Capítulo 19.

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-¿Escuchaste su corazón? -me preguntó Hiccup cuando entramos en el carro y yo me reí.

-Claro que lo escuche -reí-. El sonido más maravilloso que he escuchado.

-Lo sé, no llore nada.

Exploté en carcajadas.

-Hiccup, lloraste más que su propia madre.

-Claro que no, me entró una basura gigante en el el ojo.

-Hiccup... -negué con la cabeza riendo.

-¡Fue la emoción!

-Sí, es hermoso.

-Mérida... ¿puedo decirte algo?

-Adelante.

-Aún por la felicidad que tengo, siento que pasará algo malo.

-Tú y tus inseguridades -rodé los ojos-. No pasará nada.

-Es qué...

-Hiccup -lo interrumpí-. ¿Cómo se llamará?

-No sé -se quedo en silencio unos minutos-. ¿James? ¿Theodore?

-Esos nombres ya están muy usados -canté.

-¿Ian?

-La mayoría del mundo se llama Ian.

-Eres un caso desperdiciado.

-No, sólo quiero un nombre original para mi hijo.

-Lo encontrarás, buscaré en internet el nombre más original que puedas encontrar.

-¿En internet?

-Sí -sonrió, orgulloso.

Como estábamos en el auto de Hiccup pudimos ver como algunas gotas empezaban a caer por el vidrio.
Y como teníamos las ventanas abiertas el olor a tierra mojada nos llegaba, mi favorito.
Pero empezó a llover más fuerte cuando Hiccup cerró las ventanas.

-Duerme, es un camino largo.

Asentí y me acomodé en el asiento, me entregué a los brazos de morfeo y no recuerdo nada más. Hasta que desperté.

Me talle los ojos, no veía nada debido a que estaba oscuro. Me senté en la cama, seguro que Hiccup me había traído hasta aquí, también estaba con la pijama puesta.
Un leve sonrojo se poso en mis mejillas al saber que él me había cambiado.
El cantar de los grillos se escuchaba afuera, acompañando a las gotas de lluvia que caían rápidamente.
Prendí la lampara de noche y me puse las pantuflas que me había comprado Hiccup.
Abrí la puerta de la habitación y toda la casa estaba iluminada.

Al llegar a la escalera disponiendo bajar, me encontré con la escena más escalofriante. Haciendo que mi corazón pegara un brinco.
Hiccup es encontraba tirado en el suelo, con los ojos cerrados y respirando suavemente.

-Hiccup -susurré y corrí hacia él-. ¡Hiccup!

-Tranquila, nena. Sólo esta dormido, le di un sedante.

Esa voz, esa voz sólo podría pertenecer a una persona, una persona a la que odiaban tanto; Eugene Fitzherbert.
Estaba detrás de Hiccup, así que sólo tuve que levantar la mirada.

-¿Qué haces aquí? -pregunté lo más dura que pude.

-Que alegría te da de verme. A tu novio se le dio, antes de marcharme, la brillante idea de darme una copia de la llave -soltó una risa y yo me le quedé viendo, horrorizada. Pero rápidamente me compuse.

-¿Qué haces aquí?

-Bien, ahora que empezamos con las rudezas. Vengo a encargarme de ti y de esa cosa que llevas dentro.

Antes de que pudiera reaccionar él se encontraba sobre mi y después caí por la escalera, rodé y rodé hasta caer fuertemente en el suelo, sobre mi vientre, solté un grito de dolor y pronto un color carmesí no tardo en rodearme, me dolía la espalada, me daban calambres. De mis ojos brotaban lágrimas y sólo rezaba para que no le pasará nada a mi bebé, pronto mi vista se fue nublando hasta no tener consentimiento alguno.

Vous Apprenez (Mericcup) [#1] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora