Capitulo 17. Venus: Fin de una niña inocente.

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Cedric esta tan desatado, tan salvaje, tan provocativo, ya no podía ni quería seguir ocultando mis ganas de que pasara lo que tenga que pasar

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Cedric esta tan desatado, tan salvaje, tan provocativo, ya no podía ni quería seguir ocultando mis ganas de que pasara lo que tenga que pasar.

Esta solo mirándome, besándome, haciéndome suya de a poco, pero con fuerza... No quería detenerme jamás, ya rompió mi inocencia y mi paciencia. Ya estaba completamente desnuda para él, no me importó que estuviésemos en plena luz del día, en medio de la nada, es el mejor momento de mi vida.

Ahora sí, de una vez y por todas, ya soy suya... Y él es completamente mío. No tenía dudas de nada, el frío de su cuerpo me preocupó un poco, pero apenas entramos en calor por los movimientos todo eso dejo de importarme.

Estoy rompiendo quien soy; quebrando mis sentidos, ahogando mis gemidos, hundiendo a Cedric en lo profundo de mí ser. No me había dado cuenta de lo mucho que deseaba este momento hasta ahora.

¿Por qué nunca nadie me dijo que el sexo era tan bueno? Ya entiendo a Rebeca, ya comprendo porque es tan adicta a esto... Dios, estoy por explotar justo ahora.

La mirada de Cedric en su máximo punto de excitación lo es todo, me hacían sentir en el cielo. Sus manos acariciando mi cintura, manejando la velocidad. Yo estaba algo agotada pero no quería parar.

Justo cuando ya no podía más, mi garganta me dolía de tanto gemir, Cedric se detuvo, me dio un beso en la frente y se acostó a un lado de mí.
Yo intenté levantarme, pero no pude, me duelen las piernas, me tiembla todo el cuerpo.

— ¿Alguien nos habrá visto? — pregunté entre risa.

—Estamos solos, nadie vio.

Yo me senté como pude y respire profundo.

— ¿Estas bien? — preguntó él.

Yo asentí con la cabeza, tengo algo de vergüenza ahora, no quiero mirarlo.

—Estuvo increíble— afirmo sin hacer contacto visual.

¿Cómo pase de acosarlo un día y al otro estar follando en la colina?

—Sé que no ha pasado mucho tiempo desde que nos conocemos— confesó — siento que esto estaba destinado a pasar.

Regresé mi mirada a su dirección.

—Siento lo mismo... Acosarte fue la mejor idea que tuve en años— respondí, causándole una sonrisa a Cedric. Una sonrisa pícara y preciosa.

Nos vestimos algo rápido, iba a llover y debíamos regresar al auto.

Ya en el auto no pude contener mi duda y le pregunté.

— ¿Estás enfermo?

— ¿Qué? — preguntó él desconcertado.


—Es que... — pensé como decirlo— tu temperatura corporal está muy fría, a pesar de que pasamos rato moviéndonos.

Él desvío mi mirada, me dio la espalda nuevamente y continúo acomodándose.

—Estoy bien— respondió. Pero yo no le creí.

—No es normal que estés tan frío— continúe yo. No puede ser tan descarado en mentirme. — ¿Es una enfermedad terminal?

Él giró para verme, se acercó a mí y colocó su mano en mi mejilla.

—Venus, deja de sobre pensar todo, todo el tiempo. Estoy bien, los climas fríos siempre me afectan.

Su seguridad al decírmelo me tranquilizo de inmediato.

Miré el reloj que tiene el auto; cuatro de la tarde, salimos de la casa a las once de la mañana, no puedo creer que pase tantas horas con este chico.

Mi estómago comenzó a gruñir, muero de hambre.

— ¿Tienes hambre? — preguntó él.

— ¿Cómo lo sabes?

—Tu estomago sonó muy fuerte— entre risas.

—Qué vergüenza, lo siento...

—Eso se puede resolver.

Termine de vestirme dentro del auto y nos fuimos a un pequeño restaurante en el pueblo. Son pocos los restaurantes de buena calidad, pero este es uno de esos.

Ingresamos y nos sentamos en una mesa pequeña para dos, él tomó el menú, el camarero llegó para tomar nuestra orden.

—Una hamburguesa doble carne con papas, una gaseosa y para el postre un brownie con helado.

El camarero se marchó y yo me quedé confundida.

— ¿Por qué solo ordenaste eso?

—Yo no tengo apetito.

— ¿Cómo dices? Pasamos casi cuatro o cinco horas en... — bajé la voz — ya sabes que, ¿Cómo no vas a tener hambre?

Él solo sonrió y me tomó las manos.

—Tengo una dieta estricta, comeré al rato.

Creo que puedo entender que es lo que sucede, creo que tiene una enfermedad terminal y no le queda mucho tiempo de vida... Tal vez mi romance termine como uno de esos libros donde el otro fallece justo cuando el amor es más fuerte y me destruirá la vida por completo.

—Hey, no sobre pienses. Tú come tranquila.

— ¿Eres alérgico o algo así? — insistí

—Así es. No puedo comer lo que sea, es una dieta estricta.
Asentí con la cabeza mientras el camarero coloca mi orden en la mesa; se ve demasiado deliciosa, la tomé con ambas manos y la llevé a mi boca sin pensar.

Se me olvidó mantener la compostura de dama, muero de hambre.

A mitad de la hamburguesa miré a Cedric quien se encontraba sonriendo por mi rostro cubierto de salsa.

—Lamento hacer que pasaras hambre... Para la próxima comes primero.

Yo quedé sin comentarios, continúe devorando la hamburguesa sin contemplación, estoy demasiado hambrienta como para discutir cualquier cosa.

Quizá exagera al decir que en mi rostro había más salsa que nada, pero no dejaba de reírse así que lo dejé burlarse de mí, su hermosa sonrisa lo vale, podía ver sus increíbles dientes blancos y sus pronunciados colmillos, son muy definidos, quizá es genética.

El mesero llegó y retiró el plato de la mesa, yo quedé algo avergonzada por mis manos llenas de salsa. Cedric me pasa unas servilletas.

— ¿Estaba buena? — pregunta sarcásticamente.

Yo tomé las servilletas y comencé a limpiar mis manos y mi boca mientras asentí. Al terminar lo miré fijamente.

— ¿Ahora qué? — pregunté, dejando en claro mi seriedad.

—Pues, te llevo a casa.

—No me refiero a eso.

Él quedó algo confundido, inclinó su cabeza para mirarme con más detalle, como si quisiera leer mi mente o analizar mis gestos.

— ¿Quieres ir a otro lado? — preguntó.

—No, no es eso. — Bajé la mirada a mis manos, ya limpias— hablo de nosotros...

Él cambio su expresión, creo que no debí haber dicho nada, es el típico chico que le espanta el compromiso, quizá solo quería sexo casual con su vecina ingenua.

—Yo...— lo interrumpí, tengo miedo de que diga algo doloroso, es decir, es hombre, no suelen ser empáticos con las complejas emociones de una mujer. No quiero sonar sexista, pero su expresión me hace pensar que eso es lo que pasará. Debo suavizar la situación.

—Lo siento, no quería sonar como una desesperada, sé que es solo sexo, puedo actuar como si fuese solo sexo— empecé a vomitar metafóricamente, me enrede conmigo misma, esto no es nada suave—. Puedo actuar como eso, si es lo que quieres.

Guarde silencio de inmediato, justo ahora solo quería que la tierra me tragarse. Evité mirarlo de nuevo a los ojos, debe estar riéndose de mí y no en el sentido que me agrada. Me siento toda una estúpida.

Él estiró su mano para tomar la mía en el centro de la mesa.

—No voy a tomar esto como "solo sexo", ¿Ok? Para mí fue mucho más que eso.

Mi alma regresó a mi cuerpo, otra vez respiré profundo.

Venus, bajo su influencia. ©(Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora