Capítulo 1. Venus, la pesadilla.

459 24 2
                                    

  Estoy corriendo lo más fuerte que pueden mis piernas, aunque no sé porque  siento que no estoy corriendo nada en absoluto, por más fuerte que lo intente,  siento que me quedo ahí congelada en el mismo lugar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Estoy corriendo lo más fuerte que pueden mis piernas, aunque no sé porque siento que no estoy corriendo nada en absoluto, por más fuerte que lo intente, siento que me quedo ahí congelada en el mismo lugar. Mi corazón late a mil por segundo.

No puedo ver muy bien a donde me dirijo, puesto a que está muy oscuro el bosque, es de noche, muchos árboles y sus ramas que tropiezan con mis hombros mientras corro. Estoy agotada, no sé si pueda continuar huyendo... ¿Huyendo de qué? No tengo idea. Tengo en mi pecho un increíble y tormentoso miedo que me mantiene alerta y corriendo sin dirección alguna.

Miro hacia atrás y solo veo siluetas borrosas, quisiera salir volando, o defenderme de alguna forma, pero todo lo que me sale es correr. Veo hacia atrás y todo lo que veo son siluetas borrosas de personas persiguiéndome. Al mirar al frente choqué contra alguien, yo caí al suelo mientras que aquella persona ni se inmuto. Traté de ver de quien se trataba, debido a la poca luz no se puede.

Yo desde el suelo veo como acerca su mano para levantarme, tiene un tatuaje de una espada, pero justo cuando estoy por tomarla siento como las siluetas me alcanzaron y me cortaron el cuello; la sangre comenzó a salir a chorros, yo me cubrí con mis manos para intentar tapar de algún modo y evitar morir ahí, pero es imposible.

— ¡NO! — grité, mientras me senté en la cama de forma brusca, toqué mi cuello, mire a mi alrededor muy nerviosa.

Estoy empapada de sudor a pesar del frío que está haciendo.

Respiré aliviada, al mismo tiempo estoy harta de siempre tener la misma estúpida pesadilla incoherente de mí corriendo por el bosque.

Miré la hora del reloj que tengo en mi mesita de noche, junto a la cama. Son las 8:35 am, me desperté justo antes de que sonara la alarma. Estoy a tiempo para irme al trabajo.

Mi madre; Amelia de Thompson entró a mi habitación un poco asustada.

— ¿Estás bien, Venus?

—Sí, tranquila—Respiré profundamente, coloqué mi mano en mi pecho, puedo sentir como seguía mi corazón acelerado.

—Es que... Escuche un grito muy fuerte. —Se acercó a mí para verificar que estoy bien. Tomó asiento junto a mí.

—Mamá, tranquila. Solo tuve una pesadilla que se sintió muy real.

—Oh, entiendo, yo también a veces tengo de esas pesadillas, son una tortura — Me acaricia el cabello— Dios mío, Venus, estas empapada. Sí que fue una terrible pesadilla, debes rezar cada noche, eso ayuda a alejar las malas energías.

—Sí, lo intentaré esta noche, voy a darme un baño rápido, no quiero llegar tarde al trabajo.

—Está bien, te prepararé el desayuno.

Mi madre siempre fue una mujer con sus creencias sobre Dios y todo eso, yo jamás me logré sentir tan apasionada como ella por ese tipo de religiones, yo no me considero agnóstica de todo, pero no creo en nada de lo que la biblia suele decir. Sí hay algo en lo que creo profundamente es en su paciencia, es maestra en la primaria en el colegio más grande del pueblo, conocida por todos los vecinos como alguien noble, carismática y llena de lo que ya mencione, paciencia.
Su cabello es castaño claro, sus ojos azules y su piel tan blanca como la leche. Mi madre siempre ha tenido esa pasión por enseñar, fue la primera en enseñarme a leer los libros de grandes autores como: Jane Austen, Emily Brontë, William Shakespeare, Edgar Alan Poe... Todas novelas trágicas y de romance. Mi madre es una romántica empedernida.

No fue difícil para mí enamorarme de la literatura, las novelas siempre fueron mi acompañante desde mi infancia y ahora que tengo 19 años estoy lista para dar inicio a convertirme en una escritora y en el futuro ser nombrada como esos autores increíbles que siempre leo... La mejor autora de la época o tal vez, mi propia editorial, pero quiero permanecer rodeada de libros.

Mis padres se mudaron a este pueblo llamado Puente Celest, pueblo ubicado en el país de Mistermed a penas yo nací.

Un pueblo cerca de lagos, con constantes lluvias y muy pocas atracciones, al ser un lugar pequeño tenían la facilidad de ser conocidos por todos ahí.

Me preparé lo más rápido que pude, pero no dejaba de pensar y de repetir en mi mente la pesadilla que tuve. La mayoría de los sueños y pesadillas se logran olvidar con facilidad, por eso siempre trato de escribir con mucho detalle todo lo que recuerdo, siento que puedo mantener el recuerdo vivido.

Tomé mi pequeña libreta y comencé a escribir todo lo que podía recordar hasta ese momento: el bosque oscuro, yo huyendo de varias siluetas, el chico con el que me tropecé y nunca vi su rostro... Pero si vi sus manos; eran blancas y tenía un tatuaje de una espada en la zona de su pulgar. He tenido este sueño o más bien pesadilla muy recurrente.

Miré mi teléfono al terminar de acomodarme, tengo varios mensajes de mi mejor amigo; Anthony. Él siempre me espera en la entrada de su casa para ir al trabajo, él es cajero de la librería del pueblo y yo soy la encargada de acomodar los libros por orden alfabético y de género.
No es el trabajo de ensueño, pero sirve para ahorrar lo suficiente, mudarme a Estados Unidos y estudiar en una de sus prestigiosas universidades. No me falta mucho, de hecho estoy a solo unas cuantas cifras para lograrlo.

La señora Marcia es muy estricta con el orden de su librería y más con la puntualidad. Nos contrató gracias a mi padre; Romeo Thomson, al ser el oficial del pueblo le tiene la confianza suficiente para contratarnos sin más referencias.

Mi padre es un hombre muy serio, debido a su trabajo tiene que serlo, aunque su sueño siempre fue estudiar astronomía, la vida real lo llevo a ejercer un trabajo muy diferente, ser policía. Últimamente lo veía muy poco, siempre tenía turnos redoblados, casos que debía investigar. No suele hablar mucho de eso, quiere mantener el ''trabajo en el trabajo y el hogar en el hogar''. Me despedí de mi madre quien envolvió mi desayuno y metió en un pequeño envase para llevar, un beso en la mejilla y ''hasta pronto''.

Anthony o como yo le llamo; Tony, se encontraba en el porche de su casa, esperándome.

— ¿Sigues ahí?

— ¿Esperabas que me fuera yo solo? — preguntó mientras se acercaba a mí.

—Ya vámonos, tonto. — seguimos de largo caminando.

—Te ves algo cansada — Aseguró.

—Bueno, tuve esa pesadilla, se me hizo difícil descansar— murmuré.


— ¿Qué, de nuevo?

—Sí, el bosque, yo huyendo— Hice una pausa. —, aunque esta vez cambio algo.

—Eh... — pensó por varios segundos— ¿Qué cambio?

Tuve un flashback de esa pesadilla, aquel chico que me tendió su mano.

—El chico, — Metí mis manos dentro de los bolsillos de mi suéter, el frío comenzaba a llegar —nunca había aparecido.

—Tal vez no deberías darle tantas vueltas al asunto, es solo una pesadilla. — deja salir un suspiro.

— ¿Por qué se repite tanto si es solo una pesadilla?

—Quizá es porque no dejas de mencionarla, al hablar mucho de algo puedes programar algo en tu cerebro que haga que se repita cuando duermes.

— ¿Ah, sí? —Lo mire fijamente. — ¿Dices que yo misma me causo esto?

—Bueno, ¿Qué otra explicación tendría?

Yo negué con la cabeza en forma de desapruebo, no creo que yo misma me cause sufrimiento, es algo que no tiene sentido.

—No sé cómo se me pudo ocurrir semejante pesadilla.

—Quizá una película. — Sugiere.

Me mantuve en silencio, ya habíamos llegado justo a tiempo para iniciar nuestra jornada.

Mientras acomodábamos todo en la vieja librería, no podía evitar volver a pensar en los detalles de mi pesadilla, odio que la mente tenga esa baja calidad cuanto a sueños se trata, lugares borrosos, caras casi irreconocibles... es una locura lo que la mente puede llegar a fabricar.

Quizás Tony tiene razón en algo, hablo demasiado de mi pesadilla, debería dejar de comentarlo tanto.

— ¿Sigues pensando en la pesadilla? —interrumpe Tony llegando con unos libros en sus manos.

—No, ya no.

—Oye sea lo que sea que suceda, intenta distraer tu mente, hablemos de otra cosa hoy es un domingo diferente, hoy en la noche es el festival del pueblo, prometiste que vendrías conmigo.

—Cierto, eso ayudará un poco con mi estrés de pesadillas invasoras.

Venus, bajo su influencia. ©(Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora