Capítulo 12. Rebeca Ferries

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Mi vida no es tan dura como la  de los demás, mi vida humana fue tan perfecta como lo es mi vida inmortal

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Mi vida no es tan dura como la de los demás, mi vida humana fue tan perfecta como lo es mi vida inmortal... Crecí y viví parte de mi infancia y juventud en Oregón, EE.UU, mis padres eran adinerados; vivía en una gran casa, con lujos y demás.

Mis padres eran dueños de una gran funeraria, la gran funeraria de Oregón, siempre haciendo trabajos importantes para personas poderosas, yo a pesar de ser una pequeña, sabía exactamente que sus trabajos en su mayoría eran ilícitos.

Cadáveres que el gobierno quería mantener ocultos, personas que debían desaparecer. Todo bajo la fachada de "funeraria Ferries", famoso apellido de mis padres, el apellido que me dio la oportunidad de mejorar aún más mi calidad de inmortalidad.

Todo lo que quería lo tenía, una niña muy consentida decían todos, ¿cómo terminé convertida en esto? Pues, una noche, en el negocio de papá, (yo siempre estaba presente en todas esas reuniones, nunca me decían que no podía ir con ellos a dichosas reuniones) se reunía con unos tipos bastante extraños, su apariencia lucía como los demás señores que venían normalmente, pero con una piel más pálida, cubriéndose con chaquetas, gorro y guantes, algo que me parecía súper extraño para el tipo de clima que había en la ciudad, un clima cálido, tropical y algunas veces soleado.

Sus ojos, el color de los ojos de esos señores con apariencia extraña eran aún más diferentes a los que había visto, quedé muy asombrada e interesada en la apariencia y vibra de esas personas.


Mi padre estaba algo nervioso cuando hablaba con ellos, y eso que mi padre es de esos hombres que no flaquean con ninguno. El simple hecho de verlo tartamudear, sudar y no mirarlos fijamente, me hizo entender que eso es exactamente lo que quiero en mi vida.

No tuve que pensarlo, no demasiado.

En ese grupo había una mujer, su cabello dorado, ojos azules clarísimos, boca roja, piel tan blanca y rostro bien definido, me hicieron entender que la belleza lo es todo para ganar.

Yo estaba escondida debajo del escritorio de mi padre, viéndolos por debajo del mismo.

Mi padre pensaba que yo estaba jugando afuera, como es de costumbre, yo tenía tan solo diez años, cuando decidí que sería como ellos. Sea lo que sea que fuesen. Se les sentía la energía de poder y dominio ante cualquiera, y yo amo la clase de poder que ellos emanan.

— ¿Quiénes son ellos, papi? — pregunté tan inocente.

—Gente importante y peligrosa— dijo mi padre mientras nuestra ama de llaves nos servía la cena.

— ¿Dejaste que entrara de nuevo a la oficina? — preguntaba mi madre con molestia.

— ¡Se me escapó! Ya sabes cómo es

Yo dejé salir una sonrisa para mi madre, no podía molestarse conmigo.

Conocía a mis padres, sabía exactamente como discutirían esa noche por dejarme ir a sus reuniones con personas peligrosas, mi madre no era muy feliz al lado de mi padre, a pesar de poseerlo todo, de tenerlo todo. Nunca entendí su modo de pensar o lo que ella define como "felicidad", yo soy muy diferente a ella.
Así pasaron los años, por culpa de esa noche, mi padre ya no se reunía con esas personas cuando sabía que yo lo acompañaría, le tomé odio a los dos; a mi madre por truncar mi sueño, y a mi padre por ser tan sumiso con ella.

Me daba algo de rabia saber que yo con tan poca edad puedo llegar a ser mucho más madura con mis decisiones que mis padres, podríamos estar dominando el mundo si no fuese por sus "límites de lo correcto e incorrecto en la vida", ¿A quién carajos le importan los límites, cuando se tiene el placer personal? Nunca deje de pensar en esas personas tan elegantes, majestuosas e intimidantes. Esperaba volver a verlas algún día.

Una noche, mi cumpleaños número dieciocho, mi padre me citó a su oficina, ya era hora de hablar sobre los negocios de la familia, el legado del apellido Ferries.

Durante la conversación seria y profunda me confesó que estaba a punto de partir al más allá, mi madre no era consciente de esto, ya que mi padre es de esos hombres renuentes a chequearse al médico, de esos hombres que pensaban que una pastilla contra el dolor de cabeza podía aliviar un cáncer en los pulmones en estado terminal.

Por su tos e incontables coágulos de sangre que salían de su boca, así los retirase con disimulo con su pañuelo, sabía que está conversación era solamente para pasarme la autoría y poder de la funeraria.

—Tu madre es una mujer muy inteligente, pero muy recta en sus decisiones— confesó entre quejidos de la tos y una respiración ahogada.


Venus, bajo su influencia. ©(Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora