Jeon Woo Jung Sung Kook heredero de la dinastía Jeon es contenido en un joyero por la hechicera del templo cuidándolo así de los soldados japoneses que atacaron el templo una noche y cada cierto tiempo -bajo ciertas condiciones - es liberado del joy...
El Joven Jeon de la antigua Busan estaba dispuesto a abandonar sus comodidades del templo por huir a una vida digna de amor con su querida doncella, hechicera Hye Shi Woo. Aquella idea le parecía precipitada pero al sentirla tan dentro de su mente y corazón no podría concebirla con mejor claridad, debía huir del templo aquella noche.
Se asomó con su túnica cubriendo su cabeza con este y sacó a Hye Shi Woo de sus aposentos vestida solo con sus enaguas claras, la subió a su caballo y llegaron al bosque donde se les hizo de madrugada viendo el sol salir entre las montañas.
—Joven Jeon, su padre nos buscará a primera hora y de paso me cortará la cabeza si me encuentra— ella se cubrió con los ropajes de del joven quien se preocupaba de cubrir las cenizas de la fogata que los cobijó aquella noche.
—No lo hará, tienes que estar segura de ello— la miró de costado, ella tenia una piel aterciopelada que deseaba tocar con sus manos pero romper aquel vinculo antes del sagrado matrimonio era para él un delito.
—Hye Shi Woo— dijo él y ella elevó la mirada hacia él —Debemos seguir caminando hasta el pueblo, conozco a alguien que nos puede ocultar.
Ese alguien era Min Euyoon, una mujer veterana quien lo salvó de niño de una fiebre mortal, desde entonces la familia real la ha protegido, sin embargo con JungKook siempre tuvo un trato especial.
La mujer de edad le abrió la puerta al joven Jeon quien se encontró con la sorpresa de que su padre ya había visitado el lugar dejando una bolsa de monedas de oro a cambio de información.
—El Rey ha ido casa por casa y marcando las puertas en el caso de encontrar un traidor hacia la familia real— la mujer le sirvió a los amantes un té de flor de sakura —Debes salir esta misma noche lo más lejos posible
—¿Cree que podamos huir hacia el sur?—él dejó la vasija en la mesa y miró a la mujer pidiendo sinceridad.
—Tu si puedes, pero ella es una mujer muy frágil— miró a la muchacha quien bebía su té con calma.—Tiene más miedo de que la maten, desde acá puedo sentir tu aura oscura— habló dirigiéndose a la joven de cabellos negros y largos.
—El miedo es natural, Sra. Min y por mucho que sea una mujer con poderes no me creo lo suficientemente fuerte para enfrentar la muerte— respondió ella mirando al joven príncipe.
—No puedo ir al norte, mi padre me descubriría—se levantó del asiento y miró hacia la pared una pintura que la mujer mayor pintaba, se detuvo pensante en la imagen.
—Se avecinan días de tormento y fuego ardiente— se acercó la mujer al joven —Días donde la sangre llenará los campos de arroz y los gritos de dolor serán lo único que escucharás por días hasta que no haya nadie del imperio en pie— miró la pintura y sus tonos rojos, anaranjados y amarillos en la tela—Llévala lejos y no vuelvan jamás
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