Capítulo 18. El traslado

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Los tres amigos continuaron un largo rato hablando sobre los planes de Daniel, sobre qué pensaba hacer durante sus vacaciones, cómo iba a aceptar su familia la decisión que había tomado, dónde podría ofrecer sus servicios como redactor... 

Carlos estaba esperando que terminaran de saborear el entusiasmo por el futuro de Daniel para traerlos de nuevo al presente.

—Paula y yo vamos a casarnos —dijo por fin.

—¡¿En serio?! ¡Eso es genial! —exclamó Ave.

—¡Ya era hora! —dijo Daniel— ¡Enhorabuena chavalote!

—Muchas gracias chicos —respondió Carlos.

—¿Se puede saber por qué no pareces contento? —le preguntó Ave.

—¿Te da miedo el matrimonio? —le preguntó Daniel.

—No, si estoy muy feliz. Y lo del matrimonio es lo de menos. Lo hacemos más que nada por Charlie. Por supuesto, sin bodorrio, celebración ni nada parecido —explicó Carlos—. Sólo me preocupa lo que conlleva.

—¿La noche de bodas? —bromeó Ave.

—¿Llevar una alianza? —siguió Daniel.

—Vamos a ver, dúo humorístico. Paula se viene a vivir aquí.

—¡Ah, vale! —exclamó Ave y dirigiéndose a Daniel, añadió—: Te está diciendo que sobras, Cervantes. No quiere que Paula le pida el divorcio cuando se encuentre contigo por las mañanas en el lavabo.

—¡Ah, vale! —exclamó Daniel — Y yo que pensaba que iban a adoptarme. ¡Menudo susto!

—Vaya, veo que hoy empieza el festival del humor —les riñó Carlos.

—Carlos, cariño, lo nuestro tenía que acabar —continuó Daniel—. No, en serio. Te agradezco enormemente que me hayas dejado vivir aquí todo este tiempo. Pero al margen de que ya quedamos en su momento que mi ocupación sería temporal, mientras estuvieras haciendo las américas, desde que reapareció Paula en tu vida, con un bebé bajo el brazo, tenía muy claro que este momento iba a llegar. Quizás tendría que haberme buscado antes un piso, pero tampoco he tenido prisa. Ya he estado mirando unos alquileres por aquí cerca.

—Pero justo ahora, que te has quedado sin trabajo, llevar los gastos de un piso tú solo no es la mejor opción —le dijo Carlos.

—Perdona, te recuerdo que estás hablando con el actual ganador de un certamen literario —alardeó Daniel.

—Sí claro, cuyo premio puede que no te llegue ni para pagar la fianza —le dijo Carlos —. No es necesario que te vayas ahora Daniel, sabes que puedes quedarte el tiempo que quieras.

—¿Era por eso por lo que has comunicado tu matrimonio como si se tratara del anuncio de tu entrada en prisión? —preguntó Daniel.

—Bueno, yo... —iba a empezar a excusarse Carlos. Pero su amigo no le dejó continuar:

—Pues no tienes que preocuparte por nada Carlos, te lo digo en serio. Además, si me fuera muy mal, siempre podría volver a casa de mis padres.

—O podrías venir a vivir conmigo —propuso Ave.

—¡Oye, esa idea me parece estupenda! —exclamó Carlos.

—La verdad es que a mí no me importaría vivir contigo pero... ¿y a David? —preguntó Daniel.

—¿Por qué iba a importarle? A mí no me importa que le importe, ni a ti te debería importar que a él le importe —dijo Ave, resuelta. 

—Y al importador que le importe, buen importador será —añadió Carlos.

Una para cada unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora