó la espada rota en su funda, entregándosela a Atsuji-, haz lo que puedas con ella... y gracias -le dijo, de modo amable.

Atsuji tomó la funda con la espada con inseguridad, mirando temeroso a Ryuu, para después mirar a Kazuma, como si esperara que este le diera el buen visto para que la fuera a reparar. Ryuu al notarlo, decidió salir en su propia defensa, para que Atsuji pudiera hacer el trabajo sin miedo a las represalias.

-Solo la quiero como mera decoración. Un recuerdo de mis días pasados ¿acaso tiene algo de malo eso? No quiero deshacerme de ella, pero tampoco quiero conservarla toda rota y dañada. No la volverle a usar, eso claro está, pero si la voy a conservar, y al menos quiero que se vea presentable.

Kazuma torció los ojos, fastidiado, a lo que finalmente hizo un ademán de afirmación, y permitió que Atsuji se llevara la espada rota para trabajar con la herrería. Ryuu suspiro, satisfecho de que su jefe no le pusiera más objeciones, pero antes de que él también pudiera irse, este lo tomó del brazo con fuerza, acercándose al oído para poder murmurar unas palabras.

-A mí no me engañas muchacho, se exactamente para qué quieres esa maldita espada reparada -le comenzó a decir Kazuma, con voz siniestra, ocasionando que Ryuu sintiera escalofríos, y su piel se erizara; recordando el momento exacto en el que él y Kazuma cruzaron caminos por primera vez-. Mándale saludos a tu madre de mi parte ¿quieres? -termino de decir, soltándole el brazo, esbozando una macabra sonrisa burlesca; para posteriormente, también abandonar la habitación, dejando a Ryuu paralizado, de pie en medio de la habitación, tragándose su rabia.