Capítulo 3

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Michael/Esaú

-No estás nervioso ¿o sí? -le preguntó Chucho a Michael mientras conducía, a lo que este solo se giró, mirándolo despectivamente.

-¿Nervioso de qué? ¿De qué hablas? -le dijo, en un tono agresivo.

-Michelle te dijo algo antes de irnos. Y no sé qué fue, pero la cara de muerto que pusiste no fue un buen presagio.

-No me dijo nada, solo que hay que tener cuidado con esos imbéciles. Somos muy poca gente para esta misión, y sin ánimos de ofender... pero los únicos "productivos" aquí somos yo y Esaú, así que eso solo me complica más las cosas. No estoy nervioso, solo estoy... pensando en una estrategia.

-Oh siento no ser una asesina déspota sin remordimientos como tú o el fortachón de la moto -le recrimino Nelly desde el asiento trasero, a lo que Michael solo soltó un bufido, molesto.

-Es como si un cirujano le tuviera miedo a la sangre y a las vísceras. No sirve de nada. No somos un montón de montajitos que van a predicar el amor y la paz. Si no tienen la sangre fría para matar a un imbécil, entonces solo son carga muerta inútil.

Hubo un silencio que causó una tensión palpable en el auto. Michael miró a Chucho, y supo que quizá se había pasado un poco con su comentario. Pero no podía retractarse; aunque fuera cruel.

Siguieron por el camino hasta que fueron llegando al centro de tratamiento de agua de la ciudad. Era una estructura enorme que estaba incrustada en una vieja presa que había sido abandonada hace mucho tiempo, que daba entrada a muchas alcantarillas que se extendían por toda la ciudad. Un lugar perfecto para tener una base clandestina.

-Mierda, hay gente... -anuncio Michael al ver como varias personas se movían desde las afueras, indicándole a Chucho que parara el auto con un ademán-. No podemos seguir avanzando, o nos verán venir. Estamos en desventaja por el número, así que el factor sorpresa es lo único que nos respalda.

-¿Entonces entramos en sigilo, tomamos el dinero, y nos vamos? -preguntó Chucho con timidez.

-No exactamente... bueno puede. Quizá haya alguna entrada o algo que nos deje poder ingresar a la base sin que esos tarados se den cuenta. O... podemos crear una distracción para que esas ratas salgan de su escondite, y así nos sea más fácil poder colarnos.

-¿Y qué sugieres?

Michael se quedó en silencio unos segundos, tratando de idear un plan. En eso, en la radio que Chucho aún tenía encendida, escucho las noticias sobre cuerpos de militares que habían llegado a la ciudad. Una noticia de la que él estaba ya más que enterado semanas atrás, pero que aun si... cuando la escucho, casi como si un foco se le hubiera prendido encima de su cabeza, se le ocurrió algo.

-Creo que podemos hacer algo, pero es muy muy rastrero. Romperemos una regla implícita muy sagrada... -Michael pensó un poco, antes de continuar explicando su plan. Pero cuando se vio al espejo, y volvió a mirar su herida cubierta por los lentes, una profunda rabia y resentimiento se apoderó de él, convenciéndolo de actuar-. A la mierda, esos cabrones nunca han jugado limpio. Hagámoslo.

Se separaron en dos grupos. Michael iría con Esaú a hacer la parte más peligrosa, infiltrarse en la base y recuperar el dinero, mientras que Chucho y Nelly harían la segunda parte del plan que Michael les había indicado.

-Tenemos que encontrar alguna grieta por donde colarnos. Con un poco de suerte, el lugar no es tan grande como para que nos perdamos -comenzó a decirle Michael a Esaú, quien lo iba siguiendo desde atrás en cuclillas, rodeando la base entre los árboles.

-Guarda esa cosa -le dijo Esaú, al verlo con su pistola en mano-. Tenemos que ser sigilosos; si es posible, ser fantasmas; esa arma solo nos traerá problemas.

Crónicas de un criminal. La danza de la muerte (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora