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Gaby estacionó su auto en el trabajo de Frederick y me despedí de ella con un abrazo.

—Nos vemos mañana en la mudanza, te quiero. —me dijo

—Yo también.

Se fue y entré en el edificio, una mujer castaña me recibió.

—¿A quien se espera, señorita? —me preguntó

—Vengo a ver a Frederick Course. —le sonreí

—¿Usted es?

—Su prometida. —la sonrisa de la castaña vaciló, me indicó que pasara al despacho y le agradecí

Entré y Frederick escondió algo tras su espalda.

—No esperaba que vinieras, cariño. —estaba nerviosa

—¿Qué tienes ahí? —me acerqué a él

Tomé su mano y la abrí viendo un anillo con un pequeño diamante.

—Te lo quería dar en la mañana. —me dijo

—Es muy bonito. —lo besé

Puso el anillo en mi dedo y reparó el anillo con la inicial del otro, me limité a sonreír. Sus ojos verdes me repararon de arriba abajo y pasó saliva.

Lo atraje a mi de la corbata y lo besé, enredé mis piernas en su cintura y él apretó sus manos contra mi.

Me quitó el bolso y lo lanzó por ahí, llevé su mano al cierre del vestido y lo bajó, el vestido se deslizó por mi cuerpo dejándome solo en un pequeño hilo.

—No quiero que te sientas presionada a nada, Cora. —me dijo con dulzura

—Necesito hacerlo. —lo besé

Se alejó de mí para repararme desnuda, sus ojos se concentraron en mis senos y le sonreí, me encantaba la sensación de ser deseada.

Se empezó a desvestir frente a mi, no podía decir que no era sensual porque estaría mintiendo.

Se deshizo se su bóxer y me quedé mirando su miembro más de lo debido, estaba perfecto.

Se acercó a mi y me sentó sobre la mesa, el vaso de agua empapó todos los papeles en esta y también mojó mi culo.

—Lo siento. —dije riéndome

—Da igual. —besó mi cuello

Quité mi tanga bajo su mirada atenta y abrí mis piernas para él, se apresuró a tomar un condón y ponérselo. Pasó su glande entre mis pliegues y entró levemente, mordí mi labio y me moví indicándole que entrara completamente.

Lo hizo y gemí fuertemente, me empujó suavemente hacia atrás y me acosté, se aferró a mi cintura y sin dejarme pedir más empezó a moverse, no con dulzura o suavidad como esperaba, era todo lo contrario a eso.

La mesa chirriaba y el cuarto estaba lleno de vapor, solo se oían mis gemidos que por más que quería disimular no podía, sus gruñidos, su manera de moverse, sus ojos mirándome con esa sonrisa… era estupendo en el sexo.

Salió de mi gritándome con brusquedad, nalgueó tres veces mi culo con demasiada fuerza y me obligó a ponerme en cuatro, tuve que sostenerme con mi cabeza ya que mis manos eran sostenidas por él detrás de mi espalda.

—Fred… —murmuré totalmente tensa debido al placer

—No hables, no te he dado permiso. —me nalgueó

Era dominante. Me encanta.

Me corrí como por segunda vez, él hizo lo mismo y salió de mi interior, me senté sobre la mesa y resoplé totalmente agotada.

Él abrió una botella de agua y me la ofreció, me la bebí de un trago y él sonrió.

—¿Cumplí tus expectativas?

—¿En la noche llegas muy agotado del trabajo? Porque de las cogidas que te voy a dar te vas a cansar más. —me mordí el labio

—Siempre tengo tiempo para nosotros. —me besó

Me levanté y nos vestimos, salimos del despacho y la castaña nos reparó con curiosidad.

—Jane, nos vemos en Nueva York. —se despidió

—Que descansen, señores.

Salimos y subimos a su auto, condujo hasta casa mientras me escuchaba hablar sobre el día de hoy, saltándome la parte de Christopher.

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𝐒𝐞𝐜𝐫𝐞𝐭𝐨.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora