Capítulo 27.- LO QUE NOS HACE HUMANOS

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Amegakure, dos años atrás...

En realidad no fue nada. Sólo una pequeña buena obra en la oscuridad. Pero el destino, siempre juega un partido muy largo.

Se cernían las nueve y media de la noche, el horario más despejado de la cafetería "Hatto". El lugarejo, ubicado cerca de la carretera principal, era un hoyo de mala muerte, desolado y envejecido tanto en los muebles como en el menú. Inclusive el viejo tocadiscos parecía haberse quedado estancado en los 50's.

Nunca llegaban más clientes que los típicos conductores de carga y algún que otro fuereño de tanto en tanto.

Mucho mejor aun, en ese momento y tras esos tortuosos dos meses, lo último que Sakura hubiese querido hacer, sería entablar amistad con alguien. Había aceptado el empleo porque realmente lo necesitaba, los escasos ahorros que se había llevado tras su repentina huida de Konoha empezarían a escasear en menos de dos semanas, sin contar los gastos del viaje y el hospedaje en hoteles de paso. También el tratar de forjarse una identidad nueva tenía precio y por el momento debería prescindir de ello; agradecía internamente que el dueño del local no había preguntado más de lo que debía, y Sakura sólo había expresado que estaba de viaje y que sería algo temporal. Nada respecto a su proveniencia de la capital, ni mucho menos respecto a que acababa de titularse como médico general.

Aquí sólo era una muchacha ordinaria que intentaba establecerse en algún sitio. Nadie debería saber más y ella no iba a expresarlo tan campantemente.

Para esa hora, sólo restaban tres mesas y un solitario sujeto sentado en la barra con lo que parecía la taza de café más inacabable del mundo.

Sakura miró el reloj de la pared distraídamente, mientras terminaba de limpiar una de las mesas.

Nueve cuarenta y cinco.

"Sólo un poco más...", pensó hastiada.

¡Haruno-san! –la voz vino desde la cocina, proveniente de una de las otras camareras. Una mujer bajita, regordeta y de ceño fruncido—¡¿Ya terminaste con las mesas?!

La joven resopló sin mirarla –si lo hubiera hecho, la mujer le habría replicado el puchero- y asintió.

¡Entonces ve a sacar la basura! ¡Aun no son las diez y ni pienses que te dejaré salir temprano! ¡Muévete!

Como ordene, Hikaru-sama. –musitó Sakura, dejando los trapos de limpieza detrás del mostrador.

Tres sombras que habían estado cuchicheando en su propio tema, se callaron cuando la joven de pelo rosa pasó por delante de ellos, yendo desganada hacia la cocina. Eran dos muchachos y una chica. Ninguno de los tres le quitó la mirada de encima.

La joven, de cabello negro y facciones pálidas como una cera, enarcó una mueca malévola y burlona.

Rayos –gruñó—¿Qué no se habían desecho de todos estos miserables pulgosos?

Uno de los muchachos, de cabello oscuro y puntiagudo, chasqueó la lengua en gesto pensativo.

Tsk, se supone que Anko-sama se había encargado de todos ellos. –susurró a la joven, profiriendo una risilla lacónica—¿No era eso lo que tanto presumía Orochimaru? Ella y su protegida, la rubia esa...

Ah si, la "Princesa" Yamanaka –profirió el tercero, un sujeto con el rostro y parcialmente el cuerpo cubierto en raídas vendas. El saco holgado que portaba, estaba forrado con una estola hirsuta y grisácea como el pelo sucio de una rata. Asintió y a pesar de que sus facciones permanecían cubiertas, parecía reírse—De hecho, ella –dijo alzando un poco el cuello del saco—..me ayudó a conseguir esto.

Being HumanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora