Capítulo 17

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No morí.

De la nada, mis sentidos, o al menos la mitad de ellos, despertaron, y tome una enorme bocanada de aire, como si hubiera estado ahogándome, y por fin hubiera podido respirar un poco de aire fresco. La contusión fue tanta, que incluso mi cuerpo se flexiono hacia arriba por el esfuerzo.

Mi vista estaba muy borrosa, y mis oídos no funcionaban bien. Me zumbaba la cabeza, como si estuviera sumergido en alguna alberca. Lo único que podía visualizar a medias era lo que parecía una especie de crucifijo pequeño colgado en la pared, arriba mío.

Escuché el sonido del agua escurriendo, y después una sensación humedad en mi abdomen. Escuchaba voces, pero no lograba distinguir lo que decían, solo eran murmullos al aire entre una mujer y lo que parecía un hombre. Después sentí la sensación humedad en el rostro y en mi cuello. Alguien me estaba limpiando.

Antes de perder la conciencia de nuevo, lo que sí pude ver con más claridad era la persona que me limpiaba. Una chica de cabello pelirrojo muy oscuro, de ojos color avellana, grandes como los de un gato. Pese a que no logre verla tan bien, algo en ella, me hizo confiar, y sentirme protegido.

Algo me hizo sentir que me encontraba a salvo.

Volví a perder la conciencia, y aunque por momentos deliraba mirando la habitación o a la chica, que me movía de la cama siempre, ya fuera para limpiarme o quitarme la ropa, mi noción del tiempo distorsionada junto con los delirios de no saber que eran ilusiones y que era verdad, no ayudaron en nada. Por momentos veía a esta extraña chica, por otros a Astrid, quien me miraba con cariño y amor, y por último, la que me alteraba más, a mi madre. Podía escuchar su voz, podía sentir su preocupación, era como si volviera a ser un niño herido a la que su madre estaba cuidando.

No fue hasta una noche, que desperté de golpe, gritando a todo pulmón, mientras levantaba uno de mis brazos al aire, producto de una horrible pesadilla que había tenido.

Exhale con fuerza, y agitado, trate de levantarme hacia arriba, pero una punzada horrible en el abdomen me impidió hacerlo, ni siquiera permitiéndome flexionar mi cuerpo hacia arriba. Mis piernas no respondieron, lo que me hizo entrar en pánico. Uno de mis oídos zumbaba mucho, como si una bola de agua estuviera incrustada en el tímpano.

Me logre tranquilizar, y deje de gritar, tratando de recordar lo que había soñado y donde estaba; pero mi visión aún no se recuperaba del todo, lo que me hacía mirar mi entorno de forma borrosa, y que mis oídos estuvieran atrofiados tampoco me ayudaba en nada. No sabía dónde estaba, y no lograba recordar; mi mente estaba fragmentada y muy confusa.

-Mamá... ¿Dónde...? -fue lo que murmure, asustado, siendo lo último que podía recordar de lo que había soñado. Mi madre, quería ver a mi madre; una enorme desesperación de querer verla me invadió el pecho.

-Mierda, despertaste -escuche la voz de una chica distorsionada, acercándose a mí, pero tampoco logré visualizar bien su rostro-, tranquilo, no pasa nada, no intentes levantarte -me comenzó a decir, sujetándome de los hombros para que regresara a la cama, ya que aún yo trataba de flexionar mi cuerpo- ¿Cómo te sientes? ¿puedes escucharme?

-¿Dónde...? ¿Dónde mierda...? -comencé a preguntar, pero la sangre subió a mi garganta, obligándome a toser y que las palabras se me cortaran en el aire.

-Estás en la iglesia; bueno en el sótano de la iglesia. Tranquilo, no pasa nada, estás bien, estás a salvo.

-¿Cuánto...? Yo... -volví a tratar de pronunciar, pero la chica sujetó mis hombros de nuevo con fuerza, y trato de inclinarme hacia atrás.

-Calma, calma, estás haciendo muchísimo esfuerzo, no pasa nada, recuéstate, tranquilo.

-¿Dónde está...? ¿Dónde está ella...? -comencé a decir cada vez más alterado y nervioso, sin dejar de moverme. Tener mi visión y mis oídos destrozados comenzaba a desesperarme mucho. No podía distinguir formas, no podía ver mi entorno. Nada.

Crónicas de un criminal. La danza de la muerte (3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora