Capítulo 2: competencias y compromisos

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Los días en Lunaris transcurrían en una mezcla de rutina y emoción. Mientras el sol iluminaba el pueblo, Anartz dedicaba su tiempo libre a su otra pasión: el baloncesto. En la cancha del pueblo, donde los rayos de sol resaltaban la destreza de sus movimientos, Anartz se sumergía en el juego, sintiendo la adrenalina de cada salto y enceste.

Mientras tanto, Carlota canalizaba su energía de una manera diferente. En un gimnasio modesto, ella se entrenaba en el arte del boxeo. Sus puños rápidos y precisos dejaban claro que no solo era una experta en la danza de la noche, sino también en el arte del combate.

La aldea de Lunaris se convirtió en el escenario de duelos deportivos y momentos compartidos entre Anartz y Carlota. Los lugareños se maravillaban de la conexión única entre el chico hombre lobo y la valiente boxeadora, y sus historias se entrelazaban como los destellos de la luna y el sol que se turnaban en el cielo.

A pesar de sus diferentes intereses, Anartz y Carlota encontraron maneras de apoyarse mutuamente en sus pasiones. Anartz asistía a las peleas de boxeo de Carlota, emocionado por la fuerza y determinación que ella demostraba en cada combate. Mientras tanto, Carlota no se perdía un solo partido de baloncesto de Anartz, animándolo desde la primera fila con su inquebrantable espíritu.

Sin embargo, mientras Lunaris vibraba con la alegría de estas competiciones, había sombras acechando en los rincones más oscuros del bosque, amenazando con poner a prueba la fuerza de su amor y los lazos que habían forjado.

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