Al otro día, decidí ir a casa de los vecinos con la excusa de pedir sal. Creo que ya me estaba acostumbrando a eso.
Me bañé, me vestí al estilo cosplay: un short con bolsillos traseros y delanteros, una blusa roja con una figura de anime estampada y unos tenis blancos.
— Ya estoy. — Bajé a la sala, donde se encontraba mi mamá con Lukas viendo una película. Los saludé y continué mi camino a casa de los vecinos.
— ¿Adónde vas, Limber? — preguntó mi mamá.
— A casa de los vecinos.
— ¿A hacer qué? —Frunce el entrecejo. —Espero que no les estés causando molestias.
— No lo hago mamá, voy por sal. — Me escabullí rápidamente y poco después sentí a alguien detrás de mí. — ¿Y ahora quién me sigue? — Volteé a ver y era Lukas.
— Ayana... — se detuvo en la acera. — ¿Me puedes explicar por qué vas con tanta frecuencia donde ellos, por favor? — señala la ventana de Aiden y luego me mira, profundamente herido.
— Es solo para visitar a mis amigos, Lukas, no te preocupes.
— Te acompaño, así los conozco más. — dijo. — Déjame al menos acercarme un poco, no me alejes de esta manera después de lo que te dije.
— No, no irás. — refuté un poco preocupada de que llegue a ver el comportamiento grotesco que tenemos Aiden y yo. — Será rápido, Luk.
— Por favor — insistió.
— No, Lukas.
Fuí y le hice frente.
— No le he pedido permiso para llevar compañía, y Aiden puede ser un poco... — pienso en qué palabra formular, pero me interrumpe.
— Limber, entonces déjame en claro de una vez por todas que solo estás aprovechándote de lo que siento.
Le lanzo una mirada ofendida, sin saber qué decir para no herirlo más. — ¿Qué tipo de persona crees que soy, Lukas? — me acerco más. — Jamás esperé que pudieras pensar que mi propósito es jugar contigo cuando me gustas desde hace años. — le toco el pecho con mi dedo, empujándolo un poco sin querer. — Esperé demasiado por lograr entablar algo contigo y luego del otro día, no te atreviste a dar otro paso, Lukas, porque la realidad es que no estás seguro de querer tener algo conmigo.
— Ayana, si te lo dije fue por algo, me gustas maldición. — me toma por los hombros.
— Pero... — fijo mi mirada en sus iris grisáceos, dándome cuenta de que lo culpaba de algo por lo cual yo también estaba pasando. — Tú a mí ya no me gustas, Lukas. Lo lamento de verdad. — agacho la mirada, sintiendo cómo su agarre se afloja.
— Lo comprendo, linda. — me da un beso en la frente. — Disculpa por hacerte pasar otro incómodo momento. — Y con esto, se marcha por la calle, seguramente sin destino alguno.
Mierda, creo que acabo de romper totalmente su corazón, y me siento horrible por ello.
Me dirijo hacia la puerta de los vecinos, golpeo sin recibir respuesta nuevamente por un largo rato.
— ¡Ah! ¿habrá un maldito día en el que no me hagan esperar? — comencé a pelear sola sin darme cuenta de que un carro que proviene del manicomio estaba cerca de mi casa. — ¡Pero qué carajos hacen los vecinos! ¡Abran la maldita puerta!
Los que estaban en el carro se bajaron y se dirigieron hacia mí.
— Señorita, cálmese, la llevaremos a un lugar seguro. — dijo un hombre.
ESTÁS LEYENDO
𝐕𝐞𝐜𝐢𝐧𝐨, ¿𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐬𝐚𝐥?
Non-FictionLimber y Aiden, vecinos que no podrían llevarse peor, ven sus destinos cambiar de manera inesperada. Una madrugada, Limber se encuentra en la inusual situación de tener que pedirle sal a su estúpido y mujeriego vecino. Este encuentro podría desencad...