CAPITULO TRES - BENSTON

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EMILY BYRON

Benston es un pueblo precioso. Llevamos aquí tres semanas y me siento como en casa y lo más importante es que mi hermana también. La casa que tienen los señores Guest a quince minutos caminando del pueblo es increíble, Susan tenía toda la razón del mundo, sin embargo, lo que me ha dejado sin palabras es la propiedad. No solo porque es enorme, sino porque a pesar de estar destinada a la agricultura, tiene paisajes preciosos y senderos maravillosos para pasear.

Al principio me puse un poco nerviosa, puesto que está a tan solo veinte millas de Woodstock, la localidad más cercana a la casa que compartimos con nuestros padres. Sin embargo, no hay posibilidad de que el señor me mande a buscar aquí y, además, no creo que la señora Guest nos deje ir tan fácilmente, aunque nos reclamase el mismísimo George V, rey del Reino Unido, los Dominios Británicos de Ultramar y emperador de la India.

La señora Guest se ha encariñado muchísimo con Kate y es ella quien la acompaña por las tardes cuando yo estoy ocupada desde que nos fuimos de Londres. Yo aprovecho para hacer pequeños trabajos de mantenimiento, como es el arreglo de alguna valla o el pintado de alguna pared, y el señor Guest me ha dado los materiales necesarios para hacer mi cometido, después de explicarle que mi padre, además de carpintero, era albañil y al morir mi madre tan joven siempre lo ayudé en su trabajo, aprendiendo muchísimo de él.

La propiedad de los Guest está muy bien cuidada, pero siempre hay algo que arreglar, no en vano tiene diferentes edificios, no solo la casa, los establos y la caballeriza.

La vida social de la señora Guest es mucho más activa en Benston y casi todos los días recibe visitas de amigas y vecinos. El señor Guest suele estar ocupado con los trabajadores de su propiedad, que se dedican exclusivamente a la agricultura, o viajando por negocios. Últimamente, ha estado muy atareado, pues espera que su hijo esté en el país a mediados de agosto y quiere tomarse unas semanas libres para cuando llegue.

La señora Guest me ha sorprendido al contarme que su hijo estará más de un mes en alta mar. Tiene que sentir un gran respeto por sus padres si se pasa más de dos meses todos los años navegando para poder venir a verlos unas semanas. El simple hecho de un viaje de varios días hace que algunos hijos se excusen de visitar a sus progenitores y William no ha dejado de venir ni un solo año desde que se fue con dieciséis recién cumplidos y ya tiene veintidós.

—Buenos días, Emily. ¿Qué haces por aquí tan temprano? —me saluda el señor Guest al pasar a mi lado.

—Buenos días, señor. He planeado el utilizar el yeso para tapar algunos huecos que he visto en el interior de la vivienda y quiero hacerlo cuanto antes y así poder salir a dar un paseo con Kate por la mañana mientras la señora Guest está visitando a unas amigas —le respondo después de hacerle una reverencia.

—No deberías tomarte tantas molestias en mantener la casa en perfecto estado. Para eso está Albert, que cuando regrese de visitar a sus parientes no va a reconocer la propiedad —me reprocha el señor Guest con tono amable.

—No es ninguna molestia. Su esposa no necesita de mis servicios de compañía como en la ciudad y me gusta sentirme útil —le explico.

—La verdad es que la valla ha quedado en perfecto estado. Tu padre debió ser un gran carpintero —me alaba.

—Era el mejor, señor —le respondo bajando un poco la voz, ya que siempre me siento un poco incómoda al hablar de mis padres o de mi marido ficticio.

—Le diré a Charlotte que te dé más responsabilidades en la organización de la casa para que no estés tan ociosa, ¿te parece?

—No quiero que la señora suponga que no estoy contenta de alguna manera aquí, señor. Ni Kate ni yo hemos sido tan felices ni hemos sido tratadas mejor en nuestra vida —le explico agradecida.

Lady in waitingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora