CAPITULO VEINTICINCO - EN CAMISÓN

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EMILY BYRON

No me puedo creer que Billy tenga la desfachatez de volver a entrar en mi alcoba de madrugada. Ayer por la tarde estuvimos hablando James, Anne, él y yo y pudo comentarme cualquier cosa.

—¿Está despierta? —insiste Billy.

—Ahora, sí. ¿Por qué vuelve a molestarme a estas horas? —le riño.

—Anoche le dije que si tenía razón volvería de madrugada a buscar una solución.

—Ayer estaba tan cansada que me dejé dormir mientras hablaba —le echo en cara que me moleste y no me permita descansar.

—¿Va a hacerme sitio? —me pregunta, dándome cuenta al mirarlo de que lleva su ropa de dormir.

—¡No lleva pantalones! —exclamo horrorizada.

—Me acabo de despertar y es lo primero que se me ha ocurrido ponerme, es mi ropa de noche, aunque no la uso para dormir —me responde, como si fuese lo más normal del mundo.

—¿Y qué es lo que se pone? —le pregunto, porque no entiendo qué puede llevar uno en la cama, que no sea la ropa para dormir.

—Nada, a mí me gusta dormir desnudo desde que era un crío y mi madre me peleaba por estar siempre sin ropa cuando me despertaba, puesto que me la quitaba mientras dormía.

—Mejor no me lo siga contando o lo hecho de mi cama —lo amenazo.

—¿Puedo taparme un poco? Tengo frío en los pies —me pide y no me queda más remedio que cederle un poco de mi manta.

—Billy, ¿cómo podría usted explicar el estar en mi cama, en camisón y debajo de mis mantas, si a alguien se le ocurriese entrar en mi cuarto?

—Primero le pediría explicaciones al que osara en entrar en su habitación —me responde tan serio que no puedo evitar echarme a reír.

—Pero hoy se irá más temprano —le hago saber.

—Ya que la he despertado, prefiero irme cuando vuelva a quedarse dormida. No quiero ser el causante de que pase una noche en vela.

—Es usted todo un caballero, si no tenemos en cuenta que es el que me ha despertado. ¿Cómo le ha ido con los trabajadores? —cambio el tema para poder dormirme otra vez lo antes posible.

—Los trabajadores se quedan, si conseguimos la manera de que sus hijos reciban clases para aprender a escribir y a leer.

—Entre James y yo podríamos ir enseñando una vez en semana a los niños en sus casas —le ofrezco.

—He pensado en contratar a un profesor, no puedo prescindir de James y tampoco de usted —me avergüenza.

—¿De mí?

—Es usted lo más parecido que tengo a una prometida.

—Está casado —le recuerdo.

—No obstante, tanto mi esposa, como usted y como yo sabemos que no es un matrimonio real y si tenemos en cuenta que a la única persona a la que le he pedido matrimonio es a usted, es casi como mi esposa —se burla de mí.

—¿Casi?

—Si hubiese aceptado, sería mi esposa.

—Si hubiese aceptado, ¿qué hubiese sido de Anne?

—Por ese lado hemos tenido suerte, por lo que voy a proponerle que sea usted mi amante.

—¿Está loco? —casi grito ante la desfachatez de Billy.

—No quiero que me conteste esta noche, primero voy a dejarle un libro para que lo lea y cuando termine de leerlo, podrá contestarme.

—Da igual el libro que me dé, no voy a aceptar ser su amante, Billy —le hago saber.

Lady in waitingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora