Capítulo 8 - ¿Novios?

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Los dos amigos se miraron fijamente a los ojos. Cada uno podría adivinar lo que se cruzaba por la mente del otro. Aquel recuerdo que fingían haber olvidado y que se había quedado en la borrosa memoria de ambos. Una confesión embriagada por el alcohol, que habían guardado en el archivo de intocables durante más de una década. Los dos confesaron una vez estar enamorados de Ave, y los dos prometerion mantener ese sentimiento en secreto para siempre. Nunca más volvieron a hablar sobre el tema, intentando convencerse de que no había ocurrido, confiando en que el alcohol hubiera borrado el recuerdo en la mente del otro.

—Oh, vamos Carlos, no seas ridículo —se excusó Daniel—. ¿Por qué te resulta tan disparatado que pudiéramos formar una familia? Nos entendemos a la perfección, nos queremos, nos conocemos muy bien, nos complementamos, nos queremos...

—Eso ya lo has dicho.

—Porque es así. ¿Qué problema ves, entonces? 

—Pues que la gente normal quiere tener su casa, su pareja, sus hijos, Daniel. La gente normal quiere tener a unos amigos con los que desahogarse, con los que olvidar las obligaciones familiares, con los que hacer las cosas que no hace con su pareja. La gente normal...

—¿Y desde cuándo piensas que nosotros somos gente normal, Carlos?

—Por cierto —dijo Carlos cambiando de tema—, he estado hablando con mi padre. Todavía no tiene pensado abrir sucursal en Valencia. Si decido quedarme en España, tendrá que ser en Madrid o Barcelona.

—¿Eso quiere decir que te vuelves a marchar?

—Todavía no, pero si mi padre no cambia de opinión, las opciones que tengo son esas: Madrid o Barcelona, o volver a Nueva York.

—Ah, entonces entiendo por qué no contemplas nuestra promesa de formar un trimonio —dijo Daniel en un tono que se debatía entre la broma y la seriedad—, porque las relaciones a distancia no suelen funcionar, ¿verdad?


Aquel fin de semana resultó bastante extraño para los tres amigos. Daniel decidió aceptar la invitación de su hermana Laura para cenar con sus padres el sábado por la noche. Así tenía un excusa para no quedar con Irma, antes de haber aclarado sus pensamientos y sentimientos. Al final se quedó a dormir allí y pasó el día entero con sus padres, visitando a la prima de su madre, que tenía un chalet donde, en la infancia, pasaban prácticamente todo el verano. Fue una jornada entrañable, que pasaron jugando al parchís, viendo fotografías antiguas y recordando viejos tiempos. No le dejó mucho tiempo para meditar sobre su presente, pero sí le sirvió para disfrutar de un pasado que cada vez quedaba más lejano, más lejano incluso que su futuro.

Ave había organizado una jornada de actividades para niños ese domingo y se pasó todo el día haciendo figuritas con globos, bailando las coreografías de todas las canciones infantiles de la historia, haciendo carreras de sacos y untando nocilla en pan de molde para la merienda. Disfrutaba enormemente con aquellas jornadas en las que los niños se sentían parte de una gran familia. Sin embargo echaba de menos a sus amigos, quienes normalmente también colaboraban vistiéndose de payasos, haciendo cutres trucos de magia o dejándose hacer todo aquello que pudiera sacar una sonrisa a los más pequeños.

Carlos aprovechó para pasar una jornada dominical tumbado en el sofá, viendo su colección de películas de los hermanos Marx y comiendo cualquier cosa que estuviera acompañada de tortilla de patata. Cuando Daniel llegó por la noche, él se había quedado dormido en el sofá. Entró directamente a su cuarto y encendió el ordenador. Todos los recuerdos revividos en aquel día le sirvieron para que su inspiración encontrara las palabras que mejor definían su estado de ánimo. No salió de su habitación hasta que dejó apagó el ordenador para irse a la cama.

Una para cada unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora