Capítulo 16.- HUNGRY LIKE THE WOLF

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El volumen del televisor había menguado mientras Shisui presionaba los botones del mando con un constante clic más parecido al intermitente sonido de un telégrafo. Hinata había evitado la mirada mientras hablaba; un mero gesto de consternación, nada más.

—Entonces tu hermana te asesinó, hizo creer que te suicidaste para quedarse con tu parte de la herencia familiar y de paso a tu ex prometido... —el muchacho dejó el control del televisor sobre la mullida superficie del futón y le miró con una expresión de exagerada extrañeza—... ¡¿Y no piensas hacer nada al respecto?!

Hinata casi salta por la elevación de la voz, pero su rostro siguió con aquella mueca cohibida y temerosa.

—Yo... intenté hacer algo... quise —hizo un vago silencio, recapitulando cuidadosamente las palabras y los hechos. Casi como despertar de un váguido sueño—Quise hacerla confesar... —volvió a bajar la vista, moviendo nerviosamente sus dedos—... pero no puedo conseguirlo.

Le contó difusamente con una voz que parecía ir y venir como viento de verano, de los usuales incidentes en la casa cada vez que ella "explotaba" emocionalmente, acerca de la peculiar "operación poltergeist" en casa de Hanabi y de cómo el asunto estuvo a punto de írsele de las manos, además del fallido intento de comunicarse con ella mediante el subconsciente, y lo pésimo que le resultaba mover objetos.

Shisui simplemente le dedicó una mirada confiada y sosegada.

—Uff, bueno no eres la primera que oigo quejándose asi —dijo, con un tono de voz un poco más fuerte y animado, no tanto como el de Rock Lee, pero en un aire casi igual de imperioso—No es propiamente un problema, necesitas aprender a manejar la energía... TÚ energía. Además si quieres lograr algo tienes que pensar en grande, un mejor método para poner a tu hermanita en su lugar.

Tomó el control del televisor, sujetado firme y seguro entre su traslúcida mano, pasándolo a la otra y deteniéndolo con la misma soltura. Hinata le miró de la misma manera que lo haría alguien al ver un fuego encendido por primera vez en su vida.

—Si, Rock Lee estaba ayudándome con... eso de la energía. Pero, simplemente no puedo... no de ésa manera –confesó ella.

—Bah, si puedes pero estas aterrada de intentarlo –objetó el muchacho, esbozando una peculiar media sonrisa en aquel rostro que nada tenía de similar con el de su parco primo, más allá del cabello negro y los expectantes orbes ónice—¿A qué le temes, Hinata-chan?

La pregunta pareció darle un escalofrío en la nuca. De haber estado viva, se hubiera sentido mareada y lívida como una hoja al viento. Aquella interrogante retumbaba en su mente desde siempre, mucho antes de morir y ahora que había pasado al otro plano, no hacía más que incrementarse y crecer con la suma de acontecimientos. Crecer y alimentarse de ella como una mancha líquida, expandiéndose y consumiendo todo a su paso.

—Yo... —alzó el rostro, mirándolo a él tal vez para menguar un poco la indecisión de su mente y de sus palabras.—yo... no quiero hacerle daño a nadie. Sé que puedo provocarlo pero... no quiero hacerlo.

El muchacho espetó un gemido seco. Pensativo por una fracción de segundo.

—Bueno no me refería a hacerle daño a nadie, no en ese sentido. –enunció, en un comienzo por estructural aquella idea—Ser un poltergeist es muy provechoso si sabes manejarlo, y si me permites decirlo, Hinata-chan, el tal Lee no sabe ni "pé" del asunto. –se pasó una mano por la barbilla y repentinamente posó ambas palmas en las rodillas. Hinata se sorprendió de haber escuchado el sonido—Yo he estado muerto por casi ocho años y obviamente no me los he pasado mordiéndome los nudillos y viendo como todos viven, van y vienen; así que sé de lo que te hablo. Además, a mi parecer tu pequeña hermanita merece algo más que paredes ensangrentadas y muebles voladores. ¿Quieres hacerla confesar, no?

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