Gema.
París bajo la luz del atardecer era un deleite para los sentidos. Caminábamos por las calles empedradas, disfrutando de la ciudad, aunque más que disfrutarlo, yo los había amenazado para que aceptaran acompañarme en este paseo. Ellos me seguían de cerca, intercambiando miradas cómplices de resignación. Yo mandaba, y ellos lo sabían.
Después de un rato, decidí que era momento de cenar. Los llevé a un restaurante que, casualmente, pertenecía a la madre de Christopher. La comida, por supuesto, era exquisita, y pude notar cómo el oji gris parecía más relajado aquí. Sin embargo, mi mente ya estaba planeando el próximo paso.
Caminamos por varias tiendas de lujo, y mientras lo hacíamos, una tienda en particular llamó mi atención. Una tienda de ropa para bebés. No podía resistirme. Entré emocionada, observando cada pequeño conjunto, imaginando cómo se vería el bebé de Emma con cada uno de ellos. Ropa de varón, ropa de niña, y una carriola de diseño. No escatimé en nada.
-Vaya, ¿de cuántos meses estás? -preguntó la vendedora, con una sonrisa cálida.
Estaba a punto de decirle que no estaba embarazada, pero antes de que pudiera responder, Christopher se adelantó.
-De tres meses -aspecto, con la mayor naturalidad.
Mis ojos lo fulminaron al instante. Lo agarré del brazo y le susurré con voz baja pero cargada de molestia.
-Ahora los malditos periódicos hablarán de que la ministra está embarazada y ni siquiera se ha casado. Bien hecho.
Vladimir, con su usual tranquilidad, intervino.
-Eso no es un problema.
-¿Ah no? -dije, ofendida-. Esa es la peor pedida de matrimonio que me han hecho.
Christopher me miró con una ceja levantada, divertido.
-¿Ya te lo habíamos pedido acaso?
Me eché a reír, dejando el tema de lado y volviendo a mis compras. Los hombres pueden ser tan simples a veces. Terminé de elegir lo que necesitaba, y subimos al auto, cargados de bolsas.
-Entonces, ¿ya te han pedido matrimonio alguna vez?- Vladimir volvió al ataque.
Sabía que la conversación tomaría un giro incómodo, pero no me importaba. Si querían saberlo, se los contaría. Mis labios dibujaron una sonrisa satisfecha mientras recordaba.
-Cuando estudiaba en el MIT, tuve algo con uno de mis profesores. Se enamoró y me pidió casamiento en Los Cabos.
Ambos me miraron sorprendidos. Christopher fue el primero en hablar.
-¿Lo rechazaste, obviamente? - pregunto, como si fuera la única opción posible.
-Obviamente. -Sonreí, pero luego el ambiente se tornó más serio.
-¿Qué edad tenías? -preguntó Vladimir, en tono grave.
Mis ojos se desviaron momentáneamente hacia la ventana. No me gustaba dar demasiados detalles personales, pero ya estábamos en ello.
-Comenzamos a vernos cuando tenía dieciséis. La propuesta llegó cuando cumplí diecisiete.
Un silencio se apoderó del auto. Pude sentir el ambiente cambiar de inmediato.
-¿Y cuántos años tenía él? -preguntó Chris, su voz cargada de tensión.
Mordí mi labio, sabiendo la reacción que esto traería. No podía evitarlo.
-Cuarenta.
El asco en sus rostros era palpable. Ambos me miraban como si hubiera dicho la mayor barbaridad del mundo.
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Renacida.
FanfictionSe me había dado una segunda oportunidad y no estoy dispuesta a desperdiciarla es por eso que me volveré indestructible