A la semana siguiente ya le había dicho a mi familia lo que haría y dónde viviría. Ellos habían aceptado encantados, pues así estaría más cerca de ellos.
—¿Estás segura que no quieres que vayamos contigo? —me preguntó por enésima vez mamá
—No, mami. Estaré bien.
—Bueno… —no sonaba convencida
Me despedí de todos y subí al avión para poder llegar a Londres.
(…)
Bajé del avión y tomé un taxi que me llevó hasta el pent-house.
Llegué hasta recepción y di mi nombre, me dejaron subir y empecé a quitar todo, el camión de mudanza no tardaría en llegar.
Oí la puerta abrirse y mi cuerpo se tensó de pies a cabeza.
—¿Cora? —me relajé en cuánto escuché la voz de Christopher
—¿Qué haces aquí?
—Vengo a verte. —entró en la habitación
Se quedó mirando el cuadro unos segundos con una pequeña sonrisa ladeada.
—Entonces te irás para siempre. —murmuró
—Sí.
—Después de ocho años… ¿ya no más?
—No más, Christopher. —me senté en la cama
Se acercó lentamente a mi, trató de besarme pero lo aparté.
—No más. —murmuré— Me he cansado, y quizá no me creas porque siempre digo lo mismo y siempre vuelvo contigo, pero esta vez cumpliré mi palabra.
—Ambos sabemos que no será así. —la burla en su voz me dolió
—No seré yo quién te busque. Me voy a casar con un gran hombre y voy a tener hijos, tendré una familia.
Su rostro se tensó y adoptó una postura insegura.
—¿Es lo que realmente quieres para tu vida? —me preguntó
—¿Puede tú darme lo que yo quiero? —le pregunté yo
—No.
—Entonces sí es lo que quiero.
—Me amas-
—Tu a mí también, pero veo que tu cobardía supera ese amor. —me levanté cuando los de la mudanza empezaron a sacar todo
—…
—¿No dirás nada más? —traté de no llorar
—No tengo nada qué decir.
—Bien. —detuve al empleado que se iba a llevar el retrato de ambos— Quédatelo, yo no lo necesito.
Se lo entregué y salí del pent-house, una vez más él me terminaba de destruir.
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