Ryuu.
1987.
Ryuu miro el mango de su vieja katana, que sobresalía un poco de la tela que había usado para envolverla. Miro el desgaste de las figuras de dragones que estaban en el acero, y las froto con melancolía.
Camino por la acera, hasta llegar a un vecindario familiar. Pese que con los años algunas cosas habían cambiado, la esencia del lugar seguía estando presente, lo que le daba a Ryuu la sensación de calidez, pero de igual modo, a una que le hacía sentir que ya no pertenecía a ese lugar. No después de todo lo que había sucedido desde que lo abandonó.
Cuando llegó hasta el pórtico de una casa, encontró a un hombre con un sombrero de paja, regando las plantas del jardín junto a un chiquillo de quizá 7 años. Parecía que los dos se estaban divirtiendo mojándose entre ellos; hasta que el hombre levantó la vista, y vio a Ryuu frente a la entrada de su jardín, lo que le hizo abrir los ojos como si estuviera viendo a un fantasma.
-Hola... papá -le dijo Ryuu al verlo, con una ligera sonrisa en su rostro; pero que solo demostraba lo incómodo y nervioso que se sentía.
-Kiyoshi... ¿Puedes entrar a la casa un momento? Te alcanzó en seguida -comenzó a decirle el padre al niño, quien dejó la regadera de agua en el pasto. El niño solo le asintió con una sonrisa, corriendo hacia la entrada de la casa.
-Se llama Kiyoshi ¿eh? Vaya, sí que ha crecido -comentó Ryuu, entre risas, pero al ver el rostro frío de su padre, dejó de reírse, apretando los labios y desviando la mirada, metiendo sus manos a los bolsillos de su túnica.
-Ryuu... ¿Qué haces aquí? -le preguntó el hombre, con una mirada llena de desdén.
-Yo... quería devolver algo. Sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que los vi, pero... no sé, pensé que era momento de volver para ver cómo estaban. Les mandé algunas cartas, pero como nunca respondieron, pensé que... bueno, comencé a preocuparme -le explico Ryuu, aun con las manos metidas en la túnica, meneando la cabeza y el cuerpo de un lado a otro, tratando de ocultar su nerviosismo.
-Sí, recibimos tus cartas. Y como ves, estamos bien -le contestó su padre, de manera fría-. Veo que... has crecido.
-Si bueno, ya ves como es el tiempo. No es amable para nadie -otra vez Ryuu trató de reírse un poco, para aminorar el ambiente, pero igual que antes, su padre siguió manteniendo esa misma expresión fría.
La frialdad que mostraba su padre era peor de lo que Ryuu había tratado de prever. De verdad le odiaba... Su padre le odiaba.
-¿A qué regresaste Ryuu? Digo, después de tantos años, pensé que estabas muerto ¿Por qué volver ahora?
Ryuu, aun sin decir una palabra, extendió en sus manos la funda de la katana, quitándole las telas en las que la había envuelto, la extendió hacia su padre, pero este solo dio un paso hacia atrás, frunciendo el ceño, y mirando la funda con desdén.
-Quería devolverles esto. Esta espada es de ustedes, es de... mamá. Y yo solo... quiera entregarla al lugar a donde pertenece. Quería dársela a mamá de nuevo...
-Pues, debo de decirte, que llegas un poco tarde Ryuu. Está muerta -le interrumpió su padre, con brusquedad.
Esas palabras golpearon a Ryuu de tal modo, que dejó de respirar, y una sensación parecida al vértigo se apoderó de él, haciendo que casi perdiera el equilibrio de la impresión.
-¿Mamá? ¿ella...?
-Murió en el parto, al dar a luz a Kiyoshi. La muerte de Akiro y tu desaparición la debilitaron mucho, al punto que para el momento del parto... Fue un milagro que Kiyoshi lograra nacer vivo. Tu madre no resistió, y murió un día después.
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Crónicas de un criminal. La danza de la muerte (3)
Aksi"Quien con monstruos lucha, cuide de convertirse a su vez en un monstruo". Arthur se encuentra en su punto más bajo hasta ahora. El deterioro moral y mental que ha tenido que soportar tras varios acontecimientos trágicos y traumáticos le han llevad...