Capítulo 9: Aventuras en las Sierras de Baja California.

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Estoy preparando la maleta para salir a encontrarme con el idiota de mi vecino.

La última vez hablé con mis padres, y ellos me permitieron ir de vacaciones con Aiden a las Sierras de Baja California. Estaba emocionada por llegar a ese lugar.

Cuando terminé de empacar, bajé las escaleras, me despedí de mis papás y de Lukas, el cual esquivó mi mirada y no respondió a mi saludo.

Salí con la maleta e iba a montarme en mi Harley. Sí, a pesar de ser una adolescente de 19 años aún, como decía, mis padres a veces me permiten gustos caros. Digamos que mi familia es de un estatus intermedio.

— Estás loca si crees que me voy a montar en tu moto. — veo a Aiden apoyado en el marco de su puerta, con ropa invernal.

— Si no quieres, no es mi problema. Coge un bus entonces.

— No, florecita — dijo, negando con su dedo índice y arqueando una de sus lindas cejas castañas —. Si quieres, vete en moto. Yo me voy en mi carro. — Me señaló un lindo Lamborghini Gallardo Lp 570-4 color negro con unas franjas color naranja.

Mi cara delataba mi sorpresa. Casi se me cae la quijada al ver tal auto en vivo y en directo. Es decir, acá es un poco normal ver coches caros por el valor del dinero, pero no esperaba que Aiden, un chico probablemente de 20 años, que a pesar de que vive prácticamente en una mansión, tuviera uno de esos guardado en su garaje.

— Deja de ser picado.

— Pero así me quieres. — Hace un guiño, dirigiéndose a su coche, jugando absurdamente con el llavero.

— Ja, en tus sueños. — Exclamé irónicamente, lo empujé a un lado y me dirigí al auto. — Ábrelo.

El chico obedece con una sonrisa en su cara, sabiendo perfectamente que no me perdería este viajecillo.

— ¿Dejarás tu moto ahí? — señala la pobre Harley reemplazada.

— Mis padres cuidarán de ella, no te preocupes. — Subo al asiento del copiloto lo más relajada posible. — Más bien, cuéntame, ¿cómo es que tienes este espectacular coche?

— ¿Qué haces? No subas en el asiento del copiloto, estás loca. Si quieres ir en mi auto, tendrás que ir en uno de los asientos traseros. — Abre la puerta de los otros asientos. — Lo tengo porque es de mis padres, pero me dejan manejarlo a mi antojo.

— ¿Qué? No, yo me iré aquí adelante, quieras o no. — Crucé mis brazos y una de mis piernas. — creí que el coche era tuyo.


— Ese asiento es solo para las personas importantes para mí. — Se para a mi lado, sin dejarme cerrar la puerta. — ¿Decepcionada de que el coche no sea mío?

Rodeé los ojos. — Yo sé que en algún rincón de tu corazón, te importo demasiado. Ahora, déjame sentarme aquí. — Lo miro inocentemente — Y no estoy decepcionada, es genial que tus padres te tengan la confianza suficiente como para darte este coche.

Él me miró molesto, le dio la vuelta al auto y en cuestión de segundos comenzó a empujarme.

— Te bajas o te bajo.

— Bájame, si es que puedes.

Aiden me empuja tan bruscamente del brazo que logra bajarme del auto.

— Oye, no tenías que empujarme de esa manera, imbécil — reproché con mi ceño fruncido.

Abrí la puerta trasera del auto, me subí a regañadientes y dejé las maletas afuera. Aiden subió todo al baúl y luego se sentó.

Todo el camino fue aburrido, nadie habló, nadie puso música, ¡absolutamente nada! Y lo peor fue que el viaje duró 3 horas.

𝐕𝐞𝐜𝐢𝐧𝐨, ¿𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞𝐬 𝐬𝐚𝐥?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora