CAPITULO QUINCE - CONFIANZA

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WILLIAM GUEST

El frío ha llegado a Benston y lo noto nada más salir de la casa de mis padres. Menos mal que fui precavido y me he traído un sobretodo.

—¿Vas a venirte con nosotros a Londres? —me pregunta mi madre mientras damos un paseo junto a James después de desayunar.

—Por supuesto que sí. En los próximos meses terminaremos con las reuniones que tenemos pendientes, así que luego no se separará de usted —responde mi mano derecha por mí.

—Eso es estupendo, William. Podrías ayudarme a presentar en sociedad a nuestra Emily —me sorprende mi madre con su petición.

—Pensé que no estaba en sus planes el contraer matrimonio, madre.

—Eso es lo que dice ella. A pesar de que la echaré muchísimo de menos, al igual que a su hija, no puedo ser egoísta y privarla del futuro que se merece.

—No creo que la vida que le pueda dar su futuro marido pueda asemejarse con la que tiene con usted —interviene James.

—No estoy pensando en el señor Slater. Nuestra Emily tiene demasiada clase para casarse con él.

—Pero es pobre, mamá —le recuerdo.

—Tu padre y yo lo hemos hablado y, puesto que heredarás la fortuna de la familia y has hecho tu propio patrimonio, hemos decidido cederle a Emily lo que en un principio te íbamos a dar a ti como hijo menor —me vuelve a sorprender la mujer que me trajo al mundo.

—¿Y a cuánto asciende esa cantidad? —le pregunto sin pensarlo.

—A tres mil libras al año, pero tiene que casarse para poder disponer de ellas.

—Por lo poco que conozco a la señora Byron, el dinero no la convencerá para que acceda a un matrimonio.

—Lo sé, lo he hablado con ella y ha rehusado mi proposición. Por eso necesito que entre los dos la convenzáis y que, en cuanto estemos en Londres, la acompañéis a los bailes de salón y demás acontecimientos sociales. Es una muchacha increíble, no creo que muchas puedan igualarla en gracia, educación y conocimientos —la defiende mi madre, como si fuese su hija.

—Es cierto que tiene muchos conocimientos extraños para una mujer, como son las leyes de Newton, pero eso no es relevante a la hora de buscar esposa —contesta James.

—¿Conoce a Newton? —le pregunto anonadado, porque muy pocas personas que conozco han leído sus obras y ninguna es mujer.

—Sé que eso, al igual que sepa arreglar el techo del granero, no es significativo, pero habla, lee y escribe con fluidez el español, el francés, el alemán y el italiano. Tiene un conocimiento de geografía, aritmética, historia y música muy por encima de la media y, como siempre devora los libros que le ofrezco, sabe de todo un poco. Sin olvidar que sabe tocar el piano y el violín —la alaba mi madre.

—Sin duda, una señora con talentos, pero tan obstinada como su hijo cuando quiere.

—Por eso necesito que William la acompañe a todos estos actos, seguro que Anne también os ayudará, le tiene mucho cariño a Emily.

—Será como usted diga, señora Guest —le hace saber James, porque yo me he quedado sin habla.

Estoy seguro de que acompañar a Emily a los bailes no es una buena idea. Desde que se negó a dejarme probar su chocolate hace diez días, he adelantado todas las reuniones que he podido para evitar encontrármela todos los días, aunque en cuanto me separo unas millas de Benston, comienzo a buscar la forma de volver lo antes posible.

Un claro ejemplo es nuestra reunión de ayer. Viajamos por la noche durante siete horas hasta Londres y, nada más terminar con nuestros quehaceres, regresamos, llegando a la propiedad de mis padres a las cinco de la mañana.

Lady in waitingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora