Capítulo 2.- Y Este es el vecindario

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—No puedo creer que terminase haciéndote caso...—esta vez, la joven de cabellos rosas pensó en voz alta, luego de haberse estado quejando interiormente durante toda la mañana.

La rubia simplemente ignoró el berrinche de su compañera. Escrutó el interior de la habitación, con una minuciosidad digna de un inspector de sanidad.
La casa constaba de dos pisos; la planta baja con la cocina, la sala dividida con el desprolijo espacio extra para comedor y un minúsculo patio. La segunda planta consistía en dos alcobas y el baño. Las paredes estaban empapeladas con un austero y discreto verde musgo, sin vivos ni decoraciones y la duela estaba casi impecable, a no ser por los bordes donde habían estado clavadas las alfombras, y un difuso aroma a blanqueador flotaba en el aire

—La cocina es un desastre... —murmuró Ino

—No sé porque te quejas si tu ni comes —Sakura había levantado levemente una de las lonetas que cubrían una de las ventanas, precisamente una que daba hacia el patio.—Las ventanas son enormes, podrías dejar enfriando una tarta aquí...

—Si, si fuera una anciana de ochenta años... —dio un leve golpe en la puerta que daba a la otra habitación. Esta protestó con un rechinido, siguiendo atascada. Miró despectivamente al cerrojo— Hum, creo que paso. Podríamos ver otro lugar...

Sakura, quien estaba sentada en uno de los escalones al pie del descansillo, se irguió repentinamente.

—¿Y pasar otro mes de edificio en edificio? —se quejó. Miró en derredor— No le veo problemas a este, digo, no se está cayendo a pedazos como el apartamento que vimos cerca del hospital.

—No me convence, he visto depósitos de cadáveres en mejores condiciones que esto... —su semblante pálido hizo una mueca de puchero—Y con semejantes ventanas, habrá luz por todas partes.

Sakura enarcó una ceja.

—El armario esta oscuro, úsalo de habitación entonces. —dijo, escondiendo una fugaz sonrisa.

Ino le observó ceñudamente.

—De acuerdo... ¡pero no pondré un pie en la cocina! —sentenció, caminando hacia la entrada.

Se detuvo, con los brazos cruzados, contemplando de reojo al hombre encargado del alquiler de aquel mustio apartamento. Un sujeto de cabellera larga y castaña, anudada en una coleta baja; facciones indiferentes y ojos de un peculiar tono perlado, no parecía pasar de los treinta. Neji Hyüga estaba de pie con la espalda apoyada contra el quicio de la puerta y la mirada fija en la pantalla del smartphone.

—Podríamos pedir menos... —susurró Ino. Sakura le dio un codazo—Sólo bromeaba...

El hombre se giró hacia ellas, estando a punto de inquirir algo hasta que Ino le interrumpió.

—No está mal, pero la cocina tiene una avería, la llave del agua... y la fontanería está que se cae.

Con la misma serenidad con que les había mostrado el apartamento, asintió.

—Lo sé, llevo unas cuantas semanas arreglándolo –respondió él con un solazado ademán de excusa—Son sólo unos detalles, pero podría quedar listo para este fin de semana.

—Hyüga-san, el precio... es lo que debería pensarse un poco—sostuvo la rubia, ignorando la mirada represivo de la otra.

—Bueno, es por la zona residencial... pero el edificio en si... —Él hizo una pausa. Sus ojos denotaron un brillo casi nostálgico, en cuanto dirigió su atención a la fachada. —Hacía unos meses atrás, una familia vivía aquí —dijo. No había jactancia en su voz, sólo el recuerdo—Dos hermanas... pero las cosas no resultaron bien.

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