Capítulo 22.- Punto de Quiebre.

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El costoso Acura en color cobalto derrapó ruidosamente por la desolada calle que circundaba el área este de Amegakure. Hanabi Hyuuga frenó, aun sintiendo el pulso temblando en sus dedos, firmemente sujetos al volante. La respiración seguía entrecortada y su mente, turbada como un huracán caótico y devastador.

— No... —resolló mientras hundía la mirada entre sus manos, aferradas en el volante de aquel ostentoso auto que el mismo Neji le regalase hacía menos de un mes...

Neji... Neji quien ahora estaba...

—No...

Era Hinata... y él la había visto... Vamos, ¿no hay un poco de lógica en ello?

Aquella vocecilla en su mente parecía reacia a callarse, desde que ella salió intempestivamente de la jefatura. No había apelado al testimonio de su prometido –¿o era "ex prometido"? – y solamente había apremiado a una escueta tanda de respuestas ante el estoico jefe de policía en turno... aquel sujeto gordo y de cabello castaño que intentaba interrogarla en medio de los alaridos confusos y entrecortados de Neji Hyuuga.

"Era ella..." clamaba en Neji a voz en grito. "Hinata... Hinata lo sabe"

LO SABE...

¿Y el incidente en su casa?, se recordó Hanabi inconscientemente, Esas paredes no estaban soltando herrumbe y moho... era sangre y lo sabes... y tú también la habías visto... ella...

—¡Basta! —su voz hizo un eco sordo. Sus manos rígidas, pálidas y sudorosas aporrearon el volante—¡Basta! ¡Basta!

Una mano había abierto la puerta.

—¿Señorita Hanabi? —susurró una voz.

Ella alzó la mirada, encontrándose a Kō, el joven asistente de su padre y de ella. Sus ojos perlados denotaron una preocupación exagerada que hacía que el brillo de sus pupilas casi destellara.

—¿Se encuentra bien?

Hanabi parpadeó desconcertada. Exhaló apresuradamente e intentó emular una sonrisa, la cual sólo parecía una tenue línea en su rostro.

—Si, gracias, Kō... sólo, estoy algo tensa por lo de esta mañana —respondió en el tono más neutro y cordial que pudo.

El muchacho le ayudó con el bolso y cerró el auto. Le acompañó hacia el vestíbulo mientras contemplaba en mortificado silencio el semblante pálido de la joven.

—Supe de lo ocurrido con Neji-sama –dijo tan abruptamente que Hanabi soltó un resuello—¿Estará bien?

Ella alzó los hombros momentáneamente para luego ladear un poco el rostro.

—No lo sé, no lo había visto tan... fuera de sí.

—Decía que había visto a Hinata-sama — Kō hizo una pausa solemne—Que en paz descanse, pero creo que su muerte aun le duele. No lo culpo, creo que todos nos sentimos asi, aun después de ¿tres meses?

—Tres meses —repitió Hanabi en tono autómata.

Kō exhaló, abriéndole la puerta que conectaba a la oficinas principales del conglomerado Hyuuga. Hanabi agradeció el gesto cohibidamente con la cabeza. Su mirada estaba perdida en algún punto muerto, concentrada y apagada. Las ideas iban y venían... sobrevolaban en su mente sin orden alguno y aunque estaba más calmada que hace un momento, aquello simplemente se negaba a desvanecer.

—Bueno, tiempo al tiempo, Hanabi-sama... creo que...

— Kō, ¿Qué crees que pase después de la muerte?

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