Hemos estado caminando durante un buen rato y ya el sol se está ocultando.
— Ya casi es de noche — hablé de la nada.
— Sí, si quieres nos vamos ya — respondió Aiden.
No quiero irme a casa.
Miré hacia abajo pensativa y se me vino una idea.
Me agaché, cogí en mi puño una bola de nieve y se la lancé a Aiden.
— ¡Hey, rarita! ¿Por qué me lanzas nieve con este maldito frío? — exclamó.
— Jeje, creo que es mejor que no hacer nada — desvié la mirada un poco avergonzada.
— Puff, está bien — Aiden se agachó y yo me quedé perpleja.
¿Piensa jugar conmigo?
Tras un breve momento, Aiden se levantó y me lanzó una bola de nieve.
— Jaja, verás que te cansarás más rápido que yo — sonreí.
— Eso ya lo veremos — dijo con una media sonrisa.
Y comenzamos a lanzarnos nieve y a correr el uno tras el otro.
No sé cuánto tiempo pasó, pero... Cada vez que mi piel hacía contacto con la suya, mi cuerpo se estremecía. Me pregunto... ¿Qué será este sentimiento?
— Creo que es mejor que vayamos a un restaurante — Aiden soltó una pequeña risita y desvió la mirada un tanto incómodo.
— Eso quiere decir que... ¿Me estás invitando a un restaurante? — Mis ojos se abrieron con un brillo impecable.
— Hey, hey, no te emociones, que tú pagarás tu almuerzo.
— ¡¿Qué?! — La decepción se notó en mis ojos, a pesar de que traté de disimular.
— No seas idiota, jamás permitiría eso — me miró de reojo con molestia.
Sonreí.
— ¿Por qué de un momento a otro me siento tan feliz a su lado?
Caminamos hacia un hermoso restaurante y nos instalamos en una de sus mesas. Tras almorzar, comenzamos a caminar sin rumbo.
— ¿A dónde vamos? — me atreví a preguntar.
— ¿Eh? No sé — Aiden suspiró —. ¿Qué te parece si vamos al parque?
— Genial — una vez en el parque, decidí subirme en un columpio —. ¡Yupiiiii!
— ¿Qué haces? ¿No ves que eso es para niños? — señala el explícito aviso de que solo podían subir niños.
— Yo también puedo montar — refunfuñé, encogiéndome de hombros.
— Puff, tú no tienes remedio — bufó, acercándose a mí con expresión molesta.
Por un momento, pensé que vendría a bajarme a la fuerza del columpio, pero me sorprendí al ver que empujó suavemente el columpio.
Creo que... Este momento me hace feliz. Sonreí.
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𝐕𝐞𝐜𝐢𝐧𝐨, ¿𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐬𝐚𝐥?
No FicciónLimber y Aiden, vecinos que no podrían llevarse peor, ven sus destinos cambiar de manera inesperada. Una madrugada, Limber se encuentra en la inusual situación de tener que pedirle sal a su estúpido y mujeriego vecino. Este encuentro podría desencad...