Perspectiva de Aiden:
Me escapé alrededor de las 3 a. m. del hotel, a punto de morir de hipotermia. Me senté en una banca frente a una lámpara para reflexionar, sabiendo que si no me tomaba este tiempo, iba a estallar por la sobredosis de emociones.
Mientras observaba los pequeños copos de nieve caer, sonreí como un idiota al recordar aquel beso de medianoche. Estuve deseando hacer eso durante un tiempo, incluso desde antes de que ella comenzara a hablarme. Sí, ella no tenía por qué saber que, en realidad, todo este tiempo me gustaba observar cómo bailaba en su habitación con sus canciones extrañas o cómo se sentaba en su balcón a admirar el cielo. No tenía por qué enterarse innecesariamente de que fue mi crush desde que la vi instalarse en la casa del frente.
Recuerdo la primera vez que la vi acercarse a mi casa. No sabía por qué lo hacía, pero corrí escaleras abajo tan rápido como pude para abrir la puerta y encontrármela de frente, con sus cabellos sin peinar y un pijama azul, pidiendo sal. Fingí desinterés y quizás fui un "poco" grosero y tosco con ella, pero prefería eso a ser descubierto como un fan más que mantenía pendiente de lo que hacía en su habitación a través de mi ventana.
Busqué la excusa de que quería que me pidiera disculpas para que ella tuviera un motivo para hablar conmigo y casi estallo de preocupación cuando la vi tirarse del segundo piso sin darme la oportunidad de alcanzarla a detener. Todo este maldito tiempo esperaba algo, una señal de su parte para acercarme poco a poco y la noté aquel día que subió a mi habitación específicamente, donde no me pude contener y terminé por besarla. Admito que tuve miedo de alejarla, de que me abofeteara o, peor aún, me denunciara por ser un depravado y actuar sin su consentimiento.
Exhalo el aire, formando un halo por el frío, y es ahí cuando la veo salir del hotel, cubierta por un gran abrigo de lana, temblando.
—¿Qué haces aquí? — Cuestiona, acercándose cruzada de brazos hacia mí. — Deberías entrar antes de que te congeles -me dice con un tono suave, pero con un deje de preocupación evidente.
— ¿Y qué tal si prefiero congelarme aquí? — respondo en tono bromista, intentando quitarle importancia a la situación.
—No digas estupideces, mírate, estás lleno de nieve — Sus manos se extienden hacia mí y comienza a retirar los copos de la capucha de mi chaqueta, las cuales tomo rápidamente entre las mías y las posiciono en mis mejillas.
—No digas nada, me gusta el contacto. — Cierro los ojos, mostrándole una sonrisa de boca cerrada.
Quisiera que este momento fuera interminable, tener sus manos sobre mi piel es todo lo que necesito, no quiero drama en mi vida, no quiero volver a tener que verla con su supuesto mejor amigo a punto de besarla ni pensar en que me depara el futuro por ser de una familia adinerada, que por cierto, por mucho que la gente lo admire, la riqueza no se mantiene sola; mis padres se casaron por compromiso para agrandar más la fortuna de las dos familias y sería una mierda que yo tuviera que pasar por lo mismo.
—Te vas a congelar, Aiden — murmura, con el castañeo de sus dientes.
Fijo mi mirada en sus bonitos ojos celestes, porque a pesar de que odio admitir mis sentimientos, sus ojos son los más hermosos que he podido ver jamás, adornados con unas largas pestañas rizadas. Maldición, Limber es arte en todos los sentidos, desde su físico hasta su forma extraña de ser y pensar, con sus payasadas sin sentido, las cuales me gusta seguir.
—¿Quieres entrar ya? — le pregunto.
—Sí — Responde — Pero no te quiero dejar acá solo, que te congeles y que luego me culpen por ser cómplice de suicidio.
—Siempre llevas las cosas a los extremos — le suelto una risita bufona y me levanto del asiento. — No moriré por un poco de frío, pero quizás sí lo haga por falta de un beso tuyo.
Decido juguetear a ser el coqueto con ella, obviamente estoy muriendo de la vergüenza y me siento como el hombre más descarado del mundo por hablarle de esta manera, la cual seguramente le hará pensar que soy un mujeriego sin remedio, pero para mi sorpresa, se pone de puntillas y planta un beso fugaz en los labios, haciéndome sentir aún más tonto de lo que soy cuando estoy con ella.
—¿Qué haces, Limber? — Inquiero — ¿Segura que no te arrepentirás luego de lo que estás haciendo?
— Probablemente — asegura — pero por hoy no, por hoy quiero aprovechar que estamos solos y hacer lo que quiero libremente.
— ¿Tan deseosa estás de mis besos? — acerco mi rostro al de ella, colocando una expresión de don juan.
Toda mi vida he estado rodeado de personas que adulan mi belleza física; que porque soy rubio natural, que porque mis ojos son azules, cosa que es un dolor de culo porque no veo absolutamente nada con el sol, que porque mi genética es buena y entreno para mantenerla, desde personas adultas hasta chicas de mi edad que se embelesan mirándome, por lo cual, nunca me faltó autoestima, soy muy seguro de mí mismo y sé el impacto que causo en las mujeres, aunque no le quiero dar a entender a Limber que soy un egocéntrico empedernido.
— Honestamente, me atraes, Aiden — se relame los labios, cosa que no pasó desapercibida — me gusta el tiempo de calidad que paso contigo y me dan risa nuestras riñas sin sentido.
— Tú a mí no me atraes, Limber, me gustas. — Admito — pero no puedo ir más allá de eso contigo, linda. — toco su mentón, sintiendo el bendito contacto que me gusta con ella.
— ¿Por qué? — lo pregunta a unos centímetros de mis labios, haciéndome perder la razón de nuevo.
— Tengo compromisos en mi familia por atender, no puedo andar libremente en una relación. — le respondo, tragando saliva, conteniéndome a un pelo para no besarla de nuevo.
— ¿Me estás rechazando, Aiden? — arquea una ceja.
— Solo de voz. — sonrío, tomándola entre mis brazos para abrazarla, con ganas de nunca soltarla. — Internamente te apruebo y... te pido disculpas por todo, bonita, por mi trato contigo solo porque no encuentro una manera de mostrar afecto que no sea a las patadas, por aprovecharme y besarte ese día en mi cuarto, a pesar de que no me arrepiento de ello.
— ¿Por qué lo hiciste? — me corta la inspiración.
— Bueno, no te callabas y la verdad no niego que me preguntaba cómo besabas — desvío la mirada. — Necesitaba que te callaras por un momento, Limber, y admito que te ves más hermosa así. — Sonrío al recibir su empujón.
— Solo querías un motivo para besarme.
— No te lo voy a negar. — manifiesto, sabiendo que ella se lo tomará a broma.
— Desde ese día algo cambió en mi forma de verte, Aiden. También me gustó la sensación y esa noche casi no logré dormir porque la escena se repetía una y otra vez en mi cabeza.
— Sé que beso como los dioses — miento. — Pero mi punto, Limber, es que eres maravillosa y en ningún momento quise hacerte sentir menos o fea, lo de enanita es porque lo eres.
Se ríe y me lanza un beso de improviso en mi mejilla. — Gracias por todo, Aiden. Tú también eres maravilloso, con tu forma de ser extraña y tus muestras de cariño toscas. — y con esto, me toma del brazo y me lleva hacia la entrada del hotel. Agradezco internamente el contacto físico, aunque me haga sentir más frío por el contraste. Nos dirigimos al vestíbulo del hotel, donde el calor nos envuelve de inmediato.
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𝐕𝐞𝐜𝐢𝐧𝐨, ¿𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐬𝐚𝐥?
No FicciónLimber y Aiden, vecinos que no podrían llevarse peor, ven sus destinos cambiar de manera inesperada. Una madrugada, Limber se encuentra en la inusual situación de tener que pedirle sal a su estúpido y mujeriego vecino. Este encuentro podría desencad...