El lunes de la siguiente semana el timbre de la puerta despertó a Carlos y a Daniel antes de las ocho de la mañana, y fue éste último quien se levantó a abrir.
—Hola —dijo una joven atractiva, con un abultado capazo en una mano y varias bolsas en la otra. Daniel, todavía medio dormido, respondió al saludo:
—Hola.
La mujer levantó la vista para comprobar el número de la puerta.
—¿Vive aquí Carlos? ¿Carlos Poveda?
—Sí —respondió Daniel—. ¿Quién le busca?
—Soy Paula. Tú debes de ser Daniel.
—Sí, lo soy.
Daniel aguardaba más información y no se le ocurrió hacer entrar a la chica, que seguía allí de pie sin saber tampoco cómo empezar a dar explicaciones.
—¿Está Carlos? —preguntó al fin.
—Sí, está durmiendo. ¿Quieres pasar?
La chica dudó un instante.
—Me gustaría hablar primero con él.
—Vale, voy a llamarle. Pero pasa, anda, parece que vas muy cargada.
—Gracias.
Daniel sujetó la puerta y Paula entró, dejando las bolsas en el suelo y el capazo sobre la mesa. Fue en ese instante cuando Daniel se dio cuenta de que dentro había un precioso bebé dormido.
Miró a la joven atónito, sin poder disimular su sorpresa. Ella bajó la vista algo avergonzada y un intenso rubor se instaló en sus mejillas.
—Voy... voy a buscar a... Carlos.
Fue a la habitación de su amigo y le dio unos ligeros empujones sobre el hombro:
—Carlos, Carlos, despierta. Hay una chica que pregunta por ti.
—Dile que llame más tarde —consiguió balbucear su amigo.
—No, Carlos, está aquí, quiere hablar contigo. Es importante.
El tono que utilizó alarmó a Carlos, quien consiguió abrir los ojos e incorporarse de la cama.
—¿Qué pasa? ¿Quién es? —preguntó algo asustado.
—Es Paula.
—¿Paula? ¿Paula...?
—Será mejor que salgas —le dijo Daniel.
Cuando apareció en el comedor, Carlos dibujó una enorme sonrisa:
—¡Paula! ¡Qué sorpresa! Pero, ¿qué haces tú aquí?
Carlos abrazó a aquella joven, que aceptó el abrazo con agrado, aunque seguía nerviosa, incómoda y algo avergonzada.
—Es Paula, ¡Paula! —dijo, mirando a su amigo. Daniel recordó de pronto. Sólo había visto una foto de ella con Carlos, cuando visitaron por primera vez el Empire State.
Fue la primera chica con la que salió Carlos en cuanto llegó a Nueva York. Estuvieron juntos casi un año y todo parecía ir genial. Pero el hecho de que todo resultara tan fácil, y de una forma tan rápida, fue lo que le asustó y le empujó a poner algo de distancia. Ella estuvo de acuerdo en que iban demasiado deprisa, así que aceptó frenar el ritmo de su relación. Sin embargo, lo que consiguieron fue crear unas trabas innecesarias que fueron deteriorando su complicidad, y al poco tiempo dejaron de llamarse.
—¿Has vuelto a España? ¿Para quedarte? Yo también regresé hace poco —decía Carlos sin darse cuenta del bulto que había sobre la mesa.
Un leve balbuceo llamó la atención de Carlos.
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Una para cada uno
Novela JuvenilTres amigos; tres vidas. ¿Tendrán una oportunidad para cada uno o querrán compartir la misma? Daniel sueña con ser escritor, pero el imprevisto éxito profesional en la agencia de publicidad para la que trabaja le hará replantearse sus deseos. Carlos...