Capítulo 15

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Me duele la cabeza, y las piernas ya no las siento. Tengo frío. Me siento mal, me siento... muerto. Mi cuerpo estaba temblando mucho, al borde de que tuve que apretar sobre mi cuerpo en un patético abrazo las escasas sábanas de la cama para poder soportar los escalofríos que recorrían mi espalda.

Quiero vomitar. No logro... concentrarme en nada. Como si una espesa bruma estuviera en mi mente, y no me dejara poder enfocar mis pensamientos en algún lado. No he podido dormir bien en días... semanas ¿quizá meses? La percepción del tiempo la perdí ya hace mucho, que es como si llevara una vida entera en ese estado.

Tal Vez... no estoy hecho para esto. No estoy hecho para nada. ¿Qué es lo que he hecho con mi vida? Solo eh lastimado a las personas... a desconocidos y a amados. Solo destruyo...

-Ya te habías tardado en darte cuenta -escuché una voz conocida de repente, dentro de mi cabeza. Por un segundo me asuste, y levanté la mirada, pero supe de inmediato que todo era parte de mi cabeza, cuando reconocí esa maldita risa burlona.

Ahora escuchaba voces. Justo lo que me faltaba.

-Siempre estuviste loco, pero no quería aceptarlo. Un desquiciado egoísta que solo pensaba en sí mismo. Pero querías ser el héroe de la historia ¿no? -volvió a decirme la voz, riendo.

-Cállate -murmuré en voz baja, apretando las sábanas con más fuerza, hundiendo mi rostro en el colchón viejo.

-¿Vas a negarlo? Sabes que todo sería más fácil si dejaras de creerte el niño bueno, y abrazaras la oscuridad que tanto yace en tu alma. No hay peor escoria que la que cree no serlo, y se aferra a no aceptarlo. Y lo sabes.

-Solo cállate... cállate.

Aunque había cerrado la ventana, eso no impedía que me siguieran dando escalofríos por todo el cuerpo. No sabía exactamente si era por el frío, o por el síndrome de abstinencia.

No había calefacción en el cuarto, así que tuve que arreglármelas como pude, colocando las escasas sábanas en mis piernas y parte del pecho, y mi chaqueta de cuero en el pecho hasta la cabeza. Pero no paraba de temblar, no importara lo que hiciera, no podía parar de temblar.

Después de haberme gastado todo el dinero que tenía en mi cartera y en la guantera de Chucho en cuantas porquerías y estupideces que callaran mis pensamientos... finalmente me había quedado con no más de 10 dólares para gastar. Y por las bajísimas temperaturas de la noche, producto del crudo invierno, dormir en el auto no era una opción. Así que después de vagar por la pequeña ciudad anexa, encontré un hotel que me daba cambio.

El lugar olía a orines de gato, y era ridículamente pequeño; no más de tres metros por dos cuadrados. Un colchón, que estaba nada de zafársele todos los resortes, y un mueble de madera deteriorado donde pude lanzar mis pocas pertenencias, y una ventana tan sucia y llena de polvo que era imposible ver al exterior sin tener que abrirla

Extrañaba mi departamento, mi cuarto, esa ventana que se trababa siempre que intentaba abrirla, ese estúpido foco que colgaba mal de la pared, y cada vez que encendía temía por que se cayera. Extrañaba mi hogar... extrañaba tanto ese departamento del que toda mi vida me queje.

-Eres un pedazo de mierda ¿alguna vez estuviste feliz con algo? Solo sabes quejarte y quejarte. Tenías una buena vida. Tú solo la arruinaste.

-Cállate... -murmure con dificultad, apretando los ojos, y colocando la delgada almohada sobre mi cabeza.

Pasé dos días encerrado en aquella habitación, sin salir, ni comer, ni levantarme de la cama. Mi primer pago ya había expirado, así que cuando comencé a escuchar los golpes en la puerta, supe que se trataba del condenado dueño del hotel.

Crónicas de un criminal. La danza de la muerte (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora