EMILY BYRON
Los días en Benston son tranquilos, pero calurosos. Por esa razón intento comenzar con mi trabajo cuando aún no ha salido el sol, para terminar antes de que esté en lo más alto y así sentarme a la sombra de un árbol al mediodía y sentir la brisa corriendo.
Kate está como loca con el potrillo y anda pegada a Stephen los últimos días, cuando no está acompañando a la señora Guest. Así que disfruto de los momentos de soledad con un buen libro y absorta en mis pensamientos.
—¿Qué es lo que lee? —me pregunta Billy, un nuevo trabajador de los señores Guest.
—Me ha dado un susto de muerte —me quejo, porque he estado a punto de dar un grito.
—¡Robinson Crusoe! —exclama, cuando le doy la vuelta al libro para que pueda verlo.
—¿Lo ha leído?
—Por supuesto. ¿Ha viajado usted mucho?
—Lo más lejos que he estado de mi ciudad natal es Londres, pero lo he hecho con los libros —le respondo.
—¿Y no le gustaría visitar París, Berlín o, simplemente, surcar el Atlántico?
—¿Ir a América? No, no creo que pudiese estar tanto tiempo en un barco. Además, Kate aún es muy pequeña —le respondo sincera.
—Pero crecerá y formará su propia familia. Supongo que usted querrá volver a casarse.
—¿A casarme? —le pregunto, ya que no tengo la menor idea de cómo ha llegado a esa conclusión.
—Usted es bastante conocida en esta propiedad y me he enterado de que es viuda. Siendo tan joven, la mejor opción es volverse a casar —me repite su argumento.
—No, Billy. Yo no voy a volverme a casar. Estoy muy bien en el estado en que me encuentro, de hecho, nunca había estado mejor.
—¿Pasando las noches sola? —me pregunta descarado.
—Este tema no es el más indicado para una dama ni para un caballero—le respondo, intentando que cambie el rumbo de la conversación.
—¿Eso quiere decir que no las pasa sola? —insiste.
—Usted tiende a verlo todo blanco o negro y la vida tiene muchos matices.
—Tiene usted toda la razón. Además, no es asunto mío con quién pase usted las noches. También me han comentado que desde que se está haciendo cargo de la casa de la señora Guest, no se permite tirar ni una miga de pan a la basura.
—Yo no me he hecho cargo de la casa, solo ayudo a mi señora para que todo el trabajo no recaiga sobre sus hombros —le explico mi situación actual.
—Pero ¿es verdad que es usted una tacaña?
—Tirar la comida no está bien, sobre todo, cuando existen niños que por las noches no tienen que echarse a la boca. Sin embargo, no es que sea tacaña, aunque no me parece justo que se tire la comida que ni se ha tocado, pudiendo comérnosla al día siguiente. Así la cocinera hará menos cantidad de comida y no sobrará nada la próxima vez —le explico mi punto de vista.
—Así que es de esas personas que repartirían todos sus bienes entre los más necesitados, si algún día fuese lo suficientemente rica para permitírselo.
—No sé lo que haría si fuese rica, siempre he sido pobre. Sin embargo, estoy segura de que regalarle el pan a un pobre no le hará ningún bien, puesto que existe la posibilidad de que suponga que volverá a ser alimentado cuando se encuentre en la misma situación.
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Lady in waiting
Ficción históricaA Emily le ha tocado nacer en la Inglaterra de principios del siglo XIX con una niña pequeña a la que cuidar y alimentar y un futuro incierto. El miedo y la preocupación hará que no se permita soñar con una vida mejor, ya que solo unos pocos afortun...