Capítulo 13.- No seríamos amables, si fuéramos humanos

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Al mirar atrás, Ino Yamanaka pensaría —cuando pudo soportar pensar en aquello— que la pesadilla empezó alrededor de las diez y media de aquella noche, cuando el pabellón de Urgencias se convirtió en un completo infierno.

Hasta entonces, todo estuvo tranquilo. A las nueve, media hora después de que llegara Sakura –y luego de que ésta se pasara veinte minutos rebatiéndole acerca del improperio de haberse llevado el auto-, se presentaron las dos estudiantes de enfermera que harían el turno de diez a cuatro. Ino les dio un bollo y una taza de café y les habló durante quince minutos, para explicarles cuáles eran sus obligaciones y, lo que era tal vez más importante, cuáles no eran sus obligaciones. Luego, Sakura las tomó bajo su tutela. Cuando salían de su despacho, Ino la oyó preguntar:

—¿Alguna de ustedes es alérgica a la sangre o al vómito? Porque aquí van a ver mucho de las dos cosas.

—Eso es motivación... —murmuró Ino cubriéndose los ojos con la mano. Pero sonreía. No dejaba de tener sus ventajas contar con alguien tan peculiar y toscamente realista como ella.

Tómenlo a cortesía... no seríamos tan amables si fuéramos humanos, sostuvo irónicamente, mientras empezó a rellenar los largos formularios oficiales que suponían un completo inventario de los medicamentos y material traídos por Shikamaru hacía poco menos de veinte minutos. ("Todos los años la misma historia —murmuró éste con voz de mártir—. Todos los años, la misma problemática historia. ¿Por qué no pones: "Instalación completa para trasplantes de corazón. Valor aproximado: ocho millones de ryo?" Eso les dará que pensar.") Ino estaba totalmente absorta en su trabajo mientras el subconsciente le murmuraba que no le caería mal una taza de café, cuando oyó gritar a la jefa de enfermeras en el vestíbulo:

—¡Yamanaka-san! ¡Haruno-san!

El pánico que había en la voz de la mujer hizo que Ino saliera corriendo. Se levantó del sillón como si hubiera estado esperando aquello. Salió disparada a la sala de espera. Al principio, sólo vio la sangre, cantidad de sangre escurriendo por la alfombra hasta el marmoleado linóleo. Una de las aspirantes a enfermera sollozaba. La otra, blanca como la leche, se apretaba las comisuras de los labios con los puños, distendiéndolas en una ancha sonrisa de repugnancia.

Sakura, arrodillada en el suelo, trataba de sostener la cabeza del muchacho que estaba tendido sobre la alfombra. Desde la ventanilla del cubículo de archivo, Sai miró a Ino con los ojos agrandados por el horror. Abrió la boca, pero no le salían las palabras.

Al otro lado de las grandes puertas de cristal del Centro Médico se apretujaba la gente, haciendo pantalla con las manos para mirar al interior. Volvió la cabeza y vio más caras en las ventanas. Lo de las puertas no podía impedirlo; pero...

—Echa las cortinas —dijo a la aspirante que había gritado.

Como ella no se moviera, Ino le dio una palmada en el hombro.

—¡Muévete, niña!

La muchacha se puso en movimiento. Al momento, las cortinas quedaron echadas. Ino y Sakura se situaron instintivamente entre el herido y las puertas, a fin de tapar la vista en la medida de lo posible.

—¿La camilla dura? —preguntó la tosca mujer a cargo de recepción.

—Que la traigan, si es que la necesitamos —dijo Sakura—. Aún no sé lo que tiene.

—Vamos, tú —espetó Ino a la muchacha que había corrido las cortinas. La joven se volvía a tirar de los labios con los puños, formando aquella mueca de horror que le descubría los dientes como una sonrisa.

—¡Oh, agg! —gimió la muchacha mirando a la rubia.

—De acuerdo, "oh ag". ¡Pero andando! —Ino la sacudió por un hombro y la muchacha se alejó rápidamente, seguida de la escandalosa jefa de enfermeras

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