Me desperté con los estruendosos gritos de mi mamá:
—¡Limber Ayana, baja ahora mismo!
Bajé somnolienta, saludé a mi padre que estaba sentado en el sillón viendo sus típicos programas de fútbol, mientras mi mamá preparaba su desayuno para despacharlo a su trabajo. Luego le pregunté a mi madre, con la voz demasiado ronca para mi gusto:
—¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué gritas si sabes que estoy aquí?
—Necesito que me hagas un favor urgente. —dijo mientras levantaba un huevo de la sartén.
—¿Qué favor? —incliné una ceja, conociendo lo que significa la palabra "urgente" para mi mamá, la cual se toma todo de manera completamente seria.
—Ve a donde los vecinos y pídeles sal.
—¿Qué? —no entendía la referencia. Al principio creí que solo me estaba tomando el pelo y gritaba para que me despertara temprano y no me acostumbrara a levantarme tarde, ya que después de Navidad tengo que ir a la universidad. Pero no, su semblante serio me advirtió que debía ir rápido a donde los vecinos a pedir sal si no quería problemas.
—Pero mamá, son las 4:30 de la madrugada.
—Ellos están despiertos desde las cuatro, así que ve si no quieres problemas, señorita. —arrugó la frente ante su respuesta. ¿Cómo diablos puede saber eso si no es espiando a los vecinos?
—Ok, haré de cuenta que no es para nada raro que sepas el horario de los vecinos, pero ¿al menos me darás tiempo de cambiarme?
—No hay tiempo; a tu padre le tomará más llegar al trabajo. Ve así y pídele a uno de los vecinos que te regale sal.
—Está bien. —bufo molesta. Ahora en día ni dormir pacíficamente se puede.
Bueno, soy Limber Ayana Jones Foy. Lo sé, mi nombre es algo peculiar, pero el primer nombre significa felicidad y el segundo, bella flor. Soy graduada, y el próximo año asistiré a la Universidad de Stanford en California. Tengo apenas 17 años y me considero bastante cómica y relajada. A diferencia de mi amiga Casandra, soy poco enamoradiza, ya que temo enamorarme y luego sufrir por un desamor. Valoro mucho a mis padres; mi padre trabaja como celador en un casino muy reconocido en Los Ángeles, California, mientras que mi madre es una ingeniera excepcional.
Mis mayores deseos son hacer felices a mis padres y enorgullecerlos. Tengo muchos amigos en el barrio, en el instituto, y de mi anterior país de residencia, la primaria, entre otros lugares. Mi mejor amigo, Lukas, reside en mi anterior país, Queensland, Australia, y tiene planes de venir para la Navidad.
Apenas es el dos de diciembre y ya las casas de mi barrio están adornadas con árboles de Navidad, luces coloridas y hay árboles o muñecos de nieve con luces por dentro decorando las aceras de la calle.
Llegué a la casa de mis vecinos. La verdad es que me daba miedo que pensaran que soy una loca porque traigo una blusa azul celeste y unos pantalones del mismo color muy cómodos, junto con mis babuchas y mi horrible greñero rubio recogido en un moño.
Golpeé la puerta, pero nadie salió.
—Diablos. —Maldije por lo bajo, no me gusta esperar. —Puta puerta, ábrete...
La puerta se abrió lentamente y detrás de ella apareció un chico medio adormilado, sin buzo, mostrando su trabajado cuerpo con unos joggers negros. Su cabello rubio estaba despeinado, y me miraba sin interés.
—¿Te quedarás ahí mirándome para siempre o necesitas algo? —dijo de mala gana. Su voz era ronca, pero a la vez con un tono suave. Era una voz muy bonita.
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𝐕𝐞𝐜𝐢𝐧𝐨, ¿𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐬𝐚𝐥?
No FicciónLimber y Aiden, vecinos que no podrían llevarse peor, ven sus destinos cambiar de manera inesperada. Una madrugada, Limber se encuentra en la inusual situación de tener que pedirle sal a su estúpido y mujeriego vecino. Este encuentro podría desencad...