Los dos permanecían de pie en medio del comedor, ambos con los brazos cruzados sobre el pecho, mirándose fijamente, midiéndose en la corta distancia, intentando adivinar lo que el otro pensaba. Después de que David repitiera nuevamente su petición, Daniel tomó aire y en el tono más pausado que pudo, le dijo:
—En primer lugar, no creo que mi amistad con Ave tenga nada que ver con vuestra relación. Y en segundo lugar, esa es una cuestión que creo que deberías tratar con ella y no conmigo.
Ambos mantuvieron la postura y la mirada fija en el otro. David sabía que se enfrentaba a un duro rival, aunque la estrategia que había improvisado pensaba que iba a resultar mucho más eficaz de lo que estaba siendo. Quiso pensar que el cariño que Daniel sentía por su amiga y lo mucho que le preocupaba su bienestar, habría sido suficiente para que su deseo de que no se interpusiera en su relación fuera realmente persuasivo. Sin embargo, la actitud de Daniel no estaba siendo la que esperaba.
—Sabes de sobra que María nunca iba a dejar tirado a un amigo, así que no cuentes que sea ella quien te pida que te vayas.
—Quizás porque no quiere que lo haga ¿no crees? —dijo Daniel en actitud cada vez más desafiante.
—¿Me estás diciendo que tú eres más importante que yo? ¿O que tu amistad le importa más que nuestra relación?
—No, simplemente que quizás no quiera que me vaya. Es mucho más sencillo de lo que planteas.
—Mira Daniel, te voy a ser muy franco —dijo David, dispuesto a sacar toda la artillería —. Perdí a María una vez y no estoy dispuesto a volver a hacerlo. Me ha costado mucho ganarme su confianza y no voy a permitir que nadie se entrometa. Te puedo asegurar que si María tuviera que elegir entre tú y yo, no dudaría un segundo en quedarse conmigo, pero la quiero tanto que no deseo ponerla en esa difícil situación y por eso creo que lo mejor es que te vayas de esta casa.
David iba subiendo el tono de voz, por eso ninguno de los dos pudo escuchar el ruido de las llaves al entrar en la cerradura, cuando Ave llegó a casa. Al escuchar la conversación en su comedor, se quedó inmóvil en el recibidor, sin llegar a cerrar la puerta.
—Mira, David, si la quieres tanto como dices, ni te plantearías obligarla a elegir...
—¡María es mía! ¡Y quiero que te vayas de aquí! —exclamó de pronto, y ante su desproporcionado grito, dándose cuenta de que estaba perdiendo los estribos, respiró profundamente y retomó el tono pausado, aunque con una actitud que a Daniel le resultó demasiado perversa —. Verás, me he dado cuenta de que María es una de esas personas con ángel, alguien muy especial, alguien que te empuja a querer ser mejor persona, ¿sabes?
—Estoy completamente de acuerdo contigo en eso, David. Conozco a Ave perfectamente y tengo muy claro porqué somos amigos, porqué la quiero tanto.
—Si la quisieras tanto no te interpondrías en su felicidad —le reprochó David.
—Por supuesto que no. Nunca lo haría.
—Lo estás haciendo ahora.
—¿Al no irme de esta casa porque tú me lo pides?
—Al interponerte en nuestra relación
—¡Yo no me interpongo en...! —protestó Daniel, pero David volvió a interrumpirle
—¡¿Es que no te das cuenta?! ¡No quiere quedar conmigo! ¡Nunca tiene tiempo para mí! ¡Y ahora lo entiendo! ¡Te has venido a vivir aquí y sólo quiere llegar a casa para estar contigo!
Daniel se quedó mudo. ¿Era eso cierto? Daniel no había pensado en ello, simplemente se había dedicado a disfrutar de los ratos que pasaba en compañía de su amiga, que habían aumentado sí, pero porque ahora vivían en la misma casa. Siempre habían estado muy a gusto juntos, tenían muchas cosas en común, se conocían muy bien, se querían...
Lo cierto era que Ave no le hablaba de David, ni le había visto hasta su aparición ese día. Tampoco hablaban de él. Daniel había olvidado por completo su existencia, y parecía que Ave también.
En ese momento, Ave hizo notoria su presencia:
—¿Qué está pasando aquí?
Los dos chicos miraron a la joven sorprendidos y ambos se dedicaron una mirada que mezclaba complicidad, temor y alarmante desafío.
—Nada, nada —se excusó David—. Estábamos hablando mientras te esperaba. ¿Te apetece que vayamos a tomar algo?
Ave miró a David con incredulidad y luego miró a Daniel, esperando algún tipo de aclaración, pero éste agachó la cabeza sin saber cómo reaccionar.
—No, David, no me apetece ir a tomar algo —contestó Ave y David soltó un bufido—. Y me gustaría que me dijeras por qué le dices a Daniel que se vaya de mi casa.
—Voy a dar una vuelta —dijo Daniel y, antes de que Ave pudiera decir nada, añadió—: Creo que tenéis que hablar a solas.
En cuanto cerró la puerta Ave se plantó frente a David esperando una respuesta. Él fue a poner sus manos sobre los hombros de Ave, pero ésta se apartó evitando el contacto:
—María, yo... Verás, estoy preocupado... Quería hablar con Daniel pero él..., me he puesto nervioso y...
—¿Y le has echado de mi casa? —preguntó Ave con sarcasmo—. Si estás preocupado lo normal es que vengas a hablar conmigo, no que te presentes en mi casa cuando yo no estoy, y a mis espaldas intentes deshacerte de mi mejor amigo. Eso me parece muy ruin.
—¡Y tú podías haberme dicho que había venido a vivir contigo!
—Podría habértelo dicho, sí, pero no encontré el motivo para hacerlo. Es mi amigo, necesitaba un sitio para vivir y le ofrecí mi casa. Eso es todo. Y tú no eres quién para pedirle que se vaya.
David quería disculparse e intentó acercarse nuevamente a Ave, pero ésta volvió a rechazar su contacto. Estaba aturdida y totalmente sorprendida por la versión de David que había conocido a escondidas, cuando él pensaba que no la estaba oyendo. El tono que había empleado y la manera en la que había intentado persuadir a Daniel, le hacían creer que estaba ante una persona con dos caras totalmente opuestas.
—Mira, David, déjalo. No intentes buscar excusas que podrían dejarte todavía en peor lugar. He escuchado lo suficiente.
—Perdóname, María. He sido un estúpido. No sé... Te echo mucho de menos. Lo siento. Estaba... estaba celoso.
Sin embargo, a Ave no le convencieron aquellas palabras y seguía defraudada por su comportamiento. Ave le explicó que nunca había echado a nadie de su casa, que mucho menos echaría a su mejor amigo y todavía menos consentiría que nadie lo hiciera en su lugar. Le dijo que no entendía por qué no había hablado con ella primero y le comunicó lo mucho que le había decepcionado su actitud. También reconoció que si no pasaban más tiempos juntos tenía que buscar las causas en ellos mismos, en su relación, y no en terceras personas. Y añadió que el hecho de que se marchara Daniel no iba a hacer que cambiaran sus sentimientos o sus ganas de estar con él.
—¿Me estás diciendo que no sientes lo mismo por mí? —le preguntó David apesadumbrado.
—¿Lo mismo? ¿Lo mismo que tú? ¿Lo mismo que antes? ¿Lo mismo que cuando salimos la primera vez?
—Sí, aunque la pregunta sería si no sientes lo mismo por mí que por Daniel.
—La respuesta para todas esas preguntas es no —contestó Ave tras un breve silencio.
—Entonces, creo que no hay nada más que hablar. Has aclarado todas mis dudas —dijo David ofendido.
Ave no dijo nada más. Realmente lo había dicho todo con esa respuesta. Nunca había vuelto a sentir lo que le unió a David en un principio, nunca había estado convencida de tener las mismas ganas que él por recuperar lo que tenían y nunca había dudado de que lo que sentía por Daniel era muy diferente a lo que le había acercado a David.
Él espero unos segundos a que ella dijera algo, a que le diera más explicaciones, a que hiciera algo por evitar ese pensamiento que lo había atormentado desde el primer día que la conoció; que estaba enamorada de Daniel. Pero Ave permaneció en silencio y se quedó sola con sus pensamientos.
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Una para cada uno
Teen FictionTres amigos; tres vidas. ¿Tendrán una oportunidad para cada uno o querrán compartir la misma? Daniel sueña con ser escritor, pero el imprevisto éxito profesional en la agencia de publicidad para la que trabaja le hará replantearse sus deseos. Carlos...