Cap. 3. Cuando el pasado nos alcance

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El aire se había tornado frío, casi, casi tan gélido como la mirada sostenida por Anko Mitarashi. En un gesto circunspecto proyectado en las azules pupilas de Ino, ésta habló, con un tono renuente.

—Mitarashi-san... —su boca casi escupió las sílabas—...que agradable sorpresa. Sobretodo fuera de turno.

Una sonrisa cancina emergió de los labios de Anko. El fugaz brillo de su dentadura pudo percibirse momentáneamente.

—La sorpresa es que hayas vuelto –dijo aquello último con parsimonia.

Ino parpadeó, intentando eludir aquel duelo visual y feroz.

—No sé a lo que se refiere.

—Oh, ¿en serio?... Porque Aoba me dijo, que ese pobre muchacho había quedado más que irreconocible...—Anko cruzó los brazos, desafiándola a contradecirla.

—Eso no era su asunto. –replicó la rubia en un vago murmullo—. Fue hace casi tres semanas... cuatro. Para el caso, ya debería haberse olvidado todo. –Insistió—Shikamaru dijo...

—No creo que sea tan fácil. Vinieron a buscarte ayer en la mañana...—Anko pareció sonreír más ante esto último—...el chico era de Konoha, asi que con cerrar el expediente de defunción de Ame no iba a bastar. –Hizo una pausa—eso es algo que ni Nara-san había pensado, ¿o si?

—Un simple detalle que...

—Que te incriminaba totalmente –completó Anko, alzando la voz. Bajó el tono, abruptamente—...pero descuida, todos tenemos nuestras fallas. –espetó una risilla burlona—Yo también prefería los bocadillos "importados"... Además, ¿De qué sirve ser inmortal si te niegas los placeres sencillos de la vida? –caminó hacia uno de los ventanales. La oscuridad menguaba por uno de los faroles del exterior—Es parte de nuestra naturaleza.

Ino dejó escapar un suspiro de impaciencia.

—No voy a volver... Anko-sensei –dijo con aplomo y el término, que en años anteriores había sido casi un título de respeto y obediencia, ahora sonaba como un simple y mero despectivo.

Una ira, antigua y profunda había emergido en su mente. Las imágenes empezaron de nuevo a sucederse; ventanas rotas, cuerpos en tensión, gritos de agonía...sangrientas escenas seguían congregándose como un grupo de morbosos mirones que estuvieran contemplando un accidente.

No voy a volver...

—Lo que ocurrió con Sai... —apartando aquellos recuerdos de muerte, Ino le encaró—...fue un accidente.

Anko asintió con un tono digno de alguien que intentase solidarizarse con ella. Mera y vil hipocresía reflejada en sus orbes gris oscuro.

—Lo sé, a todos nos pasa. –dijo diletante—En algún momento, entre el desayuno y la cena una puede perder el control. –su voz bajó a un tono serio—No fue tu culpa –sentenció—. Llámalo... ley de vida si quieres.

—Eso se acabó.

Anko pareció incómoda por un instante, y luego adoptó un aire de divertida incredulidad.

—Claro, te está yendo bien con tu nueva "dieta" del banco de sangre, ¿o me equivoco?—su mano se deslizó hacia el hombro de Ino, ésta le apartó bruscamente. Se alejó apenas un par de pasos, cuanto ésta le detuvo—¡Ino! –apremió a la chica que estaba inmóvil delante de ella.—Más de doscientos años bajo mis órdenes y no tienes ni la mínima cortesía... —las delgadas líneas que conformaban sus cejas, se arquearon en un furtivo gesto de severidad. Chasqueó la lengua en tono desaprobatorio—Todos están preocupados por ti.

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