Capítulo 6.- Aquello que he provocado

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—Onnechan...

La voz de Hanabi Hyüga se perdió en la densa oscuridad que reinó en la casa y un miedo latente, tan primario como arrebatador comenzó a fluctuar en su mente. Las ventanas, cerradas y cubiertas por las gruesas cortinas impedían siquiera un tenue destello del exterior. Las puertas, incluyendo la de la entrada estaban cerradas herméticamente.

Ahora se oía algo; no era el mismo sonido proveniente de la bombilla reventada... pero era algo.

El leve crujido de los goznes de una puerta.

Hanabi conocía y todavía recordaba cada uno de los sonidos de la casa: sabía qué tablas del suelo crujían, qué peldaño de la escalera chirriaba y en qué punto del canalón del tejado bramaba el viento cuando se ponía a soplar de firme...

Pero esos pasos... lentos y decididos...

Trastabilló y tropezó de lleno contra el sofá mientras alargó una mano hacia la pared... tratando de encontrar el interruptor de la luz de la cocina, más bien.

Se acercaban lentamente a ella.

Algo...

Hanabi Hyüga se tambaleó, con el corazón palpitándole tan fuerte que casi podía escucharlo en medio del vacío de la casa.

Sus delgados tobillos tropezaron con la puerta oscilante de la cocina.

Alguien...

Y esta vez su mente no lo estaba imaginando. No. Ella lo sentía.... Le oía respirar.

Estancada contra la pared contuvo el aliento, hasta que la puerta de la entrada se abrió, con un rechinido seco y ella aprestó un grito entrecortado.

—¿Qué...? —Sakura casi deja caer su bolso en el momento en que una confusa Hanabi tropezó contra ella—¡¿Hanabi-san?

La mirada aterrada de ésta eludió el gesto contrariado de Sakura.

—¡Sakura-san! —sopesó la sorpresiva expresión y esquivó el tono estremecido de su voz. Sakura le contemplaba sin entender—Perdón por la improvisada visita –fingió trabajosamente un aire de solvencia— Neji se había dejado el móvil y pasé por él... y...—miró por sobre su hombro hacia la lóbrega sala—y parece que volvió a fundirse el foco de la sala.

Espetó una risa forzada que parecía más bien un chillido.

—Ahm... —Sakura notó la silueta difusa de Hinata, detrás de Hanabi y con ambas manos empuñadas, en un arrebatado ademán de disculpa.—...no...no hay problema...—intentó no fijarse en la traslúcida chica. La bombilla se balanceaba de un lado a otro sobre el cable como un péndulo—Creo que podríamos arreglarlo nosotras...

Antes de siquiera terminar la frase, Hanabi pasó por un lado, tomando sus cosas y saliendo a paso rápido como si alguien le hubiese empujado. Se detuvo sintiendo la seguridad de la calle.

—Tengo un poco de prisa, y...—por reflejo, volteó hacia el interior de la casa. Rehuyó la mirada al instante—Puedo decirle a Neji-san que venga mañana para revisar eso...

—No creo que sea necesario.

Hanabi había abierto la puerta del auto con pulso apurado.

—Bien... ¡Hasta luego!

Se marchó; el motor de su auto empezó a rugir, funcionó en vacío como a trompicones y después emitió un rumor más suave y se puso en marcha. Se alejó, haciendo chirriar los neumáticos.

Aun aturdida por la errática sorpresa de Hanabi, con la bolsa colgando débilmente de su hombro y las llaves todavía balanceándose en su mano, Sakura reparó en la difusa y temblorosa joven que permanecía inmóvil cual estatua junto al quicio de la puerta.

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