Ellie
Me senté en el tronco del árbol volcado, mirando a lo lejos. El sol
estaba bajo en el cielo, aún no se había puesto, dándole a todo un
precioso brillo.
-¿Qué demonios estás haciendo, Ell?
Levanté la vista para ver a mi hermano mayor, Jackson, de pie
junto a mí.
---Estás muy cerca de la frontera... Ya conoces las reglas regañó.
Puse los ojos en blanco y miré hacia el horizonte.
-Ni se te ocurra, Ell. Te castigarán por pensarlo siquiera, y estarás con la mitad de las raciones durante un mes —advirtió Jackson.
Puse los ojos en blanco.
-La mitad de nada sigue siendo nada.
Jackson me dio un codazo en el hombro.
-Toma, sé que tienes hambre. -Sonrió.
Miré su mano. Mi boca se abrió de par en par, sorprendida. Era una especie de comida procesada. Nunca comíamos eso, diablos, nunca había visto nada parecido.
-¿Qué... Qué es? ¿De dónde lo has sacado? —siseé, mientras miraba el envoltorio en su mano.
Lo partió por la mitad y me dio una mitad, comiendo la otra él mismo.-
Se llama Choc-o-late-pronunció la palabra-, y si no lo sabes, no puedes meterte en problemas.
Rápidamente empecé a comerlo, saboreando el dulce sabor.
¡Estaba tan bueno!
Me reí,
-y me echas la bronca, sólo porque estoy mirando por encima de la frontera.
Jackson negó con la cabeza.
-Eso es diferente, si los guardias te encuentran, te dispararán in situ.>>Si te encuentran... -Señaló hacia el horizonte-, bueno, Cristo
sabe lo que te pasará... Si los rumores son ciertos -concluyó.
Sacudí la cabeza y apreté los labios.
-Ellos tienen tanta comida que no saben qué hacer con ella, y nosotros... No tenemos nada. Sus animales comen mejor que nosotros.
Me obligué a contener las lágrimas que amenazaban con caer.
Agradecida de que Jackson no viera mi angustia.
Jackson se rió, -son animales Ell.
Puse los ojos en blanco mientras masticaba lo último del bocadillo. Mi estómago aún se sentía vacío, pero la barra de chocolate me había ayudado.
Jackson me puso la mano en el hombro.
-Vamos a volver antes de que nos echen de menos. Tienes que
dormir un poco, quitarte esas ideas tontas de la cabeza.Me levanté y dejé que mi hermano me guiara de vuelta al campo
de trabajo.
Nos íbamos a despertar al amanecer, para desmantelar lo que
quedara del pueblo más cercano a la frontera. Luego llegarían las
excavadoras. Después de eso, recogíamos las rocas antes de que
intentaran arar y plantar.
No eran tierras de cultivo propiamente dichas. Eran los restos
de un antiguo pueblo, demasiado cerca de la frontera para estar
habitado. Además, la comida era escasa.
Si había alguna posibilidad de cultivar algún alimento, había que
aprovecharla.
Había sido así toda mi vida, y la mayor parte de la de mis padres.
Después de la guerra, los humanos se quedaron con las ciudades
y los pueblos. Los hombres lobo se quedaron con los bosques y
las llanuras.
Sólo había que mirar por encima de la frontera para ver el ganado
pastando, los huertos de frutas, los campos llenos de cultivos.
Las ciudades estaban muy bien, pero no se podía cultivar comida
allí. Los únicos espacios eran los parques creados por el hombre.
Ya se habían utilizado para cultivar alimentos. Simplemente no
había suficiente.
La única razón por la que mi hermano y yo sobrevivimos cuando
nuestros padres murieron fue por los campos
de trabajo.
Trabajabas doce horas y recibías una comida. Si es que se le
puede llamar comida. Un guiso de verduras que era más agua que
verduras, y una cama.
Si te pillaban robando comida, era una sentencia de muerte
instantánea. Cruzar la frontera era lo mismo. Si los hombres lobo
no te mataban, los guardias lo hacían.La vida para los humanos era un infierno. Tenía que valer la pena
el riesgo, cruzar la frontera, robar algo de comida y traerla de
vuelta.
Si no encontrábamos una forma de conseguir más comida, la raza
humana moriría de hambre.
Los guardias nos miraron con recelo cuando volvimos al
campamento. Nos limitamos a agachar la cabeza. Una vez que
volvimos al blocao donde estaban las camas, nos dirigimos a
nuestras literas.
La mayoría de las familias dormían juntas. Si estabas solo, te
agrupaban con los hombres o las mujeres. Dependiendo de tu
sexo. Supongo que Jackson y yo tuvimos suerte, nos teníamos el
uno al otro.
Me acosté en la litera y Jackson se sentó en el borde de la cama.
Siempre hacía eso hasta que me dormía.
-¿Crees que saben que prácticamente nos estamos muriendo de
hambre?-susurré.
Jackson frunció el ceño: -¿Quién?
Dudé, antes de bajar la voz: -Los hombres lobo.
Jackson negó con la cabeza y frunció el ceño.
-Déjalo, Ellie. Ni siquiera deberías hablar de ellos.
Suspiré y cerré los ojos.
Sabía que Jackson sólo tenía en mente mis mejores intereses, pero
estaba condenada a morir de hambre o de alguna enfermedad
porque mi cuerpo no era lo suficientemente fuerte para resistirlo.
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Las Guerras Lupinas
Hombres LoboDespués de las Guerras Lupinas, los hombres lobo y los humanos acordaron una incómoda tregua y se repartieron el mundo. Los hombres lobo se quedaron con los bosques y las llanuras, y los humanos con las ciudades y los pueblos. La humanidad se segreg...