Cuando Carlos se fue, Daniel se metió en su habitación, esperando que Ave regresara para hablar con ella.
Desde su conversación con Carlos, el corazón le latía en el pecho a toda velocidad, y no conseguía calmarlo.
En su cabeza se repetían una y otra vez las palabras de Ave, refiriéndose a David: "ya se ha ido, y espero que sea para siempre".
Intentaba convecerse de que el hecho de que David desapareciera de la vida de Ave, le estaba brindando la oportunidad que necesitaba.
Todavía pasaron un par de horas más, hasta que Ave regresó a casa. En cuanto la vio aparecer, Daniel le preguntó:
—¿Cómo estás?
—Bien, bien gracias —le dijo mientras lanzaba las llaves sobre la mesa y se dejaba caer sobre el sofá —.Siento lo ocurrido, Daniel. Escuché todo lo que te dijo y...
—Tú no tienes por qué disculparte Ave. Quizás, tendría que hacerlo yo —le dijo Daniel sentándose a su lado —.¿Se ha ido por mi culpa?
—¡No! No quiero que pienses eso. Tú no tienes la culpa de nada.
—¿Seguro que estás bien? —insistió Daniel.
—¿Sinceramente? No lo sé. Creo que me he vuelto a equivocar.
Daniel tragó saliva y cerró los ojos un instante. Tal vez había sido demasiado optimista al creer que se iba a encontrar con la oportunidad deseada.
—¿En qué sentido? —le preguntó.
—¿Puedo ser sincera contigo?
—Siempre lo has sido ¿no?
—Bueno, casi siempre —reconoció Ave bajando la mirada. Tras un breve silencio, tomó aire y continuó—: Creo que David tenía razón. Quería aprovechar cada instante que pudiera estar contigo. Temía que todo hubiera cambiado. Ya no pasábamos tanto tiempo juntos. Me aterraba pensar que estaba perdiendo todo mi mundo, mi familia, a vosotros. Cuando apareció Paula e Irma en vuestras vidas, ya casi no nos veíamos.
Ave se quedó callada un momento y Daniel aguardó también en silencio, hasta que ella continuó hablando:
—Cuando te viniste a vivir aquí, quise recuperar todo el tiempo que habíamos perdido y estaba dejando a David de lado.
—¿Y te arrepientes?
—No, en absoluto. Este momento tenía que llegar, tarde o temprano. Me estaba engañando a mí misma. Solo quise aprovechar la oportunidad que me ofrecía, aun sabiendo que no era la que más deseaba. Intentaba convencerme de que sería mejor intentarlo con él, antes que quedarme sola.
Ave volvió a guardar silencio y se perdió en la mirada de Daniel, sin poder evitar que el rubor subiera a sus mejillas, lo que le obligó a bajar sus ojos algo avergonzada.
—¿Puedo ser sincero contigo? —le preguntó entonces Daniel.
—Siempre lo has sido, ¿no?
—Casi siempre —respondió Daniel.
Ave sonrió tímidamente, mientras jugueteba con sus dedos sobre su regazo. Daniel le levantó la barbilla suavemente, hasta que se encontró de nuevo con su mirada.
—Me alegra lo que ha pasado, Ave. No creo que David fuera tu oportunidad y ya sabes que hay una para cada uno.
—Y cada uno con la suya —respondió Ave.
—Sí. Y a mí me gustaría que tú fueras la mía.
Ave sonrió y se quedó sin palabras. Daniel esperó, nervioso, alguna reacción por su parte. Se quedaron un instante mirándose a los ojos y finalmente, Ave se lanzó a su cuello.
—Sabes que te quiero mucho, ¿verdad? —le preguntó Ave.
—Y tú sabes que yo también te quiero mucho a ti, ¿verdad? —le preguntó Daniel.
—¡Pues claro que lo sé! —respondió Ave, descolgándose de los hombros de su amigo, y mostrando una amplia sonrisa.
—Lo que quizás no sabes es cómo te quiero...
Ave lo miró extrañada y no pudo evitar que la alegre sonrisa se transformara en un gesto serio y de preocupación. Pero antes de que pudiera decir nada, Daniel añadió:
—Estoy enamorado de ti, Ave. Lo estoy desde el primer día que te conocí —empezó a confesar Daniel con timidez—. Sé que somos amigos, los mejores amigos del mundo, y no sabes lo asustado que estoy en este momento, porque nunca, jamás, querría hacer algo que pudiera estropear nuestra amistad. Y si he disimulado todos estos años, es precisamente por el miedo... el pánico que me da perderte. Pero si ahora dices...
Ave le hizo callar posando los labios en los suyos. No hicieron falta más palabras, porque ese beso dijo todo lo que se habían estado callando durante tanto tiempo.
En solo unos meses todo había cambiado. Había una vida para cada uno, y cada uno tenía que vivir la suya.
En una vida puede haber muchas oportunidades y una oportunidad puede cambiar toda una vida. O varias.
Carlos, Daniel y Ave supieron cómo vivir la gran oportunidad que habían tenido de conocerse.
FIN
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Una para cada uno
Teen FictionTres amigos; tres vidas. ¿Tendrán una oportunidad para cada uno o querrán compartir la misma? Daniel sueña con ser escritor, pero el imprevisto éxito profesional en la agencia de publicidad para la que trabaja le hará replantearse sus deseos. Carlos...