capitulo 3

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Gema.

Estuve ocupada todo el día, lidiando con una videoconferencia con la central rusa; hay misiones que atender apenas ponga un pie allá. Mi trabajo nunca para. No hay descanso ni vacaciones para alguien como yo, y realmente no las necesito. No soy como el resto del mundo. A veces, siento que mi genética es distinta: mi resistencia física y mental está en otro nivel, muy por encima de lo común. Y siempre que hace falta, estoy lista para demostrarlo.

Cuando sea coronel, nada me detendrá. Me encargaré de cada corrupto, asesino, pedófilo, violador y mafioso. Incluso con mi rango actual, ya he desmantelado redes enteras de tráfico de niños, salvando vidas que otros ni siquiera notan.

Vivo para trabajar. Si no es en la central, es en las industrias Lancaster. Claro que a veces pospongo cosas importantes solo para estar con Emma y mi ángel, pero eso es diferente.

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Dos días antes del cumpleaños de Emma, decido que quiero organizarle algo especial. Sé que ella preferiría algo sencillo, así que no haré nada ostentoso. Solo un regalo, pero uno que sé que la hará feliz.

—Kevin —llamo a mi secretario.

Kevin entra a la oficina, cargando algunas carpetas. Es un hombre eficiente, con esa seriedad y elegancia francesa que me resulta agradable.

—¿Sí, señorita? —responde con su marcado acento.

—Acompáñame a hacer unas compras. Dile a mi chofer que prepare el auto.

Finalmente, después de darle vueltas todo el día, decido qué voy a regalarle a Emma. Algo digno de ella, de alguien especial para mí.

Más tarde, agotada, llego a casa. Solo quiero dormir, pero tengo que cenar algo. Me quito el traje y me pongo la pijama. Me preparo un simple sándwich de jamón y queso, lo único que mi limitada habilidad culinaria me permite hacer. No soy buena en la cocina, pero, francamente, es un detalle menor. Si quisiera, podría ser excelente también en eso.

Mientras ceno, recibo una llamada de mi ángel. Habíamos quedado en hablar del cumpleaños de Emma.

—Hola, cariño —su voz suena reconfortante, como siempre.

—Hola, mi ángel.

Emma y yo siempre lo llamamos así: nuestro ángel. Nos ha dado todo su apoyo y cariño, y sé que haría cualquier cosa por nosotras.

—¿Cómo fue tu día? —pregunta.

—Cansado. Tengo demasiadas responsabilidades en la central y en las empresas —respondo, sin dejar de comer.

—No me gusta que te esfuerces tanto. Aún eres joven, Gema, deberías tomarte un descanso —su tono es firme, preocupado.

—No necesito descanso. Amo mi trabajo.

Vivo para el poder y la influencia que tengo. Y, para ser honesta, siempre he tenido dinero y lujos, así que esto es simplemente la continuación de lo que siempre ha sido mi vida.

—Bueno, luego hablamos de eso. ¿Pudiste encontrar el regalo para Emma?

—Por supuesto. Siempre consigo lo que quiero.

Eso nunca ha cambiado, y no lo hará. Tal vez por eso soy como soy: tengo un ego y una confianza que no muchos pueden comprender.

Emma.

Estoy volando a Nueva York para celebrar mi cumpleaños con Gema. No puedo decir que estoy completamente feliz, porque mi madre insiste en recordarme que nunca será suficiente para ella. Siempre quiere que sea como mis hermanas: que sea doctora, como Sam, o militar, como Rachel.

Pero no tengo a nadie como ellas; Sam tiene a mamá, Rachel a papá, y yo… hasta hace poco, no tenía a nadie. Eso cambió con Gema. Ella es mi familia, mi prioridad. Incluso me dio una figura paterna, nuestro ángel.

Cuando bajo del avión, veo a Gema apoyada sobre el capó de su Ferrari. Lleva un vestido rojo, corto, hasta los muslos, y debo admitir que se ve increíble.

—Ven aquí —me envuelve en un abrazo cálido que necesitaba desesperadamente.

—Te extrañé mucho.

—Yo también, Emma.

Me abre la puerta del auto, y luego de acomodarnos, arranca hacia el restaurante. A mitad del camino, su mirada me atraviesa, y sé que está tratando de leerme, como siempre hace.

—¿Te sientes cómoda en casa, Emma? —me pregunta en un susurro.

Sus palabras golpean donde duele. La realidad es que no, no lo estoy. Pero no puedo simplemente irme y dejar a mi madre así.

—No… —mi voz se quiebra, y las lágrimas empiezan a brotar.

Sin decir nada, Gema se estaciona en una gasolinera, apaga el motor y me mira con tristeza.

—A veces hay que tomar decisiones que nos rompen el corazón, pero que nos dan paz —me dice.

Sé lo que quiere decir. Quiere que viva con ella, y aunque me encantaría, no puedo hacerlo sin romper los lazos con mi madre.

—No puedo irme, Gema. No puedo hacerlo —mis palabras salen en medio del llanto.

Gema me abraza con fuerza, acariciándome la espalda para consolarme.

—Perseguir tu mejor versión implica muchas despedidas, cariño —dice suavemente.

Ella tiene razón, claro. Gema ha hecho mucho para llegar donde está. No hay dudas de que es un ejemplo a seguir.

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Al llegar al restaurante, el ambiente es elegante, lujoso, el tipo de lugar al que Gema está acostumbrada. Nos dirigen a nuestra mesa, donde nuestro ángel ya nos espera, con una copa de vino y una sonrisa tranquila.

—Hola, ángel —lo saludo.

Él se levanta y nos abraza, brindándonos a ambas un apoyo que nos reconforta. La cena es perfecta. Reímos, hablamos de todo, y compartimos más vino de lo habitual. Me siento plena, amada. Ellos son mi familia, y no cambiaría eso por nada.

Al final de la noche, subo al auto y Gema me venda los ojos. Algo planea, y me muero de curiosidad.

—¿A dónde vamos? —pregunto, aguantando las ganas de espiar.

—Ya verás, Emma. No arruines mi sorpresa.

Después de unos minutos, el auto se detiene, y siento cómo me guían hacia algún lugar. Finalmente, me dejan quitarme la venda, y al abrir los ojos, me quedo helada.

Frente a mí, decorada a la perfección, hay una pista de patinaje que lleva un enorme cartel: "Centro Deportivo James".

—Feliz cumpleaños, hermana —dice Gema con una sonrisa.

Las lágrimas brotan de inmediato. Este lugar es todo lo que siempre soñé. Abrazo a Gema con todas mis fuerzas, agradeciéndole sin palabras.

—¿No te gustó? —pregunta, preocupada.

—Me encanta. Es hermoso, Gema.

Y entonces, nuestro ángel saca una llave de su bolsillo y me la extiende. Camino hasta la salida del centro deportivo y, junto al Ferrari de Gema, hay un Lamborghini azul.

Mis ojos se llenan de lágrimas una vez más, y me lanzo a sus brazos.

—Gracias, papá —murmuro, con la voz entrecortada.

—Felices 18, mi cielo.

Este ha sido el mejor día de mi vida. Porque más allá de los regalos, ellos son mi prioridad, la familia que siempre quise, y sé que yo soy la suya.















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HOLA!!

Espero que le guste el cap

Nos vemos en la próxima actualización.



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